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Patronazgo

Ante el alud de irregularidades que vive la acción de gobierno en todo el país, no nos queda a los ciudadanos sino reconocer que todo es producto de un patronazgo que se instaló hace muchos años en México.

Pasada la acción revolucionaria, todo quedó a un juego perverso de intercambio de intereses entre los poderes de facto y emergentes. Todo se pudo intercambiar con tal de mantener al régimen encumbrado. Pasaron: caudillos, generales, líderes sindicales, artistas, y hasta maleantes.

Los huachicoleros, son viejos clientes del sistema político que hoy es un cadáver. Desde hace varios años el robo descarado de productos de la paraestatal por miembros del sindicato era ostentoso. Y qué decir de los arreglos de directores y líderes. Recordemos a Merino, La Quina, Díaz Serrano, Salvador Barragán, etc. Pemex fue un retablo de joyeles de la corrupción, pero todo se callaba al llegar los tiempos electorales donde el partido tricolor- tenía que perdonar con tal de recibir “ayuda” en tiempos “difíciles”.

Así pasaron 70 años de chupar los recursos del petróleo en aras de sostener al sistema inmundo y purulento que engendró la post-revolución. Los huachicoleros, “siempre han estado ahí” reciben información de rutas, turnos, horarios, planos, etc., por parte de empleados bajos, medios y altos de Pemex, desde luego, a cambio de sus respectivas “comisiones del negocio”. Este juego perverso convirtió a miles de corruptos en hombres de negocios, magnates, y desde luego hombres del sistema.

Hoy, la práctica corrupta del robo de combustible llegó al punto de quiebre y se exige al gobierno que “saque al ejército para poder seguir trabajando”- sentencia por demás elocuente del grado de bajeza en que se sustenta el triunfo electoral y mantenimiento del sistema que hoy supura gangrena por todos lados.

Es hora, de prepararse para otro sistema, peor que el que tenemos no se puede ya imaginar. La violencia, la corrupción, la falaz educación, la cleptocracia y la transparencia camuflada son los tonos más notorios de esto que nos tocó históricamente vivir. La infamia con camuflaje institucional

Miguel Angel Hernández

Torreón, Coah.

***

La cortesía

La cortesía es, sin duda, la faz refinada del respeto al otro. No conozco a nadie al que le disguste encontrarse con alguien que dé muestras de delicadeza. Aunque se abuse de ella, como sucede con los cursis, siempre son preferibles a los groseros, empeñados en exteriorizar su vulgaridad e ignorancia.

La buena educación, además, no es contraria a la naturalidad, sino uno de sus más eficaces aliados. Esa confusa ecuación actual que conecta lo espontáneo con lo que corresponde hacer nos llevará bien pronto a eliminar las puertas de los cuartos de baño o a acabar compartiendo aquello que siempre hemos hurtado a las miradas ajenas. Ser natural no es ser zafio, sino que la zafiedad es propia de animales, cosa bien distinta y que hoy se tiende a mezclar, desafortunadamente.

Toca, pues, retornar sin complejos a las buenas maneras, a la elegancia en las formas, a la belleza de las relaciones humanas. Al respeto que unos nos debemos a otros, en definitiva.

Jesús Domingo Martínez

Girona, España.

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