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Terca degradación

JESÚS SILVA-HERZOG

No conozco los resultados de la elección de ayer. Sólo alcanzo a ver que se asoma la alternancia y eso alienta. Más que producir gobiernos competentes, las elecciones aplican castigos. Las entiendo como un mecanismo que sirve, fundamentalmente, para condenar con el desempleo a los incompetentes. ¿No es verdad que, cuando votamos, pesan en nuestra decisión más las antipatías que las esperanzas? El voto entusiasta es inusual. El voto dice con claridad lo que rechaza y apenas expresa lo que desea. Si se confirman las alternancias en los tres estados en donde hubo elecciones ayer, habrá mucho que festejar. Digno de fiesta el que encuentren castigo la corrupción, la ineptitud, la arrogancia. No me ilusiona la alternancia, me anima el correctivo.

El resorte elemental puede funcionar y, aún así, no puede pasarse por alto la constante degradación de la vida electoral mexicana. Es cierto: hay competencia y hay incertidumbre. Nuestra experiencia muestra que los partidos en el gobierno pierden con frecuencia las elecciones. Pero lo que se ha distribuido equitativamente en los años recientes es la capacidad para burlar la ley. Nuestro régimen se ha convertido en estafa competitiva. Numerosos estudios han mostrado que los partidos, todos los partidos, rebasan regularmente los gastos permitidos por la ley. Nosotros sabemos que, a la boda, debemos llegar media hora después de lo que dice la invitación. Los partidos saben que pueden gastar cien veces más de lo que les autoriza la ley. Sólo hay que guardar las formas. Presentar documentos que simulan acatamiento y gastar sin preocupaciones. La autoridad electoral palomeará esos informes como si creyera en su autenticidad. Luis Carlos Ugalde registraba hace unos años en un artículo publicado en nexos que el tope legal de gastos en una campaña para diputado federal era de un poco más de un millón de pesos. El costo promedio era seis veces más alto y podía multiplicarse diez o doce veces.

Lo notable del estudio de Ugalde es que documenta una transgresión generalizada que es vista como normalidad por la clase política. No hay partido que señale la transgresión porque todos la practican. Si en algo puede constatarse la perversión partidocrática es precisamente aquí, en la complicidad del dinero. Parece que el requisito para participar en el proceso electoral es violar la ley.

No se definió ayer al futuro presidente de México. Por mucho que se diga que la jornada prefigura el resultado de la elección del 2018, quedan muchas incógnitas por despejar. Nadie duda de la importancia demográfica del Estado de México, de su peso económico, de su visibilidad. Pero sucederán muchas cosas de ahora a la elección del 18 y, si algo hemos aprendido en los últimos años, sabemos que las campañas cuentan, los candidatos importan y los errores cuestan. Hay demasiado por delante como para creer que se ha cocinado ya el relevo en Los Pinos. Pero lo que ya está en ebullición es el caldo de nuestra polémica. Es una película mala que ya hemos visto varias veces y que empieza a ponerse peor.

Las campañas no se refrescan con el debate. Lejos de atraer, ahuyentan. Repulsiva parece la materia que tratan. La tensión que todo proceso electoral provoca no ventila alternativas. Somos testigos -y a veces cómplices- de una batalla entre el odio y el miedo. Quien discrepa es un abyecto; quien pide el cambio nos comerá hervidos. Esa es la moldura de nuestra imposible conversación. Para unos, el desacuerdo es un acto de traición a la patria. La única manera de ser patriota sería inclinarse ante el caudillo que la encarna. Para otros, el cambio es contratar los servicios de Adolfo Hitler. Sí. entiendo que en tiempos de elecciones las polémica tiende al extremo, que la complejidad debe compactarse en alternativas elementales, que hay que tomar las palabras de la estación con mucha reserva. Lo que quiero decir es que el discurso de las campañas es venenoso. Es tóxico porque aniquila la posibilidad misma de la razonabilidad pública.

Ya no podemos seguir diciendo que el espacio electoral mexicano es el vector de nuestra modernidad política. Las elecciones se han convertido en otro ámbito de nuestra degradación.

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Twitter: @jshm00

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