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El planeta en manos de Trump

Yo río libre

JULIO CÉSAR RAMÍREZ

Creció la expectación en las últimas horas de mayo. Varios sitios web de noticias informaban con fuentes anónimas, pero la Casa Blanca no confirmaba aún la versión, hasta que llegó la tarde del jueves 1 de junio en que el presidente Donald Trump informó en el Jardín de las Rosas, Washington, su radical decisión de retirar a los Estados Unidos del histórico Acuerdo de París sobre cambio climático impulsado por 195 países, la espina dorsal de la acción climática internacional. Sobrevino entonces el repudio mundial al magnate.

Alemania, Francia, Italia, Gran Bretaña, China, Rusia y otros países expresaron su compromiso con el pacto, y advirtieron: la responsabilidad ambiental no es renegociable.

Habrá que revisar con lupa qué hace el modelo energético de cada una de esas economías ante el cambio climático.

Pittsburgh, en Pensilvania, y el estado de California fueron los primeros en rebelarse contra el mensaje del mandatario. Incluso el Estado Vaticano pidió a Trump no retirarse del acuerdo.

Científicos calculan que es probable un aumento hasta de 3 mil millones de toneladas de dióxido de carbono al año tras el retiro de Estados Unidos, ya que la matriz energética del capitalismo norteamericano contribuye en gran parte a aumentar las temperaturas planetarias, suficiente para derretir los glaciares e incrementar y detonar temperaturas extremas.

Trump criticó las draconianas cargas financieras y económicas que conlleva para Estados Unidos el Acuerdo de París, "tremendamente injusto para nuestro país".

Ya a inicios de mayo la organización 350.org lanzaba la advertencia: "Retirarse del Acuerdo de París es inmoral, económicamente estúpido y pone los intereses de los multimillonarios de los combustibles fósiles por delante de las personas vulnerables en todo el planeta".

Es sabido que la meta del minúsculo grupo capitalista en el poder de Estados Unidos es abrirle paso a una parte sustancial de la política económica que se resume en más carbón e hidrocarburos.

Ambientalistas consideran que desde su llegada al poder en enero pasado, la Administración Trump ha tomado decisiones que ponen en riesgo el cumplimiento de lo establecido en la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático.

Como se recordará, el objetivo del Acuerdo de París 2015 es evitar que la temperatura promedio a nivel mundial rebase los 1.5°C.

Ciertamente, a fines de enero, Donald John Trump ordenó la reactivación de los oleoductos Keystone XL y Dakota Access, dos megaproyectos que Obama suspendió como respuesta a la resistencia masiva de pueblos indígenas norteamericanos y ambientalistas.

Entre febrero y abril, el grupo de Trump agilizó el desmantelamiento de la Agencia de Protección Ambiental, el recorte de financiamiento asociado al cambio climático y, rodeado por mineros del carbón, instrumentó la "Orden Ejecutiva de Independencia Energética", que eliminó el Plan de Energía Limpia, así como el debilitamiento de las normas sociales y ambientales de los proyectos energéticos, favoreciendo la explotación de hidrocarburos no convencionales por medio de tecnologías lesivas como la fractura hidráulica, fracking.

Más aún -dijo Trump el jueves-, "el acuerdo actual efectivamente bloquea el desarrollo del uso limpio del carbón en Estados Unidos."

En la ruta de tal política extractivista, Trump anunció que "en dos semanas" se abrirán nuevas minas de carbón en varios puntos de Estados Unidos.

Apuntó que EU tiene las reservas energéticas más abundantes del mundo, antes no conocidas, pero con el Acuerdo están bajo candado. "Necesitamos todas las formas disponibles de energía en Estados Unidos para nuestro país."

Por tanto, el anuncio sobre dar la espalda al Acuerdo de París no fue sorpresivo, en realidad. La advertencia venía desde la campaña electoral y posterior al 20 de enero. Y aunque la Casa Blanca postergó el anuncio cuando menos en dos ocasiones -enviando señales contradictorias y signos de división en su equipo al respecto-, ya en la cercanía se esperaba para después de la cumbre del Grupo de los 7 (G7) a finales de mayo.

Falta ver si China y la Unión Europea forjan una alianza que asumiría el liderazgo para combatir el cambio climático, centrada en una política de transición energética hacia una economía con bajas emisiones de carbono, en respuesta a la decisión de Trump de abandonar el Acuerdo de París.

Pero más allá de las elites, toca al movimiento global por la justicia climática responder.

@kardenche

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Escrito en: Yo Río Libre

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