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Culpas

Diálogo

YAMIL DARWICH

Una particularidad negativa que tenemos los humanos es evadir responsabilidades.

Nosotros casi nunca aceptamos la culpa y debemos luchar para demostrarlo, cueste lo que cueste, aún cuando por ello terminemos siendo responsables de mayores desaguisados.

La culpa, según algunos, es sinónimo de negligencia; debió haber un momento de irresponsabilidad -o mucho tiempo- que nos llevó, incluyendo a otros que pueden ser muchos, a cometer el error y estar en esa situación de emergencia y urgencia.

La culpa o negligencia, generalmente es por omisión del cumplimiento de alguna responsabilidad y puede considerarse desde leve a grave, dependerá de las consecuencias de la misma, que también pueden ser poco importantes, como perder el vuelo que debiéramos tomar o muy serias, por ejemplo que se dé el accidente aéreo por errores al pilotear la aeronave. Recuerde el avión norcoreano que recientemente se partió en dos por un mal aterrizaje.

Otra visión de la omisión, que trae como consecuencia la culpa, es la observada desde la óptica del orden común, aquella que exige castigo penal, que es la punible e inexcusable negligencia considerada delito y que amerita un castigo.

Puede haber culpa, omisión o negligencia por falta de habilidades, conocimiento y dominio, carencia de la práctica que da experiencia y habilidad en una ciencia o arte. Siempre, por aceptar una responsabilidad que no se puede cumplir por razones varias.

Lo cierto es que todos tendemos a negarla, asegurando ser responsables, hábiles, pero ... y aquí agregue la explicación que nos libera de la culpa; somos expertos al momento de encontrar los errores de otros o simplemente nos justificamos cuando fallamos, asegurando que "somos odiados o envidiados" y por eso ¡nos echan la culpa!

Los mexicanos somos especialistas en manejar la culpa al exterior; de fondo tememos enfrentarla y aceptar nuestros errores. Es mejor "no saber" o "no darme cuenta" a encarar la responsabilidad de atender el caso y reconocer el error.

Así, vemos al menor que causó un destrozo en casa -rompió un florero, por ejemplo- que como única respuesta dice: "se cayó". Los adolescentes son muy capaces para manejar la culpa y uno de los muchos ejemplos se vive en la escuela, donde existen sólo dos posibilidades: "aprobé o me tronaron", raramente aceptan que reprobaron y menos aún que los pasaron regalándoles algunos puntos extras.

Entrenados para aprender a rechazar culpas llegamos a la vida adulta encarando nuestras responsabilidades con alguna ligereza y, dado en caso, encontrando una justificación a nuestra negligencia en las culpas de otros. "No alcancé a entregar el trabajo porque no me llegaron los materiales a tiempo"; "me dieron datos equivocados" o lo peor, "ni modo, no se pudo".

El buen ejemplo es la supuesta selección mexicana de futbol: el entrenador nunca aceptará que tiene la obligación de ganar, a pesar de jugar contra algunos equipos semiprofesionales; el resultado no lo mide en goles a favor, sólo en mejoría en el sistema de juego; los jugadores declaran sobre los grandes adelantos de los contrincantes y la mala fortuna que sufrieron ante la ofensiva o para anotar el gol.

Históricamente también tenemos elementos de aprendizaje para evadir las culpas: no nos conquistaron los ibéricos, fueron los traidores grupos indígenas que se les sumaron; no perdimos Texas, Nuevo México y parte de California, nos la quitaron los abusivos norteamericanos; ahora buscamos como culpar a Trump.

El problema económico y social de nuestro país es "culpa de los malos políticos" y olvidamos reconocer que los elegimos o les permitimos los abusos; la inseguridad que vivimos es por la corrupción, pero festejamos la creatividad aplicada a las raterías y los abusos cometidos por otros, siempre y cuando no nos afecten directamente o de primera intención.

Negar la negligencia - culpabilidad de nuestras omisiones o malas acciones - es un principio que nos permite continuar errando sin sentimientos externados de culpa, así en la jerga nacional aparecen gráficos de desempeño en la empresa donde se dice:

- ¿La regaste? tienes dos caminos: si te vieron ya te amolaste; si no fue así, sigue adelante.

- ¿El error tiene remedio?: si contestas afirmativamente: arréglalo antes de que te vean; sino no, ya se "fregó" y trata de encontrar una buena excusa.

Usted puede seguir con el juego del diagrama de flujo de errores y culpas.

Debemos aceptar que el aprendizaje de negar las culpas nos viene desde la primera infancia y, lo peor, continuamos educando a los menores enseñándoles a negarlas y rechazar negligencias.

Cuando comprendamos que es más sencillo reconocer errores y repararlos, también encontraremos sensaciones de bienestar y tranquilidad que pocas veces vivimos.

Claro que hay excepciones y si usted es de los que no rehúyen sus responsabilidades y reconoce hierros, discúlpeme: reconozco que no tiene la culpa.

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