De miedo

“Si el mundo se acaba yo me voy pa' Mérida”, decía mi padre. Estoy considerando seriamente apagar la luz y largarme para allá.

“Escribir un mal libro representa tanto trabajo como escribir uno bueno. Ambos nacen con igual sinceridad, del alma del autor.“ Aldous Huxley

El mundo no está como para guardarle respeto. Bad hombres, con el poder de apretar un botón y hacer de nuestro hermoso planeta una bola de fuego, jugando a las guerritas. No es una amenaza como para dormir tranquila.

Lo único bueno de ese horror es que podré verlo en tiempo real desde la pantalla de mi celular aunque sea lo último que vea. Ahora que, si esa la libro, aún me queda por ver cómo hacemos para rescatar a México de las ruinas que con firme determinación van haciendo los gobernantes de mierda que nosotros mismos hemos elegido; quienes aunque no se levanten pensando en cómo jodernos (o eso dicen) lo consiguen exitosamente.

Cuando escribo esto, pacientísimo lector, no sé todavía a quién le dará usted su voto, pero es indudable que si no lo hace concienzudamente seguirán los moreirazos, aparecerán nuevos Duartes, Yarringtons, Montieles y tantas otras caras del PRI. Si no se tomó el tiempo para conocer de cerca a su candidato y vota así nomás, al tuntún, luego no se queje de que sigan en el poder los delincuentes y la violencia que estos acarrean con sus perversos manejos.

Lo único necesario para que el mal triunfe, es que la gente buena no haga nada y se quede lamentándose cómodamente en la sala de su casa.

A pesar de mi frustrante experiencia, no pierdo la esperanza de que muy pronto podamos conseguir gobernantes con verdadero interés por corregir el rumbo de catástrofe que sostiene con mano firme el maleado ámbito político de México. Y para no seguirnos deprimiendo, le recuerdo que si tampoco en estas elecciones conseguimos liberarnos de la onerosa carga de basura política, nos queda la consideración de que los seres humanos tenemos un plazo limitado en esta tierra y, por tanto, hemos de concertar nuestras vidas de manera que vivamos del mejor modo posible bajo un juego dado de circunstancias.

“Si el mundo se acaba yo me voy pa' Mérida”, decía mi padre. Estoy considerando seriamente apagar la luz y largarme para allá. Antes permítame transcribir para usted, tolerantísimo lector, algunos fragmentos de la más reciente novela de Liliana Blum, escritora duranguense a la que estoy descubriendo con verdadero asombro. Si usted todavía no la conoce, lo invito a asombrarse conmigo. “Si Durango le había regalado a los mortales a la mujer más bella del mundo, Dolores del Rio, era lógico que de esa tierra salieran frutos similares” hace decir Liliana a su monstruo pentápodo, quien se pasea por el parque Guadiana donde “observa a los niños trepar en el lomo de las ranas de la fuente, que alguna vez fueron verdes y ahora son de bronce desnudo sobre todo en los lomos donde los niños montan para jugar con el agua que sale de sus bocas abiertas”.

Y otros botones de muestra: “Familias enteras que habían venido a pasear al parque caminaban en rebaño, alrededor del lago, lentos, vacunos, señoras obesas empujando cochecitos para bebés, niñas en triciclo, señores que miraban las nalgas de sus sobrinas o hijas adolescentes” o “De cuántas generaciones de hombres que como él, miran a las niñas, habrá sido testigo el parque Guadiana?”.

Es así como la autora ubica a su personaje en el plácido ambiente duranguense donde Raymundo Bentancourt, un ciudadano modelo, profesionista honesto y responsable, solidario y comprometido con el bienestar de su comunidad, desde su mente oscura premedita abominables acciones. Tan hábil como despiadada, la autora no se toca el corazón para empujar al lector al foso habitado por la bestia con piel de ángel que se esconde a plena luz y que podría ser su vecino, o el mío, o el de cualquiera. ¡Como si no tuviéramos ya suficiente miedo! Cuando acabe de leer esta novela yo apago y me voy.

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