Alegre el sol. Alegre la mañana. Alegre el mundo. Y alegre yo con el mundo, con la mañana y con el sol.
Parece que todo está recién nacido: el sol, el mundo, la mañana y yo.
En eso canta la tórtola del huerto. Su canto es triste. Su canto es la tristeza. Se diría que el ave ha conocido el sufrimiento de los hombres a lo largo de los siglos, sus penas y aflicciones, su desamor y soledad, y canta para decir ese dolor.
Entonces se entristece el sol, y se entristecen el mundo y la mañana, y me entristezco yo.
Si la tórtola supiera la congoja que su canción pone en la tierra quizá no cantaría ya. O se inventaría otro canto semejante al del cenzontle, la calandria o el pájaro madrugador.
Pero ¿quién puede alegrar a la tristeza? Lo único que se puede hacer con ella es cantarla. Y la tórtola canta. Y ahora estamos tristes ella, y el sol, y el mundo, y la mañana y yo.
¡Hasta mañana!...