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Al Larguero

TIBURÓN

ALEJANDRO TOVAR

Está claro que la gente confunde el mundo generado por todas sus sensaciones, con el mundo creado por el pensamiento racional, realista y sincero y cree que ver es lo mismo que entender, cuando ese pueblo solamente puede vivir a la sombra de su sueño, ese que exige vigencia con el solo valor de su ilusión, desempolvando esperanzas dormidas con el galope de su presente.

Esos son los fans de Chivas, que redefinen el mundo a través de sus propias miradas, ésas que esconden ante las dudas y que sólo se encienden cuando están frente a sí, sus colores. Ellos, al igual que Almeyda, tienen fantasmas sin falta todas las noches, que les quitan el sueño y no les permiten ni siquiera deslizar emociones y conceptos tan fuertes como profundos.

Ellos mismos y el técnico, desde luego, saben que un equipo es un equilibrio entre las virtudes y defectos de quienes lo componen pero Guadalajara carece de él. La falta del veloz Brizuela y las lesiones de Zaldívar y Cisneros que andan a medio gas, han dinamitado sueños, porque el ataque está limitado a alguna genialidad de Pulido o bien un desborde fino de Orbelín o Fierro.

Enfrente, el fino Tigre vela sus armas en un ritual despacioso y concentrado, sin modificar los planes, desterrando su diploma de vendedor de nostalgias para reinstalarse como favorito natural y aunque el futbol es un flujo de pensamientos y sentimientos, este felino ya no tiene como al principio del cuento, problemas de autoestima, sino se ocupa de preparar su acto circense.

Activos, ambiciosos, enérgicos y competitivos, saben vivir fuera de la jaula, han encontrado los atajos hacia el éxito y tienen consigo al pistolero más afamado de la región, que no es un cowboy, sino un caballero francés de mecha corta y espíritu de legionario, que suele transitar en diagonales y se ofrece siempre para encontrarse con la pelota, como la pareja del bailarín. Astaire y Rogers.

Hay jugadores cuya huella queda grabada en paisajes, en momentos, en hazañas, en gritos, en alegrías, en goles que definen partidos y que dan campeonatos. Son como Ben Hur compitiendo con Mesala en la Roma mítica, como Rommel y Escipión en África, como Aníbal cruzando los alpes, como Gignac, goleador, ídolo, guía y estandarte, seres al que les seduce todo riesgo.

Si éste es un tiburón entre peces, Chivas deberá tener preparada el arpón, como también contundencia que endulce su buen juego, porque no hay arte sin tensión ni belleza sin equilibrio.

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