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Entre la plenitud del pinche poder y el narco

SALVADOR SÁNCHEZ PÉREZ

No nos falles, no nos falles, gritaba la multitud reunida en torno al Ángel de la Independencia en Paseo de la Reforma a Vicente Fox la noche del 2 de julio del 2000. Había euforia y no era para menos. Las "víboras prietas y tepocatas" había sido echadas de Los Pinos, era el fin de la "dictadura perfecta". Lo que terminaba era el régimen presidencialista gestado a la sombra de la Revolución Mexicana y que funcionó así durante seis décadas. Pero Fox, como los niños que antaño eran mandados a la tienda de la esquina, se quedó con el cambio.

El régimen presidencialista fue, en términos sistémicos, un gran invento. El presidente actuaba como amo y señor en todo el país, tenía poderes meta - constitucionales, se decía. Por ejemplo, 16 gobernadores tuvieron que renunciar en el período de Salinas de Gortari, el presidente de la República era garante del pacto federal y hacía las veces de jefe de jefes de los ejecutivos locales.

Ese contrapeso se liquidó y no se levantó otro, por lo menos no se ha levantado otro hasta la fecha. Sin ese contrapeso, los gobernadores se hicieron "virreyes" y se han despachado "con la cuchara grande". La división de poderes, supuesto teórico de la democracia representativa, nunca operó en los hechos.

Esto es para ellos la plenitud del pinche poder, como diría Fidel Herrara a mediados del 2010 en su conversación con Marco Antonio Estrada, candidato a diputado local por el distrito 30 donde la hacía saber el apoyo total. Y sí, ese año el gobierno de Veracruz queda en manos de Javier Duarte y el poder legislativo completo es para el PRI.

A la fecha suman 21 los gobernadores acusados de corrupción, algunos ya fueron encarcelados, otros están prófugos y sobre otros penden fuertes sospechas y rumores de corrupción. Cifra "aterradora y nauseabunda", a decir de Arnoldo Kraus al subrayar que nuestro país tiene 32 entidades federativas.

En esas condiciones ocurre un hecho sin precedente, el narco deja de considerar a México territorio de paso de la droga de Colombia a Nueva York y se convierte en territorio de compra y venta.

Felipe Calderón en el 2007 intenta recuperar algo de la legitimidad extraviada en las elecciones donde derrotaría a Andrés Manuel López Obrador por medio punto y declara la guerra al narco. Más de 100 mil muertos y 30 mil desaparecidos se cuentan ya de entonces a la fecha. La guerra se ha hecho cotidiana, el narco llegó para quedarse, los mexicanos lo hemos incorporado como un actor social normal, nos hemos acostumbrado a él, de hecho, consideramos sus niveles de beneficio, como bien lo señala Francisco Abundis, director de Parametría al dar a conocer el análisis que hace sobre las series históricas de opinión que tenemos los mexicanos sobre el narcotráfico.

Estamos desconcertados, hemos quedado entre un presidencialismo mexicano agotado y la expansión sin precedente del poder económico subyugante del narcotráfico que a su paso todo lo devora. ¿Qué hacer? No cuentan aquí las nostalgias por un gobierno fuerte, esa no es alternativa.

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