Acosos a Sor Juana
Según los chismes de Núñez, Sor Juana estaba convertida en un escándalo público en el virreinato. En la contraparte, la escritora novohispana explica el motivo del encono de su confesor con una cauda de sarcasmo
Sor Juana fue acosada, fustigada y reprimida a causa de su belleza, su inteligencia y su capacidad creadora. Aunque en muchos de sus versos y en diversas muestras de su prosa se muestra alegre, burlona y juguetona, en otros lugares expone abiertamente los sufrimientos que le causaban sus cualidades. La lectura de algunos de sus poemas permite entrever la persecución amorosa que la rondaba. Por otra parte, recibió composiciones que llevaban el acoso disfrazado de elogio para su obra.
Bella, inteligente y creativa, Sor Juana vivía convertida en un seductor tesoro. La primera cualidad que nombro, el ser bonita, quedó mencionada en palabras de su primer biógrafo, Diego Calleja, quien la sugiere al escribir que sus parientes la introdujeron en la corte virreinal por “el riesgo que podía correr de desgraciada por discreta [inteligente] y, con desgracia no menor, de perseguida por hermosa”.
Como sabemos, Sor Juana fue acosada a causa de esas dos cualidades, su inteligencia y su hermosura. El mismo Calleja, a propósito de su biografiada, sentencia que “la buena cara de una mujer pobre es una pared blanca donde no hay necio que no quiera echar su borrón”.
De las injurias por su inteligencia y su dedicación a las letras Sor Juana dejó muestras claras en prosa y en verso. Unas veces con dolor, otras con alborozo, otras con sarcasmo expresa el sufrimiento de que fue víctima. Un texto conocido sencillamente como La carta, por supuesto el título no lo puso ella, es pródigo en las evidencias de acoso con motivo de su labor intelectual.
El escrito fue descubierto por Avelino Tapia Méndez en Monterrey en 1980 y lo publicó la Universidad Autónoma de Nuevo León en 1981. La misiva permite ver a la monja airada contra su confesor Manuel Antonio Núñez de Miranda. La causa son los chismes que desde mucho antes el sacerdote jesuita había esparcido tan generosamente que varias personas se lo comunicaron a Sor Juana.
La admirable poetisa lo dice así desde las primeras líneas de La carta: “varias personas me han informado de que soy la única reprensible en las conversaciones de V.R. fiscalizando mis acciones con tan agria ponderación como llegarlas a escándalo público […]”.
Así pues, según los chismes de Núñez, Sor Juana estaba convertida en un escándalo público en el virreinato. En la contraparte, la escritora novohispana explica el motivo del encono de su confesor con una cauda de sarcasmo: “La materia, pues, de este enojo de V.R. (muy amado Padre y Señor mío) no ha sido otra que la de estos negros versos de que el cielo tan contra la voluntad de V.R. me dotó”.
Pero en La carta van saliendo otros motivos de la tirria del padre Núñez de Miranda contra su pupila, unos explícitos, otros encubiertos como el de que los virreyes visitaban a Sor Juana en el convento, lo que antes hacían con el jesuita. La respuesta de la monja a su confesor la lleva a estallar y decirle: “si […] hubiera yo de hablar apasionadamente contra V.R. como lo hace V.R. contra mí, infinitas ocasiones suyas me repugnan sumamente […]”
Harta del descrédito del que la hace objeto y encarrerada en sus reclamos le escribe: “no puedo dejar de decirle que rebosan ya en el pecho las quejas que en espacio de los años pudiera haber dado […] ya no puedo más […]”. Y en seguida lo despacha: “no se acuerde de mí”.
La agobiante situación que vivía hace que Sor Juana se rebele de esa manera y que escriba versos y prosa que ahora calificamos de feministas. En la misma carta puede verse resumida la exigencia de igualdad cuando escribe: “los privados y particulares estudios, ¿quién los ha prohibido a las mujeres? ¿No tienen alma racional como los hombres?”
La carta es de ocho airadas pero inteligentes, combativas, independentistas, autonomistas páginas que la convierten en manifiesto liberador no sólo de la mujer.
