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Enójense las comadres y…

Pareciera que este adagio, cuyo complemento es “díganse las verdades” o “saldrán las verdades”, ha sido título numerosas veces de textos editoriales, que han registrado el sentir del editorialista respecto al cíclico recurso propagandístico que ocurre siempre en tiempos electorales, sobre todo cuando hay intereses encontrados entre dos o más contendientes. Casi siempre la pugna se da entre candidatos quienes eligen como estrategia la descalificación de su adversario, haciendo público lo que en complicidad han mantenido en secreto. Lo que llama la atención en este ocasión, es que la rivalidad se está dando entre el expresidente Felipe calderón y el expresidente del PRI, y también exgobernador de Coahuila, Humberto Moreira. Motivos parecieran sobrarles, y uno y otro dicen tener pruebas de sus respectivos argumentos denigrantes.

Habría que preguntarse cuáles son los motivos del expresidente Calderón, cuando él, como la mayoría de los expresidentes han hecho voto de silencio respecto a la política del país. Solamente Salinas, Calderón y Fox, han roto ese pacto tácito de no intervenir ni para bien ni para mal el curso de la política en México. Pero de los tres, Calderón está protagonizando una comedia de dimes y diretes que raya en chisme de comadres; pues si como dice él, no dio la orden de exonerar a Moreira de un delito en el que las evidencias están a la vista, pero la PGR siguiendo línea de “alguien” no las vio ni las verá; entonces, ¿ya para qué el chismorreo? Respuesta: Para desprestigiar. ¿Y qué beneficio obtiene con eso? Sólo un politólogo podría aventurar una respuesta. Lo que sí está claro es que con este enfrentamiento lo único que pone de manifiesto es la inmundicia, la deshonestidad y la desvergüenza que priva en la clase política.

¿Qué podemos esperar de los candidatos a las gubernaturas, diputaciones y ayuntamientos en el próximo período de elecciones, si con excepción de los candidatos que se dicen independientes, traen la escuela de sus maestros, las mañas y costumbres, ideas, que no ideales, maniobras, tretas, artimañas y toda clase de argucias para atraer al votante, ofreciendo lo que saben bien no podrán cumplir?

La corrupción y la impunidad, acciones deshonestas a las que de tanto y tan seguido hemos sabido, ocurren en todos los niveles y ámbitos de la sociedad, a las que nos hemos acostumbrado y consecuentemente para mal, hemos perdido la capacidad de asombro, siguen y seguirán igual, a menos que la Fiscalía Anticorrupción haga su trabajo. Pero, ¡oh iluso!, ni siquiera se ha nombrado fiscal, pues los diputados y senadores no se ponen de acuerdo. ¡Qué raro!, ¿no? Ahora bien, sin querer pecar de pesimista. ¿Ha pensado que el fiscal esperado, pudiera resultar como un Virgilio Andrade, el extitular de la Secretaría de la Función Pública, y quien a cambio de su exoneración a favor de Peña Nieto, en el caso “Casa Blanca”, recibió como premio la Dirección del Banco del Ahorro Nacional y Servicios Financieros (Bansefi)?

Si quisiésemos hacer un juicio de los dos rijosos que han ocupado páginas completas de este diario, y que inician esta reflexión, podríamos decir sin temor a equivocarnos, que parafraseando al título de una película de 1959 con Luis Aguilar “Tan bueno el pinto como el colorado”, diríase: tan malo es el giro como el colorado. Uno y otro han perjudicado a la sociedad a la que juraron servir. Ninguno de los dos tiene autoridad moral para denostar al otro. La paja en el ojo ajeno es viga en el propio.

Héctor García Pérez,

Gómez Palacio, Durango.

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