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Alto riesgo ante hundimientos en La Laguna

Yo río libre

JULIO CÉSAR RAMÍREZ

 U N nuevo hundimiento de suelo en la región de La Laguna prende repetidamente focos de alarma sobre los efectos desastrosos que acarrea la sobreexplotación del agua subterránea en el centro norte de México.

El hundimiento sorpresivo en la calle Brezo de la colonia Bellavista de Gómez Palacio el pasado 30 de abril -enorme socavón de ocho metros de diámetro por diez de profundidad-, ocasionado según la autoridad municipal del agua por abatimiento de acuíferos subterráneos y considerado sumamente delicado por la alcaldesa, motivó que la Secretaría de Gobernación emitiera con celeridad una Declaratoria de Emergencia y tramitara la de Desastre para esta ciudad duranguense.

A pesar de que el hundimiento -llamado dolina por geólogos y autoridades, palabra de origen esloveno que significa derrumbe en forma circular de caverna subterránea en suelos arcillosos por pérdida de agua- requirió más de 2 mil metros cúbicos de piedra de cerro, caliche y gravarena, equivalentes a 160 camiones repletos de material de ese relleno más miles de litros de agua para compactar a fin de taparlo, persiste la advertencia de posibles siniestros de este tipo u otros similares en cualquier lugar de la Comarca Lagunera a hora indeterminada, sorpresiva.

Se sabe en La Laguna que desde 1946, año de la inauguración de la presa "Lázaro Cárdenas" que secó a esta vasta región, las varias formas de hundimiento y fractura de tierra y suelos se multiplican en la cuenca de los ríos Nazas-Aguanaval.

Es conocida la formación de grietas llamadas "abras" aquí, de grandes longitudes, ancho y de profundidad variable asociadas a la sequedad de la tierra provocada por el sistema de presas y a la excesiva explotación del agua subterránea. Aparecen a veces de manera imperceptible y no siempre informada a la población.

Algunas llegan a alcanzar varios kilómetros de longitud, como la que se encuentra en el ejido Atalaya, en Matamoros de La Laguna, que tiene diez kilómetros; la del panteón de Torreón, con 3.6 kilómetros; la del ejido Coruña, del municipio de Francisco I. Madero, con cuatro kilómetros; la de Bermejillo, Mapimí, Durango, con tres kilómetros; la del ejido Venustiano Carranza, Viesca, Coahuila, con cuatro kilómetros; la de la estación Claudio, Viesca, Coahuila, con doce kilómetros; la de la Cueva del Tabaco, municipio de Matamoros, Coahuila, con veinte kilómetros; la del vado del ejido El Coyote, Matamoros de La Laguna, con tres kilómetros; la del ejido Lequeitio, de Francisco I. Madero, Coahuila, con doce kilómetros, etcétera.

En el llamado cuadro bajo de Matamoros y Viesca, estas grietas provocan que el agua de lluvia y de las crecientes del río Aguanaval se escapen a las grandes profundidades.

En Lerdo, Durango, según El Siglo de Torreón, el 24 de agosto de 1991, cuando una familia dormía en su domicilio de la colonia Emiliano Zapata, próxima a las faldas del cerro de Las Calabazas, y la Comisión Nacional del Agua (Conagua) desfogaba al lecho del río Nazas agua de la presa Lázaro Cárdenas, una mujer desapareció por un hueco de diez metros de profundidad, que se abrió sorpresivamente a las 4 de la madrugada y por donde según testigos, el agua infiltrada se escapaba con gran fuerza hacia la profundidad de la tierra.

Tras otro hundimiento tipo dolina en la colonia Emiliano Zapata en 1992, vino la multiplicación: en 2008 en la colonia César G. Meraz de Lerdo, en 2010 en la Maclovio Herrera y en 2016 en la Vista Hermosa y Plan de Ayala de Torreón.

Son los hundimientos parte de un proceso de afectación paulatina a La Laguna que incluye, en perspectiva histórica, la desaparición de los manantiales de Viesca, de las lagunas de Mayrán, Viesca y Tlahualilo, la eliminación de esteros y extensas arboledas a orillas del río Nazas, abatimiento del acuífero principal, pérdida de la calidad del agua, surgimiento de hidroarsenicismo, desaparición de microclimas por revestimiento de canales y desaparición de árboles que crecían en las acequias, etcétera.

Corresponde a la Conagua aplicar la ley y frenar inmediatamente la sobreexplotación del agua en la región para recuperar el equilibrio entre recarga y extracción; y que el Distrito de Riego 017 deje de almacenar por períodos prolongados el agua en el sistema de presas de La Laguna a fin de que el Nazas corra libre por su lecho.

La sociedad lagunera lleva décadas exigiéndolo, pero la respuesta ha sido siempre cerrazón, desprecio, indolencia y simulación.

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