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Somos minoría

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MIGUEL FRANCISCO CRESPO ALVARADO

México es un país de minorías. Algunas minorías son mayores que otras. Pero, en casi ningún aspecto de la vida, que no sea la pobreza, hay mayorías reales.

Reconocer esto es particularmente importante en política electoral en donde se gana obteniendo el mayor número de votos, aunque sean los menos quienes hayan ejercido su derecho al sufragio. Pero, incluso si fue una mayoría la que votó, el resultado casi siempre conduce a que se gobierne desde la minoría.

Pongamos de ejemplo las más recientes elecciones presidenciales, las de 2012, en donde salió a votar poco más del 63 por ciento de los ciudadanos empadronados. De esa proporción, Enrique Peña Nieto obtuvo el 38 por ciento de los votos; lo que quiere decir que el actual presidente tenía el apoyo real del 24 por ciento de los electores. En contraste, tres cuartas partes de los ciudadanos inscritos ante el Instituto Electoral se oponían a su mandato o, por lo menos, no votaron por él.

El problema es olvidar que así ocurre. Y todos los aspirantes a ser electos como sucesores de Peña en Los Pinos, hablan ya desde el olvido; es decir, no hay uno solo de los que han dicho "yo quiero ser presidente", que acepte y problematice el hecho de que, en el mejor de los casos, obtendrá una tercera parte de la aprobación de los electores a partir de su voto.

La realidad es que, en el México de nuestros días, no hay un solo político capaz de aglutinar una mayoría real. Pero, desde la soberbia que los caracteriza, hablan del ejercicio del poder como si en verdad tuvieran un respaldo mayoritario. Y si eso es así antes de sentarse en la silla presidencial, ¿cuánto más no será una vez asumido su cargo?

Los mexicanos deberíamos exigir de nuestros políticos, y particularmente de aquellos que sueñan con la Presidencia de la república, un discurso más sensato que partiera del reconocimiento de la ausencia de apoyos mayoritarios y de la necesidad, inevitable, de construir acuerdos. No obstante, lo que escuchamos de voz de los aspirantes es la mentirosa frase "somos mayoría".

Las probabilidades de que una gestión fracase cuando parte de esa lectura equivocada de la realidad, son muy elevadas. Porque las decisiones importantes que se tomen, que impactan a la totalidad de los mexicanos, son ya de origen medidas que son rechazadas por, allí sí, la aplastante mayoría. Por eso, en México es más fácil reunir a gente que está en contra de algo, que convocar a personas que están a favor.

Tras la oposición mayoritaria las vías que quedan a quienes gobiernan desde la primera minoría son: la imposición autoritaria o la inacción indiferente. Peña deja la sensación, desde hace al menos un par de años, de estar ausente de su cargo. ¿Cómo abordará su sucesor la ausencia de apoyo mayoritario? Cada vez que escucho a los aspirantes decir "somos mayoría", crece mi preocupación por lo que pueda venir.

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