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Acuerdos multilaterales en peligro

JULIO FAESLER

Llevamos décadas enteras proclamando las virtudes del multilateralismo y ahora Trump propala el bilateralismo como la regla a seguir en los tratados internacionales. ¿Es esa la regla que de ahora en adelante ha de imperar?

México prefiere los acuerdos multilaterales no sólo para los acuerdos económicos sino en otros campos. La razón es simple. En tratados comerciales, el poder de negociación de una suma de participantes interesados, rinde resultados más amplios en comparación con los de un convenio firmado sólo por dos. En cuanto a responsabilidades internacionales no económicos, el mecanismo multilateral permite programas de acción que sólo así pueden justificarse y ser practicables de manera colectiva.

Las integraciones regionales como la Unión Europea o el Área Norteamericano de Libre Comercio son por naturaleza arreglos multilaterales. Lo que las define es la íntima relación interdependiente que se establece entre las partes participantes.

Ahora el presidente Trump dispone acabar con el TLCAN, que une a su país con Canadá y México desdoblándolo en dos acuerdos bilaterales individuales. La primera cuestión que salta a la vista es la suerte de las concesiones arancelarias vigentes por virtud de ese acuerdo en operación desde 1994.

La perspectiva que ofrece el secretario de Comercio de Estados Unidos, Wilbur Ross, en declaraciones difundidas esta semana, es la de negociar caso por caso, producto por producto las reducciones arancelarias cuyo conjunto compone el tratado que firmaron los tres países. Es evidente que esto significaría repetir las extensas negociaciones que abocaron en el TLCAN.

Más grave aún sería la tarea de reensamblar las preferencias y los tratamientos otorgados bilateralmente entre México y cada uno de los otros dos. Esas disposiciones tendrían que replicarse en el tratado bilateral que habría que negociarse con el otro participante.

El secretario Ross minimiza esas dificultades anunciando que se negociarían "dos acuerdos bilaterales coincidentes y simétricos". La tarea, sin embargo, sería no sólo dispendiosa en tiempo sino vulnerable a que simplemente ya no coincidan los intereses tan difícilmente consensuados en aquellos meses de 1993 de preparación del TLCAN. La integración regional que tenía por objetivo último programas regionales bien puede esfumarse en el intento de tres países por llegar a un consenso por mucho que el secretario Ross, paradójicamente, afirme que se estaría entrando a la nueva etapa "con cadenas de suministro y todo lo demás que se ha construido durante varias décadas".

Si los Estados Unidos pretenden conservar por la vía bilateral los avances que las cadenas de suministro y todo lo demás le han rendido "durante varias décadas" no es entendible la obsesión del presidente Trump en aniquilar el Tratado salvo por la aversión que le tiene a una cláusula, la de la nación más favorecida que aparece en todo acuerdo comercial y que facilita que las concesiones pactadas por unos sean también aprovechables también por otros.

Donald Trump quiere liberarse de los compromisos que se desprenden de la mencionada cláusula, pero quedaría, como es el caso de China recién entrada a la Organización Mundial de Comercio (OMC), sujeto a las reglas de la OMC sin librarlo de dicho mecanismo que ve como una inaceptable carga.

Además de que las ventajas se inclinarán siempre a favor del socio mejor dotado, las negociaciones bilaterales nunca tendrán la amplitud de horizonte como los arreglos multilaterales diseñados no sólo para compartir inversiones, costos, y provechos entre países sino extender sus beneficios más allá de su propio marco.

Hoy día hay más de 100 acuerdos regionales y mercados comunes en vigor entre los cuales los más famosos son la Unión Europea, el TLCAN, el Mercosur, la ASEAN, el Mercado Común del Caribe, la Unión de África Occidental, ALADI. Los esfuerzos actuales por parte de China y ASEAN por montar una vasta región que los uniría con Europa siguiendo la antigua Ruta de la Seda con servicios de ferrocarriles de más de 300 quilómetros por hora, el proyecto más ambicioso hay por el momento, es ejemplo de que los arreglos multilaterales están muy lejos de fenecer.

La respuesta mexicana a la eventual decisión de denunciar el TLCAN debe ser la de continuar con los acuerdos internacionales regionales que tiene vigentes: con países centroamericanos, el acuerdo estratégico con Europa de 1997, el Acuerdo Andino con Chile, Perú y El Salvador, el acuerdo con los países del Caribe o la Alianza del Pacífico.

La propuesta de fraccionar los tratados comerciales regionales reduciéndolos a acuerdos bilaterales es restarles su finalidad superior a lo económico. Los arreglos multinacionales no son la mera suma de concesiones arancelarias. En todos los casos, incluso el TLCAN, sus metas son visionarias.

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