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Un mínimo de respeto

NUESTRO CONCEPTO

Un centenar de días ha bastado para sacudir desde la raíz una relación bilateral que, con todas sus fallas, aciertos y vacíos, costó por lo menos medio siglo construir. La vecindad entre México y Estados Unidos nunca ha sido fácil, unas veces menos que otras. La disparidad en el desarrollo económico, militar y tecnológico ha vuelto imposible que se dé una dinámica entre iguales. No podemos perder de vista nunca una realidad: Estados Unidos es, desde mediados del siglo XX y aún hasta hoy, el centro del sistema-mundo en el que vivimos; México, por muy cercano que esté en términos geográficos a ese centro, no ha podido dejar de formar parte de la periferia.

Desde Ronald Reagan hasta Barack Obama, es decir, en la nueva era del liberalismo económico, la relación de Estados Unidos con México ha estado marcada por contrastes, pero siempre dentro de un marco de respeto por las formas y el protocolo. Comercio, seguridad y migración han sido los temas centrales de la agenda. En México el acento se ha puesto en la migración. En Estados Unidos, el comercio.

El caminar de ambas naciones pude resumirse de la siguiente manera: mientras que para Estados Unidos México es un elemento para consolidar si hegemonía económica a partir de la explotación de materias primas, la producción a bajo costo de bienes de consumo y la expansión de nuevos mercados, para México Estados Unidos ha sido una válvula de escape por la migración y por el alivio que ha traído la inversión procedente de ese país.

En medio está la seguridad. La potencia del norte ha sido históricamente el destino de la droga que se produce o trafica en nuestro país, a la vez que el origen de recursos y armas que utilizan los cárteles de la droga de este lado de la frontera.

Donald Trump se ha propuesto modificar esta relación y romper todas sus inercias. Y lo está haciendo a su estilo, es decir, sin cuidar las formas, dejando de lado los protocolos y usando la amenaza directa como mecanismo de negociación. Más que un presidente, Trump parece el jefe de una organización empresarial con miras a convertirse en un “trust” que busca obtener el máximo beneficio de sus rivales, subordinarlos abiertamente o acabar con ellos. Así es como debemos leer los mensajes, a veces altamente contradictorios, que lanza constantemente respecto a México y la relación bilateral.

La gran dependencia en materia económica, política y cultural para con Estados Unidos, es la causa de la vulnerabilidad exhibida por nuestro país en estos primeros 100 días de la era Trump. El peso se encuentra prácticamente al vaivén del humor que el presidente norteamericano muestre en su cuenta de Twitter. Las autoridades mexicanas no dan crédito a la volatilidad de las opiniones del magnate que un día dice una cosa sobre el muro, el TLC o la migración, y al día siguiente hace otra.

Frente a esta evidente política errática del gobierno de Estados Unidos en esta nueva etapa, el gobierno de la República debe construir un discurso sólido en el mejor tenor de la tradición diplomática mexicana; fortalecer y aumentar la responsabilidad en su política económica; estrechar lazos con otras naciones, y ser coherente con los principios que defiende de cara a Washington. Todo esto debe ser en el ánimo de que la dignidad no es sinónimo de enfrentamiento, pero sí de la solicitud de un mínimo de respeto.

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