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Compañías farmacéuticas

ARNOLDO KRAUS

La industria farmacéutica obtiene sus enormes ganancias a costa de la salud de la población más empobrecida del planeta

Las compañías farmacéuticas son siempre noticia. Entre el medicamento que cura o mejora suceden incontables historias. Incontables historias no es un término exagerado. Entre el inicio de la investigación y la comercialización del fármaco transcurren muchos años; en ocasiones, los científicos tardan veinte o más años entre el principio y la finalización del protocolo, a lo que deben agregarse los largos años dedicados a estudiar por médicos, biólogos, farmacólogos y otros expertos antes de ser admitidos por laboratorios ad hoc. El producto final, antes de llegar a la farmacia, debe recorrer un camino tortuoso y costoso.

Las compañías farmacéuticas son siempre noticia, escribí al inicio. No siempre buenas noticias, agrego. En una visita reciente a México, como expositor en un Congreso Internacional de Oncología, Hagop M. Kantarjian, académico de la Universidad de Texas y vicepresidente del Departamento de Leucemia del MD Anderson Cancer Center en Houston, afirmó, "...antes del 2000 los medicamentos de última generación costaban entre 5 mil y 10 mil dólares al año en EU; en 2012 el promedio fue de 120 mil dólares". Tras exponer algunos datos sobre el poder de las compañías farmacéuticas y las negociaciones que efectúan con congresistas estadounidenses, agregó, "… dan mucho dinero; sólo en EU, según datos del senado, destinaron más de 475 millones de dólares en 2015 a hacer cabildeo. Hay una corrupción organizada que es totalmente legal".

Esa corrupción tiene muchas caras. La más sonada, afortunadamente ahora cuestionada por algunas compañías, es la compra de médicos gracias a jugosas prebendas, dentro de las cuales sobresalen invitaciones a Congresos en hoteles y restoranes de lujo, así como gordas remuneraciones por conferencias sobre nuevos medicamentos. Esa "compra" de médicos prostituye la profesión y cuestiona principios éticos fundamentales. Entre la "compra" y la corrupción expuesta por Kantarjian, comparto otros sucesos dignos de indignidad. El cine y la literatura ilustran.

"El jardinero fiel" es una novela de John Le Carré. En 2005 Fernando Meirelles la llevó al cine. La trama se sitúa en Kenia, donde una activista que preparaba una denuncia sobre el trabajo de una farmacéutica es asesinada; parte de su trabajo consistía en ofrecer medicamentos y refugio a los pobres. En síntesis, la película denuncia el comportamiento de la industria farmacéutica cuyas enormes ganancias se obtienen a costa de la salud de la población más empobrecida del planeta. Según Le Carré, las farmacéuticas representan, "un lado muy oscuro en el que se mueven enormes cantidades de dinero, un secretismo patológico, así como corrupción y avaricia". Del cine y de Le Carré a la realidad.

Sovaldi (Sofosbuvir), del laboratorio Gilead Sciences, es un medicamento que cura la hepatitis C; la enfermedad predispone a cirrosis y a cáncer hepático, patologías con frecuencia letales. El Sovaldi es el fármaco más caro del mundo. En 2014 las ventas significaron 10 mil 500 millones de euros. El consejero delegado del laboratorio es el mejor pagado del sector farmacéutico: en 2013, sus ganancias anuales en acciones, bonos y salarios ascendieron a 170 millones de dólares. Si el costo de Sovaldi se hubiese reducido drásticamente podrían haberse evitado un millón de muertes anuales así como algunos gastos para tratar la cirrosis y el cáncer de hígado.

Las ganancias estratosféricas de las farmacéuticas compiten con la industria militar y el narcotráfico. Compiten también, y en ocasiones lo rebasan, con el Producto Interno Bruto de naciones centroamericanas o africanas. Esas competencias, aún sin números precisos, retratan su inmenso poder. Nadie cuestiona que esas empresas son negocios y como tales deben ganar. El problema no sólo es el monto, sino las formas. Dentro de las formas, añado el desinterés ancestral, casi absoluto, de las grandes compañías para ocuparse de enfermedades propias de naciones pobres o por patologías poco frecuentes: si no hay quien pague los fármacos, ¿para qué o por qué invertir?

Además de los montos, comparto, a vuelapluma, los dobles estándares morales de las farmacéuticas cuando investigan en países pobres y ricos, y la falta de compromiso ético con los voluntarios terminada la investigación. La corrupción y mercadeo de muchas compañías farmacéuticas es ilimitada. Algunas empiezan a modificar sus actitudes. La fabricación de genéricos en Brasil e India, con o sin corrupción -perdón-, es bienvenida.

Notas insomnes. Al igual que sucede con los empaques de tabaco -"fumar mata"-, las cajas de medicamentos deberían contener una nota donde se explicase cuánto gasta la empresa en marketing y cuánto en investigación.

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Escrito en: Arnoldo Kraus

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