Abdul ben Hazam, emir de Córdoba, se enamoró de Aixa, una agarena de profundos ojos negros y cuerpo ondulante de pantera.
Por ella abandonó a su esposa y a sus hijos; por ella dejó de tener trato con su madre viuda y sus hermanos; por ella descuidó del todo su emirato.
Y, sin embargo, Aixa lo engañaba a ojos vistas, lo mismo con cristianos que con moros. Descarada, le decía a Abdul:
-¿Por qué he no puedo dar a otros de vez en cuando lo que todas las noches te debo dar a ti?
Él lloraba en brazos de la veleidosa mujer, y ella reía.
Una noche Aixa fue hallada muerta en un arrabal de la ciudad. La asesinó, celoso, uno de los hombres con quienes se ayuntaba. Abdul hizo construir para ella un mausoleo, y se pasaba los días y las noches abrazado a la tumba de la amada. Decía:
-Ahora es solamente para mí.
Murió al poco tiempo. Su madre y sus hermanos hicieron clausurar el mausoleo, que así se convirtió en cripta. Los amantes la visitan y dejan en ella flores y poemas de amor.
¡Hasta mañana!...