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Los juegos de artificio

JULIO FAESLER

Hace unos meses se abrió un divertido aunque peligroso juego, el de los artificios que va inventando el jefe de nuestro país vecino al norte.

Hay que tomarlos tanto a su valor virtual como a su valor especulativo. Sean cualesquiera sus dimensiones los futuros de ambas naciones están en las nubes de la imaginación… en tanto aterricen.

El miércoles 25 se dieron en espejos sucesivos, ambas imágenes. Paralelos, sobrepuestos, pero diametralmente distintos. Hologramas de realidades por asentarse: el astuto negociador anuncia salirse del TLCAN, contradice luego su movida, y desconcertante, llama por teléfono a sus colegas, Enrique Peña Nieto y Justin Trudeau. La negativa matutina se ajusta. No... Ustedes tienen razón. Mejor modifiquemos el Tratado.

Ha ganado un punto. Cediendo, la generosidad fortalece su mano. Quedamos tranquilos. El Peso se relaja; la Bolsa respira. El jugador descansa y alista la siguiente tanda.

El mundo habrá que aprenderle. Lanza misiles a Siria para el aplauso de la galería de intransigentes, avisando al valedor ruso. Es la alerta para negociar.

En otra parte del mundo reta a Norcorea. El aludido lo toma serio y responde con vistosa artillería costera y un video virtual donde se bombardea a la Casa Blanca. El jugador encuentra su infantil pareja. Las fintas recíprocas se multiplican. Otra maniobra falsa, la naval que va a Australia, pero que se dirige al Mar de Japón. Los centros de la diplomacia convencional se alarman.

De verdad, hay que saber cuándo se le toma en serio al negociador juguetón que quiere regalarle a su ansiosa galería expectante siquiera unos éxitos en los primeros cien días, aunque a costa de las plateas timoratas.

En México los institucionales nos preocupamos porque no nos gustan los juegos. Nos tomamos muy en serio y somos hasta solemnes, especialmente cuando se trata de dudar de la radical desconfianza que la historia nos enseñó hacia todo.

Por eso la cuestión del TLCAN nos puso serios. Seguro que alinearemos todo el arsenal para que no se vacile con el tema. Quizá un poco de buen humor faltaría, combinado con golpes secos a la economía del negociador, ahí donde duela. Tampoco se siga jugando con el muro. Nadie cree que sirva, pero no hay tolerar que la avaricia de algún mexicano bromee con estar interesado en levantarlo.

¿Qué hacemos con las complejidades del desorientado gobierno de Trump? Seguir tozudamente nuestra ruta de fortalecer con nuestros recursos los éxitos de la agricultura frutas, legumbres y flores, recuperar la perdida autosuficiencia alimentaria para recobrar soberanía política, recomprar las industrias y la banca de que una racha de empresarios vendió y aprender las nuevas técnicas cibernéticas y dejar de ser aprendices y subordinados. Darnos a respetar.

Aquí está el detalle. Mientras no extirpemos la mentalidad de la transa, no gozaremos de respeto ni de nosotros mismos. Menos del de los de fuera. La confianza es un componente indispensable para el éxito en el mundo mundializado que nos envuelve y domina.

Hay una sintonía que identifica al negociador-jugador de Washington con la posición de muchos mexicanos. Aunque aparenten un propósito nacionalista proteccionista, en realidad el verdadero interés de Trump es personal, fincado en una fe ciega en las bondades de la libre empresa. Muy en el fondo, nuestro gobierno actual y el grueso del empresariado sintoniza con las virtudes de la libre empresa como motor del desarrollo económico y social de los pueblos.

La diferencia está en que Donald Trump puede convencer a sus votantes adictos con alardes populistas de corte nacional, pero nuestros votantes ya están cansados de los engaños de su gobierno, y no quedan restos de la confianza que alguna vez llevaron al poder y mucho menos de sus dudosas estrategias.

Ni Trump ni los políticos mexicanos en el poder durarán mucho. Entre tanto, la tarea de los empresarios verdaderamente nacionalistas es fortalecer el aparato productor agroindustrial y de servicios asegurándose de ser dueños responsables que no siguen ofreciendo nuestro desarrollo y empleo a interés ajenos a México

Nuestro contrincante es astuto. Hasta ahora sólo prevemos defendernos. No basta. Hay que crear nuestra propia estrategia positiva que vaya más allá de lo hasta ahora conocido y no de mera defensa.

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