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Leonel

Diálogo

YAMIL DARWICH

¿Cree usted en los héroes sociales anónimos?; ellos se cuentan por millones, quienes transcurren o transcurrieron su vida haciendo su trabajo con la mejor disposición y dando su mejor esfuerzo.

Son personas -hombres y mujeres- que aportan a la sociedad calladamente; si acaso son sus familiares y cercanos quienes se llegan a enterar de sus esfuerzos y, en ocasiones, todos aquellos que se benefician con sus obras.

No son esos humanos "públicos" que gustan de "orar en las esquinas y sentarse los primeros en las mesas" buscando "salir en la foto del Siglo". ¿Conoce usted alguno?

Sé que usted tiene sus "héroes anónimos": familiares, amigos, compañeros de trabajo y/o vecinos, quienes viven alejados de los reflectores de los medios de comunicación, aunque de vez en vez aparezcan ante nosotros en alguna publicación. Son un chispazo de luminosidad cuando nos atienden y satisfacen alguna necesidad material o en esas situaciones en que nos alientan el espíritu.

Hay uno que tiene esas particularidades; se llama Leonel Rodríguez Rodríguez.

Él llegó a La Laguna en septiembre de 1968, para ingresar -cargado de ilusiones- a la Facultad de Medicina de la UAdeC.

Ahí empezó a ganarse su lugar como lagunero de adopción, logrando titularse siete años después y luego cursar la especialidad en gineco-obstetricia, graduando en 1981, iniciando su servicio a la comunidad.

Recuerdo una anécdota vivida con otro lagunero por adopción; un libanés que terminó de vivir sus días en esta región -mi papá, Don Emilio- a quien yo hacía "renegar" por su ligero acento extranjero, quien siempre mostró amor y agradecimiento a la región.

En uno de esos días en que no estaba para bromas, me llamó la atención por mis juegos y hablándome sobre su amor a La Laguna me dijo, casi gritando: "yo soy más mexicano -lagunero- que usted, porque usted nació aquí y yo decidí vivir aquí".

Como él y Leonel, hay muchos buenos seres humanos que adoptaron a esta región como su tierra.

Durante su ejercicio profesional atendió a mujeres que le confiaron su salud, a numerosas embarazadas, salvó de la muerte a muchas otras y trajo al mundo a muchos laguneritos.

El doctor Rodríguez tiene ahora 67 años de "juventud acumulada" y ya jubilado continúa participando en pruebas de maratón, como la que organiza la empresa LALA, en la que ha participado en cuatro ocasiones.

Ahora, retirado de la medicina, honrosa y merecidamente, ha encontrado una nueva ocupación que es "jubilosa" diversión: recorre nuestro país para conocer muchos de sus rincones y secretos.

Otro "muchacho de corazón", el profesor Luis Azpe Pico -me enseñó a ver la vida desde un ángulo distinto- me dijo alguna vez, tomando café y dialogando sobre la jubilación y la vejez: "sólo se aburren los pen…" y tiene mucha razón.

El doctor Rodríguez se propuso una meta: visitar y documentar la existencia de los pueblos mágicos de México y lo logró, así como termina cada carrera atlética que se propone.

Ha visitado 36 municipios de Coahuila y estudiado a los 111 pueblos Mágicos catalogados por la Secretaría de Turismo; de paso, ha estado presente en las 26 maravillas arqueológicas de nuestro país. Todo lo tiene documentado y su gusto por la escritura le ha permitido publicar sendos reportajes en "El Siglo de Torreón".

La nota triste la dan nuestros administradores públicos; aunque el estudio de campo y rescate histórico lo hizo con sus propios recursos económicos, no ha encontrado eco para la publicación de un documento útil para la memoria nacional; y es que todos los politiqueros andan permanentemente ocupados en la grilla, agarrarse de un nuevo hueso y/o morderle al presupuesto y así no quedan recursos para editar libros.

Ojalá que alguna institución se interesara en publicarle, tal vez su alma mater.

Otro médico jubilado, el doctor Felipe Valero, miembro del grupo "Amantes de la vida" -para pertenecer a tal club de amigos debe llenarse el único requisito de tener una edad mayor a los 60 años-, durante el reconocimiento público que se le hizo en la Facultad de Medicina, en Torreón, Coahuila, le dijo: "Viajar, doctor, es el sentir que nuestra vida no fue plana, estéril, aburrida, rutinaria, porque día con día es la mismo, sin diferencia alguna (…) nuestro espíritu es tan grande como el universo donde caminamos o tan pequeño como el que construimos sin caminar, sin conocer, si oliscar la yerba recién cortada, sin conocer más que un limitado terreno, que también limita al espíritu, haciéndonos cada día más pequeños los ojos, sin darnos cuenta que nunca vivimos… ¿vivimos?, encerrados, sin vida y sin saberlo".

Como Leonel, hay y ha habido muchos laguneros de corazón a quienes no hemos sabido apreciar. ¿Usted a cuantos conoce?

Habría que agradecerles y reconocer, como dice el refrán: "En vida hermano, en vida".

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