El debate celebrado la semana pasada por el Instituto Electoral de Coahuila, en el que participaron los candidatos a la gubernatura del Estado, amerita ser objeto de análisis a la luz de una realidad que nos recuerda que la política es ciencia de lo posible.
La historia universal y el mundo de hoy, nos muestran una secuencia de ejemplos de avance y retroceso, ascenso y caída, con casos de madurez política y otros en los que resulta patente la fragilidad de la vida pública y la denigración y el abuso en el ejercicio del poder. Lo anterior es parte de la imperfecta naturaleza humana, que exige grandes y constantes esfuerzos personales y colectivos, para lograr y mantener niveles decorosos de calidad.
En el caso del Debate que nos ocupa, es de reconocer que el formato tiene limitaciones que le son propias, así como las que resultan del excesivo número de candidatos, y otras limitaciones relativas al desempeño de los protagonistas.
Es irresponsable mostrar asco ante el resultado del debate y condenar por sistema los cuestionamientos de uno y otro lado, porque los partidos y candidatos que se presentaron son lo que como sociedad hemos producido los coahuilenses de cara a la importante decisión del próximo cuatro de junio y por otra parte, la competencia exige el escrutinio de la sociedad y los señalamientos del adversario, de tal suerte que según la crítica se ajuste o no a la verdad comprobada, podremos juzgar si tales señalamientos son fundados o infundados.
Ejemplo de lo anterior lo ofrece el tema relativo a los Servicios del Sector Salud en el Moreirato, que habiendo recibido una crítica negativa de los candidatos de oposición y una justificación insultante por parte del candidato del PRI, la crítica en contra del Gobierno resulta fundada, de acuerdo a la experiencia que estamos viviendo los coahuilenses, en el aquí y ahora de nuestra realidad.
En el Debate afloraron ideas de todos colores tendientes a sanear las finanzas, mejorar la educación y fortalecer la seguridad, y toca hoy a los candidatos con el impulso de la sociedad participativa y de los medios de comunicación, el ahondar en su desarrollo. Como muestra están los Encuentros de El Siglo de Torreón, en los que los candidatos son interpelados en vivo y en directo por ciudadanos bajo la consigna: "Los candidatos responden, Coahuila decide".
Quienes condenan el Debate por virtud de las descalificaciones recíprocas de los candidatos, se quedan con el impacto morboso del señalamiento y no profundizan en el contenido. Para emitir un juicio acertado, debemos medir reloj en mano los minutos empleados por los candidatos entre los tiempos de ataque y los de propuesta, y enseguida analizar el contenido de fondo de unos y otros para juzgar el desempeño de cada uno.
Si hacemos este ejercicio, llegaremos a la conclusión de que en el Debate los candidatos dejaron al menos constancia de su perfil y trayectoria, así como de sus posibilidades de desempeño, frente a la disyuntiva que se presenta a los coahuilenses, en el sentido de decidir sobre la permanencia en el PRI de los Moreira, o el cambio como oportunidad histórica.
Miguel Riquelme dejó constancia de ser un lacayo del Moreirato que ofrece más de lo mismo, en tanto que Guillermo Anaya y Javier Guerrero probaron ser aptitud para el de cambio desde sus respectivas posiciones, panista el primero, priista disidente el segundo. Armando Guadiana se revela como un elemento fuera de lugar, porque se pierde en el discurso del "Peje" López Obrador con miras al dos mil dieciocho, en vez de enfocarse en la imperiosa tarea que impone la realidad específica de Coahuila, en el sentido de echar a los Moreira del gobierno y llevarlos ante la justicia.
La democracia es para ciudadanos libres y pensantes. Los coahuilenses debemos razonar nuestro voto enfocando a partidos y candidatos en campaña, y el Debate deja claro que nuestra decisión consiste en permitir que los Moreira sigan en el poder u ofrecer una oportunidad al cambio.
