Hablo... luego existo
1. A Renato o René Descartes, filósofo francés del Siglo XVII, considerado padre de la filosofía moderna, se le atribuye haber expuesto en el Discurso del Método, el Sistema Cartesiano de la Duda Metódica que tuvo como principio...
El "cogito... ergo sum" (pienso... luego existo); posteriormente diversos filósofos cartesianos, modificaron tal axioma sustituyéndolo por "cogito, ergo dúbito; dúbito... ergo sum" (pienso, luego dudo; dudo... luego soy). El sistema cartesiano propone poner en duda todos los postulados de la ciencia, revisarlos para llegar a la verdad sin renunciar a ésta, sino someterla a duda como método para obtener el conocimiento; la duda es el método para alcanzar la verdad.
La mente, el hombre, puede asumir frente al conocimiento diferentes actitudes o posturas: certeza, duda, ignorancia o error. La primera consiste en estar en posesión del conocimiento; la segunda, se compara al péndulo que oscila entre una verdad y otra, sin detenerse en ninguna; la tercera, es la ausencia de conocimiento, y la última es admitir como verdadero lo que es falso o tener una falsa concepción de la realidad. La duda metódica se opone a la duda sistemática, porque esta renuncia al saber; pero no puede haber una ausencia absoluta de conocimiento; siempre se sabe algo, pues aún el postulado de Sócrates "Yo sólo sé que no sé nada", que con el "Conócete a tí mismo", son la base del pensamiento filosófico socrático, encierra una enseñanza: saber que nada se sabe, es ya saber algo.
2. Azorín, seudónimo de quien realmente se llamaba José Augusto Trinidad Martínez Ruiz; con tal sobrenombre trascendió y es identificado en la historia de la literatura, fue un escritor español de finales del Siglo XIX y mitad del Siglo XX, pues nace en 1873 en Alicante y muere en Madrid en 1967. Cultivó el ensayo, la novela y el teatro. Perteneció a la Generación del 98, corriente literaria que él mismo fundó. Escritor prolífico, incursionó con éxito en la literatura, y se preocupó siempre por el estilo, dejó para la posteridad el aforismo: "El estilo es el hombre", queriendo significar con ello que el hombre encierra su propio estilo; éste es consustancial a su naturaleza humana. Podría decirse que el postulado de Azorín, considerando su vasta y rica obra sería: "Escribo... luego existo".
Azorín fue uno de los escritores que a comienzos del siglo XX luchó por el renacimiento de la literatura española. Fue conocido por sus ensayos y novelas entre las que pueden destacarse La ruta de Don Quijote, Doña Inés, Don Juan, Pueblo, El escritor o La isla sin aurora. Sus inicios estuvieron marcados por una sensibilidad de carácter anárquico y sus primeros libros respondían a esa ideología; pero desilusionado, sus propias conclusiones lo llevan a adoptar un ideario conservador al enfrentarse con algunos de los mitos finiseculares (de fin de siglo).
El seudónimo Azorín apareció por vez primera en un artículo publicado en España. Se caracterizó en sus primeros escritos por ser un anarquista literario, tanto por sus cualidades agresivas e hirientes, como por las formas empleadas. El estudio de ideologías revolucionarias en lugar de los textos de Derecho, carrera que estudiaba, le permitió redactar textos incisivos, incluso insultantes, en los que el contenido prevalece sobre las formas. El empleo de hasta media docena de seudónimos puede ser un indicador de su inseguridad en los primeros años.
Las novelas Alma Castellana (1900), Castilla (1912), Don Juan (1922) y Doña Inés (1925) tienen una característica propia: la elección de algunos aspectos de la narración recreados con gran detalle, en perjuicio de otros a los que les da una menor importancia. Sus novelas se caracterizan por la escasez de diálogos y la multiplicidad de monólogos y narraciones continuadas que las hacen lentas y carentes de ritmo. Así mismo, desde su juventud se caracterizó por el empleo de experiencias personales para armar sus novelas. Tal es su estilo. Azorín es un referente de cómo escribir con claridad. Su lema fue: "Estilo Oscuro… Pensamiento Oscuro".
3. Uno de los más finos, elocuentes y exquisitos oradores que ha tenido México, fue el maestro José Muñoz Cota. En un breve e interesante Ensayo Variaciones en Torno a la Oratoria titulado El hombre es su Palabra, publicado en 1974 y reimpreso con autorización del maestro por el Ayuntamiento de Torreón, Coahuila, en 1980, edición que yo tengo, Muñoz Cota afirma entre otras cosas: "El hombre es su palabra. Ella lo concreta y lo define. Es su retrato, su imagen fiel".
"Cada hombre nace con ella; con la suya precisamente. La palabra revela el color del alma; la naturaleza del pensamiento propio, la identificación de las emociones. Por la palabra se expresa el espíritu. Por eso el verbo es júbilo y el silencio tristeza, soledad y nostalgia... probablemente el hombre primitivo se entendió mediante silencios; quizá, después, sonidos guturales, gruñidos, señas, hasta que las primeras palabras rompieron la distancia e iluminaron el aire. La vida tomó, entonces, plena conciencia; se desvaneció el caos; se desmoronó la soledad. Todavía hoy, el hombre que no habla, que no se hace comprender, anda sonámbulo, exilado, gravemente ausente".
José Muñoz Cota fue escritor, maestro, político, diplomático, pero sobre todo orador. Muchas cosas podrían decirse y escribirse sobre este insigne mexicano. Me limito ahora sólo a reproducir la nota que el prestigiado abogado duranguense, apasionado y elocuente orador, Enrique Arrieta Silva, escribe y publica en El Siglo de Durango en su edición del 19 de noviembre de 2012: "Federico Corral Vallejo es autor de un libro editado en 2007, bajo el título Biografía de un Relámpago, donde retrata a pinceladas la vida y obra del tribuno que nació en Ciudad Juárez, Chihuahua el 21 de enero de 1907 y fallece el 13 de marzo de 1993, en la Ciudad de Oaxaca".
"José Muñoz Cota fue el Primer Campeón Nacional de Oratoria en el año de 1927, del concurso de oratoria del periódico El Universal que llegó a ser el de mayor prestigio en el país. Ese mismo año representó a México en el Concurso Internacional de Oratoria celebrado en Washington, USA; obtuvo el segundo lugar, recibiendo como premio un viaje a la culta Europa; allí empezó su internacionalización que le valió más tarde para ser embajador de México en algunos países".
"No exagera Corral cuando lo considera el máximo orador de México, gracias a que se dedicó a leer antes que a orar, a leer antes que escribir, a leer antes de izar sus ideales, a leer antes de enseñar. Fue maestro de una generación de brillantes oradores: Celso Humberto Delgado, Ignacio Carrillo Carrillo, Heladio Ramírez López, Fernando Córdova Lobo, René Palavicini, etc.".
La oratoria fue no solamente su vocación, sino su afición. Así decía: "Hablar no constituye un ejercicio tangente a la vida; es la vida misma. ¿De qué nos serviría la inteligencia, qué función representaría la sensibilidad; para qué la emoción, si no hubiera una forma de expresarlas?
Por eso "Hablo... luego existo", es su postulado. Porque el pensamiento necesita de la palabra para expresarse. Una emoción callada es una emoción suicida. En el Ensayo citado El Hombre es su Palabra, Muñoz Cota incluye una carta dirigida a un joven orador, en la que entre otras cosas, le dice: "Amigo y joven orador: Necesitas frecuentar a los maestros de la palabra, lo mismo en el pasado que en el presente inmediato. Necesitas leer no libros sino bibliotecas. Necesitas velar todas las noches tus armas idiomáticas para salir airosamente... necesitas, por fin, el estado de conciencia de tu misión política en la vida. . .Un orador es la garganta de los pueblos; la lengua del hombre, la voz de la humanidad. ¡Un orador es lámpara, llama, hoguera; lámpara, llama y hoguera de paz, no de guerra!".
Podría cerrarse el círculo así: En tanto que pienso, dudo; en tanto que dudo, hablo; en tanto que hablo, escribo; en tanto que escribo... existo! ¿Qué le parece, amable lector?
