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Opinión - Jaque mate

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SERGIO SARMIENTO

Ya se ha acumulado demasiado carbono en la atmósfera por lo que tardaríamos décadas, aun con restricciones mucho más fuertes que las del Acuerdo de París, para detener el calentamiento.

Este 22 de abril se celebra el Día Internacional de la Tierra. También marca un año de que el Acuerdo de París para combatir el cambio climático fue abierto para su firma en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York. Hoy más que nunca, sin embargo, hay dudas sobre el futuro del acuerdo y sobre la salud del planeta.

Para muchos el gran riesgo lo encarna Donald Trump. Después de todo, el nuevo presidente de los Estados Unidos firmó el 28 de marzo una serie de órdenes ejecutivas que echa para atrás una parte significativa de la Ley de Energía Limpia de Barack Obama. Trump ha declarado que le interesa más crear empleos en Estados Unidos que evitar el cambio climático. En el pasado ha dicho también que no cree en el calentamiento global.

Pero no se trata de creer o no creer. El aumento de la temperatura es una realidad científica. Estamos viviendo los años más calientes desde hace 115 mil años. Lo peor es que el alza en los termómetros ha ocurrido en un tiempo muy corto: a partir de que la actividad humana empezó a arrojar gases contaminantes al cielo.

Esto no quiere decir que Trump sea el responsable de estar matando al planeta. Con Acuerdo de París o sin él, la Tierra va a seguir calentándose. Las reducciones en las emisiones planteadas en el convenio internacional son insuficientes para detener el proceso. Peor aún, pueden provocar una mayor pobreza y sufrimiento que el propio cambio climático.

Ya se ha acumulado demasiado carbono en la atmósfera por lo que tardaríamos décadas, aun con restricciones mucho más fuertes que las del Acuerdo de París, para detener el calentamiento. El daño a la envoltura gaseosa del mundo por la actividad industrial y los vehículos es innegable, pero detener la actividad económica no sólo empobrecería de manera dramática a la población, sino que no frenaría la modificación a los patrones del clima.

Es indispensable empezar a reducir el vertido de sustancias a la atmósfera, pero esto se logra mejor con tecnología que con restricciones al uso de vehículos o de ciertos combustibles. Uno de los pocos países que logró una disminución de sus emisiones en los últimos años fue Estados Unidos, incluso antes de que Obama ordenara restricciones al uso del carbón o impusiera otras medidas restrictivas. El avance fue producto del éxito de la técnica de fracking para extraer gas natural, recurso que ha reemplazado al carbón, mucho más contaminante, en numerosas plantas generadoras de electricidad.

Los países del mundo deben profundizar las técnicas que han servido para reducir las emisiones, como el reemplazo de carbón por gas. Deben también fomentar la investigación sobre otras formas de energía, como la eólica, la nuclear y la solar, que pueden ofrecer soluciones más de fondo, pero a un plazo mayor. Las restricciones de poco o nada sirven.

Mientras la tecnología avanza, la humanidad debe entender que no podrá frenar el calentamiento global durante décadas. Es mejor prepararse para lo inevitable. Las sociedades con un mayor desarrollo económico tienen mejor infraestructura para resistir los embates de la naturaleza. No es lo mismo una tormenta en Perú o en Haití que en Miami.

Si el objetivo final de la política ambiental es mejorar la vida de la gente, no podemos aceptar una estrategia que empobrece a los más pobres sin ayudar a reducir el cambio climático.

Twitter: @SergioSarmiento

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