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La guerra civil de Siria; gases asesinos

JULIO FAESLER

Lo que está sucediendo en el mundo tiene que ver de alguna manera con México, en cuanto somos país que busca contribuir a la paz y concordia mundial.

Nosotros somos signatarios del Tratado de Tlatelolco que García Robles creó y llevó a su éxito rotundo y admirado. Es especialmente preocupante lo que estamos sabiendo por los medios internacionales de las flagrantes e inhumanas violaciones a los derechos humanos.

México ha formado convenios internacionales sobre estas materia y sobre asuntos ambientales. Somos defensores de principios ecológicos. Tenemos experiencias, no siempre a nuestro favor, en asuntos relativos a la protección de especies marinas. Asimismo tenemos experiencias en relación a siniestros naturales como terremotos o incendios forestales.

Lo anterior nos describe como un país de clara sensibilidad humanista. Es por esto que nuestra cancillería no debe dudar de asumir una posición fuerte cuando llegan a su conocimiento las indescriptibles bestialidades que el presidente Bashar al Assad, de Siria, está ordenando lanzar contra su propio pueblo.

No es la primera vez que Assad es el verdugo. El uso confirmado en estos días de gases en las campañas del ejército sirio contra los rebeldes y contra kurdos es un hecho que condena a Assad como criminal del más alto relieve. El número de muertos asciende a miles además de los que han quedado afectados de por vida.

El uso de gases letales como el de Mostaza quedaron proscritos por las Convenciones de la Haya de 1899 y 1907. Fue la respuesta a los primeros ensayos, a escala baja, que se habían dado en batallas menores en Europa. Pero violando esa prohibición desde el principio de la I Guerra Mundial en 1914 comenzaron los primeros incidentes de la criminal práctica que habría de extenderse hasta 1918.

Fueron los franceses, alemanes e ingleses los que la emplearon en las fatídicas batallas de las trincheras tan dramáticamente relatadas por Erich María Remarc en su libro Paz en el Frente Occidental. Gas cloro al principio, luego Fosgene y después gas Mostaza.

Al final de la IWW habían muerto 100,000; el uso por los dos lados fue aumentando. Había comenzado por los franceses en noviembre de 1914 con rifles de gas lacrimógeno, luego en Ypres 1915, por los alemanes. Para 1918 los aliados habían usado más gas mortíifero que los alemanes.

Hay que enjuiciar a Bashar al Assad, hijo de quien tomó el poder en 1961 y ha gobernado con dureza, con la máxima severidad en la Corte Internacional Penal instalada en La Haya y el Tribunal Penal Internacional no deben dejar pasar la oportunidad de acusar formalmente a Assad como criminal de guerra y genocidio. En el posible caso de que este personaje continúe en el poder, la condena debe mantenerse vigente hasta que por fin sea derrocado.

Los terribles hechos han sido debidamente registrados en todos los medios internacionales. El 17 abril de 2015 se registró un ataque químico en Siria que mató principalmente a niños. 1,300 víctimas murieron 21 agosto de 2013 en Jhouta, un pueblo cerca de Damasco. El 24 agosto se efectuaron 2,016 bombardeos de Siria con canastos cargados de gas Sarín.

Actualmente el 90 % de los ataques ha sido perpetrado por los propios sirios acompañados por las fuerzas rusas que fueron invitadas en septiembre de 2015 por el gobierno a reforzar la campaña contra los rebeldes, los kurdos y el ISIL.

Una explicación del apoyo ruso a Siria es que la empresa estatal Gazprom provee el 25 % del gas que Europa consume, y ese gas se va a través de Siria.

La historia del uso de esta arma química ya es larga en estos últimos tiempos: gas Mostaza por Saddam Hussein de Irak, gas Sarín en la guerra civil de Siria, y gas Mostaza por ISIS contra kurdos de Irak.

Las protestas contra Assad comenzaron de marzo de 2011 y se recrudecieron para junio. Julio 2011 fue la matanza de Ramadán con 146 muertos. La violencia extrema sigue hasta estos mismos días.

Las pavorosas fotos que las redes sociales nos circulan nos hacen reflexionar en lo fácil que puede ser el echar mano del arsenal de gases que algunos países hoy día almacenan. Como también los norteamericanos usaron Napalm en la guerra de los trópicos del sudeste asiático.

Ante estas realidades, tan ajenas a la vida en México, no hay más que abogar a través de nuestros representantes diplomáticos, el enjuiciamiento internacional penal inmediato, comenzando por el presidente Assad.

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