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El papel de la sociedad civil en la coyuntura actual

JULIO FAESLER

Hemos despertado a la realidad de que México tiene que seguir su desarrollo sin más recursos que los propios. Terminó la etapa en que dependíamos de la buena voluntad del exterior para apoyar nuestro avance. Es más, durante todo el siglo pasado y lo que va del actual los Estados Unidos siempre brindó apoyo a los sucesivos gobiernos mexicanos. Las cosas, sin embargo, han cambiado.

El escenario norteamericano se ha vuelto imprevisible. Los muy probables cambios en la relación bilateral, especialmente la económica y social, podrán afectar, sin aviso previo, el flujo de los intercambios comerciales y empeorar el trato a las tradicionales migraciones recíprocas que nos enlazan.

El solo anuncio de la revisión al TLCAN, propuesta por la administración norteamericana, ha disparado, por ejemplo, una alarma general que confirma lo inestable que se ha convertido lo que veíamos inserto en un marco conocido y confiable. La suerte del país parecería depender de las propuestas que habrán de llegar desde Washington, pero que habría que esperar antes de reaccionar a lo que es por ahora apenas el inicio.

Lo anterior explica lo urgente que es abrir alternativas económicas en los horizontes mundiales buscando contrapeso a los daños que puedan estar en puerta. Aunque algunos apuntan al clima actual de aislamiento y proteccionismo como poco propicio para hallar nuevas opciones en mercados, es un hecho que las empresas privadas internacionales muestren interés en las atractivas oportunidades que México les ofrece para sus negocios.

En efecto, los inversionistas norteamericanos, europeos y asiáticos han reaccionado ante los desafíos de la presente coyuntura en favor de nuestro país al que perciben moderno y competitivo, terreno propicio para nuevos proyectos.

Es, pues, el momento de diversificar mercados y socios internacionales. Ese paso no lo puede dar, empero, el gobierno por sí solo, sin el concurso de las fuerzas reales que forman la sociedad civil, que abarca el conjunto de energías privadas y corporativas que forman la fuerza económica y social de México.

Afortunadamente México puede dar el paso que falta hacia una mejor coordinación entre directivos de organizaciones gubernamentales y empresas particulares para formar una estrategia compartida en metas y esfuerzos que ponga remedio las carencias actuales.

Una fórmula ya ensayada de encauzar el desarrollo socioeconómico de manera democrática es la activa comunicación entre representantes del gobierno y de la sociedad civil en consejos socioeconómicos mixtos como el que hace tiempo aquí funcionó.

Las reuniones periódicas de ese tipo de entidades que reúnen los sectores público, empresarial y social son el foro para compartir planteamientos, experiencias y vías de solución y convenir en la respuesta colectiva a situaciones concretas que esperan una respuesta consensada.

Los consejos económicos y sociales son órganos de consulta bien conocidos en Europa y América Latina, compuestos por representantes de diversas facetas de la sociedad civil, con la finalidad de orientar la acción pública particularmente en cuestiones económicas y laborales. La reunión de representación de los diversos intereses sectoriales auspicia un diálogo social directo y franco que, si se quiere, puede institucionalizarse haciendo llegar al gobierno recomendaciones específicas o incluso buscar consensos políticos para preparar propuestas legislativas. Diseñados así, los consejos económicos y sociales son un ingrediente esencial de la democracia moderna participativa.

En México el Consejo para el diálogo social con los sectores productivos, funcionó en el sexenio de Vicente Fox. Integrado por 64 consejeros empresariales, trabajadores y de la academia, el Consejo era órgano de consulta para políticas sociales, fiscales, laborales, agrícolas y hasta los relativos a la reforma política y estaba encabezado por el presidente de la República y como secretario Ejecutivo, el secretario de Trabajo.

En 2006 México fue admitido como miembro de pleno derecho a la Asociación Internacional de Consejos Económicos y Sociales e Instituciones Similares, al lado de más de cincuenta organizaciones nacionales análogas.

Es necesario revivir el Consejo Económico y Social para que la Sociedad Civil tenga la voz que requiere para contribuir efectivamente a orientar al gobierno en los pasos más coherentes con los deseos de la población.

La coyuntura actual obliga a la Sociedad Civil a dejar atrás su papel de sólo accesorio en las decisiones nacionales para ocupar el espacio de acción efectiva para la cual desde hace muchos años se ha venido preparando.

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