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CONTRALUZ

MARÍA DEL CARMEN MAQUEO GARZA

LLENAR LOS VACÍOS

Amo el canto del cenzontle, pájaro de cuatrocientas voces. Amo el color del jade y el enervante perfume de las flores, pero amo más a mi hermano el hombre.

Netzahualcóyotl.

Con los años me descubro albergando pensamientos que con anterioridad juzgaba propios de los ancianos, como afirmar que los tiempos pasados fueron mejores. El siglo veintiuno ofrece maravillas que ni Verne o Asimov hubieran imaginado, pero en términos de deshumanización, el precio a pagar es elevado.

Viene a mi mente esta reflexión al inicio de la primavera, temporada de conciertos matutinos alrededor. Será el cambio climático, o que los niños que antes eran cazadores urbanos están metidos en sus aparatos electrónicos, hoy en día los árboles circunvecinos son visitados desde temprana hora por calandrias, cenzontles, unos tordos que conocen popularmente como "pájaros del viento", y cardenales, que por acá llaman "cadernales", cambiando dos consonantes, (igual hacen con el chile "piquín" al que muchos llaman "quipín"), y finalmente un par de pájaros carpinteros. En lo personal es una forma deliciosa de mantenerme en contacto con la naturaleza en medio de la mancha urbana, una oportunidad extraordinaria para alabar a Dios.

¡Cuántos fenómenos se van tejiendo en torno a esa necesidad enfermiza denominada "codicia"! La nota de esta semana la dio Mauricio Ortega, quien de director de un rotativo muy conocido pasó a vulgar ladrón internacional, luego de sustraer prendas de jugadores famosos e intentar venderlas a través de Internet. Claro, no podía faltar un sistema judicial que calificara aquello de "travesura", justo en momentos cuando los ojos de los Estados Unidos están puestos en los mexicanos, buscando demostrar que llenamos el calificativo de "delincuentes" que nos ha colgado Mr. Trump. O sea, el robo de los "jerseys" es un asunto serio de corte internacional, pero al ladrón le perdonan la travesura, él se compromete a devolver las prendas robadas, el delito se cancela y Trump se justifica.

"Para entender los actos irracionales de un adulto, pregúntate qué quiere lograr con ellos el niño que lleva dentro". Hay infinidad de comportamientos detrás de los cuales se percibe un vacío en el interior de su autor. Son oquedades que buscan llenarse de alguna manera, pero al andar caminos equivocados, no se logra hacerlo. Hay sensaciones de vacío que se extienden a todas las esferas, de modo que el individuo a mediación o cerca del término de su vida se pregunta qué ha hecho en tantos años, y se deprime. Hay vacíos que son producto de una baja autoestima, entonces, como la persona no está satisfecha consigo misma, requiere de manera constante el aplauso exterior, mismo que siempre será insuficiente. En estas condiciones la persona sufre al considerar que no está logrando el justo reconocimiento. Siempre y cuando el sentirnos bien dependa de elementos externos, iremos, si no a la deriva, sí con altas y bajas que terminarán haciendo de la vida algo insufrible.

Hay vacíos muy patológicos que buscan llenarse mediante sensaciones artificiales y se recurre a químicos para tratar de conseguirlo. Pertenecen a personas adictas que al ser cuestionadas aseveran que no lo son, y que en cualquier momento pueden dejar aquello que las tiene atrapadas, como serían el alcohol o las drogas. Nuevamente esas personas se sienten satisfechas solamente a expensas de elementos externos, de modo que su satisfacción es como una barcaza frágil en alta mar.

El consumismo, dentro de sus premisas busca hacernos sentir distintos tipos de vacío. No tengo la prenda de última moda que acaba de salir, surge un vacío. No poseo un inmenso capital para pagarme un viaje al espacio, soy un fracaso. Tengo un vehículo de reciente modelo que funciona bien, pero la fantasía consumista me bombardea con mensajes de que "todos" menos yo cambian de carro como cambiar de calcetines; frente a ese panorama, estoy condenado al vacío. Y así avanzamos por la vida, muchas veces olvidando contar las bendiciones que sí tenemos, y más bien lamentando aquello que no es nuestro, por más irracional que resulte, y nos sentimos muy infelices, tanto que hasta consideramos el suicidio, ya sea por la vía corta o larga, pues finalmente -en nuestra depresión-no vale la pena vivir.

La primavera es buen momento para hacer un inventario personal, revisar qué vacíos voy cargando, de dónde surgieron y por qué, y en un dado caso, cómo y con qué voy a llenarlos. En un mundo mercantilista se nos olvida que en la vida nuestra principal consigna es ser humanos, enfocarnos a esa parte intangible y prodigiosa que genera el hermoso canto del cenzontle y que a nosotros nos lleva a sentir la presencia de Dios cada mañana.

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