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La sombra del 'Peje'

No hagas cosas buenas...

ENRIQUE IRAZOQUI

Estoy convencido que ahora Andrés Manuel López Obrador está con más posibilidades que nunca de ganar la presidencia de la república. Está más cerca incluso que hace doce años, cuando por menos de medio punto porcentual según las cifras oficiales, quedó en segundo lugar en aquellas polarizantes elecciones de 2006.

"El Peje" de aquel entonces, se conducía de manera soberbia ante los grupos que lo rechazaban. Empresarios, banqueros, comerciantes; era blanco del desprecio que él mismo mostraba hacia esos grupos. Seguro de la ventaja que le daban las encuestas de aquel entonces, Andrés Manuel condenaba a todos aquellos que no estaban con su causa. Los medios de comunicación fueron blanco también de sus descalificaciones.

Aun con ese comportamiento, parecía que AMLO llegaría a Los Pinos irremediablemente el primero de diciembre de aquel ya lejano 2006. Entonces como hoy, lo que el sempiterno candidato (lleva 18 años ininterrumpidos de campaña) siempre ha ofrecido es una oferta de honestidad, una característica que de siempre la clase política mexicana ha demostrado mayormente no poseer. En los períodos anteriores postulaba también una especie de gobierno reivindicador hacia las clases económicas menos favorecidas, lo que generaba una clara división entre el electorado general.

Sin embargo, en las dos contiendas anteriores, Andrés Manuel tuvo condiciones desfavorables con las que hoy no cuenta. En 2006, gobernaba el país el panista Vicente Fox Quesada, quien había sido el primer presidente de la alternancia en la historia moderna del país. Fox convenció a México que el cambio era necesario y obtuvo un incuestionable triunfo en las urnas el domingo 2 de julio del año 2000.

El panista trajo consigo las esperanza de millones de mexicanos que creyeron que él sería capaz de desmantelar el sistema corrupto que gobernaba el país. No pudo o no quiso. El caso es que el sexenio del presidente Fox transcurrió de una luna de miel democrática a un desencanto generalizado, ya que el panista en lugar de erradicar los viejos vicios enraizados pronto se mimetizó con ellos, esfumándose para la nación la oportunidad de un cambio verdadero. Además de ello, el presidente Fox en su estilo campechano banalizó la institución presidencial y hasta la conducta de Martha Sahagún, su esposa, desgastaron casi completamente su capital político.

Sin embargo, Vicente Fox se condujo con cierta probidad y su manejo económico si bien no fue sobresaliente sí fue responsable, permitiendo una estabilidad que el electorado al final valoró y prefirió al candidato de su partido, Felipe de Jesús Calderón Hinojosa que al temido "Peje".

Además el PRI, al haberse quedado sin líder supremo con la pérdida de la presidencia de la república, entró en una pugna intestina de la cual resultó ganador Roberto Madrazo Pintado, cuya reputación de corrupto abrió la puerta para que parte de la estructura electoral del PRI diera sus votos a Calderón, con tal que no llegara López.

Seis años después, el panismo ahora sí había ya demostrado que no distaba mucho de las prácticas que por décadas criticó del PRI y acabó con el halo de decencia con el que se condujeron sus fundadores, sólo que en esta ocasión el PRI había aprendido la lección y se alinearon con el gobernador con más recursos en todos sentidos de aquel entonces, Enrique Peña Nieto. Así que como en sus mejores tiempos de la maquinaria priista, ésta no tuvo problemas para arrasar el desprestigiado PAN y superar a Andrés Manuel.

Hoy las cosas son diferentes, la vuelta del PRI no fue sino en muchos casos una vuelta al pasado. La corrupción empañó a este régimen condenando al presidente Peña a los peores niveles de aceptación desde que se lleva una medición al respecto. El PAN por supuesto tampoco las trae todas consigo, aunque el año pasado ganó importantes elecciones estatales, la mayoría de ellas lo hizo con candidatos que alguna vez fueron priistas, por lo que no pueden echar las campanas a vuelo.

En cambio, Andrés Manuel se mantiene en lo suyo. Su discurso antisistémico tiene hoy más que nunca mayor eco en un mundo que parece dispuesto a romper, aunque sea por romper el establishment. Ahí están los ingleses con su "Brexit", la negativa de los colombianos a ratificar los acuerdos de paz con las FARC y lo más grave: el triunfo de Donald Trump.

Además, hasta ahora AMLO se mantiene incólume ante los ataques que lo señalan como deshonesto. Con los años ha aprendido -o está simulando- haberse tornado más moderado, quizá en su cálculo político para no causar la repulsión que antes generó a ciertos grupos de la sociedad con lo que cada vez suma más adeptos, incluso del alto empresariado.

Cierto que erró en sus declaraciones señalando al ejército como corresponsable de la presunta impunidad del caso de los estudiantes desaparecidos en Iguala, lo que le está costando políticamente, pero difícil en verdad que en esta ocasión "la mafia del poder" como califica AMLO a sus enemigos, lo puedan descarrilar.

Así es el escenario para 2018, pero este año ¿qué impacto tiene Andrés Manuel López Obrador en las elecciones a gobernador en Nayarit, Estado de México y Coahuila? En la primera su presencia es marginal, las encuestas parecen que le dan ventaja al panismo sobre el PRI en ese estado costero del Pacífico mexicano. En cambio en el estado más poblado del país, la candidata del "Peje", Delfina Gómez, tiene reales posibilidades de ganar la contienda, lo que sería una gran ayuda para la posible presidencia de López, quien por sí tiene un gran peso en el electorado. Así pues, el Estado de México puede ser para Delfina sólo por ser la representante del Obrador. De ese tamaño es el peso del tabasqueño.

En Coahuila en cambio, el candidato de Andrés Manuel no tiene posibilidades de triunfo, pero sí de inclinar la balanza. En una campaña electoral donde las coaliciones del PRI y del PAN aparecen como punteras claras, todo parecerá decidirse cuando los que se animen a votar por Morena, que aparece en un sólido tercer lugar, se hayan decantado por esa opción y no la del PRI o la del PAN. En otras palabras, aquellos votos que vayan para Morena pudieran haberse ido para cualquiera de las dos primeras opciones abriendo la oportunidad de triunfo para cualquiera de las dos. El caso del candidato independiente Javier Guerrero está en la misma situación, aunque con menos participación.

Como se puede observar, si bien AMLO no ha podido todavía ser presidente, su sombra se esparce ya en todo el país de alguna u otra forma.

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