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México: rehén de los cárteles

FRANCISCO JAIME

En economía cuando hablamos de la determinación del precio del producto o servicio, se analizan cuatro tipos de estructuras de mercado: Competencia perfecta (un gran número de vendedores y compradores de un bien o servicio homogéneo), Monopolio (una sola empresa que produce un bien o servicio específico sin sustitutos adecuados), Competencia monopolística (muchos productores que ofrecen bienes semejantes aunque no totalmente homogéneos), y Oligopolio (pocos vendedores que ofrecen productos fácilmente sustituibles entre sí). Analizaremos en esta ocasión el caso del oligopolio, y concretamente el de los cárteles.

Las pautas de comportamiento que usualmente siguen los productores oligopolistas son la guerra de precios, el liderazgo de precios, la distribución del mercado, y la colusión. En este último caso, los oligopolistas se ponen de acuerdo y llegan a constituir los llamados cárteles que fijan precios y dividen mercados, entre otras acciones. Para el análisis de ellos, se emplea la teoría del monopolio, ya que un cártel opera como un monopolista.

En los inicios del capitalismo estadounidense, los oligopolistas solían fusionarse o formar consorcios (trusts) o cárteles, debido en parte a la inexistencia de leyes antimonopolio eficaces. Un cártel es pues, una organización de empresas independientes que producen bienes o servicios similares y que trabajan conjuntamente para elevar los precios y restringir la producción. Hoy es absolutamente ilegal, en casi todas las economías de mercado, que las empresas coludan fijando conjuntamente los precios o repartiéndose los mercados. De acuerdo a estudios recientes, alrededor del diez por ciento de las grandes corporaciones norteamericanas han reconocido que han fijado colusoriamente los precios o han sido condenadas por ello. En los últimos años, fabricantes de sistemas de cómputo, universidades privadas, el sector del transporte aéreo, y la industria telefónica han sido acusados de coludir. En la historia hay muchos casos en que los monopolistas, o los oligopolistas coludidos, han producido bienes o servicios de mala calidad. Mientras ATT tuvo el monopolio del equipo telefónico en los Estados Unidos, los consumidores tuvieron que conformarse durante muchos años con los aparatos negros. Una vez que entraron competidores, aumentó significativamente la variedad de colores, estilos y equipo auxiliar como las contestadoras automáticas.

Ahora bien, ¿cuál es la situación en nuestro país? Moisés Naím, un destacado intelectual latinoamericano, afirmó a fines de 2009 que "México está siendo rehén de sus cárteles. No me refiero a los cárteles de la droga. Los cárteles que están frenando a México son no sólo empresas privadas, sino sindicatos, agrupaciones políticas, universidades, medios de comunicación y gremios profesionales que limitan la competencia dentro de sus respectivos sectores. México está lleno de cárteles con privilegios y poderes de veto que inhiben la capacidad de la nación para hacer lo que el país necesita para avanzar". Por su parte, Carlos Elizondo Mayer-Serra, en un artículo sobre este tema, publicado en Reforma el 26 de noviembre de 2009 afirmaba que "Sin una rectoría del Estado fortalecida no se va a poder romper el mundo de los cárteles. Dado que nuestra burocracia y sus empresas son parte del problema, la rectoría no puede ya venir por la vía de un Estado propietario, esto sería simplemente alimentar a uno de los principales cárteles, sino a través de un Estado capaz de regular para priorizar los derechos de los consumidores y de los ciudadanos frente a los derechos de los grupos empresariales, sindicales o del tipo que sean…basta romper el poder de estos cárteles que nos asfixian para que México crezca y lo haga de una forma más justa".

Pero, romper el poder de los cárteles no es fácil. En tiempos pasados, para frenar los abusos de los monopolios, o de los cárteles, los gobiernos recurrían a los impuestos, a los controles de precios y a la nacionalización. Estos métodos apenas se utilizan hoy en la mayoría de los países. En Estados Unidos, por ejemplo, los tres principales instrumentos que se emplean son la regulación, las leyes antimonopolio y el fomento de la competencia. El más importante de ellos consiste en garantizar una intensa rivalidad reduciendo siempre que sea posible las barreras que impiden la competencia. En nuestro país, si queremos avanzar en este complejo tema, lo primero es fortalecer el marco jurídico en materia de competencia, otorgar mayores poderes a la Comisión Federal de Competencia, y combatir a fondo la corrupción y el poder monopólico de los sindicatos dentro de los órganos del Estado mexicano.

(Economista)

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