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ALEJANDRO TOVAR

Se dice que para ser ganador, para obtener notoriedad editorial, el escritor debe tener la capacidad de convencer al lector con sus argumentos o de otra forma pasará a ser uno más de los que intentan espantar sus propios fantasmas escribiendo de algo. No se sabe, con el exceso de libertades que los medios poseen si viviendo en un régimen de censura podría ser publicado, por lo tanto la disyuntiva está en buscar ideas que le cuente a la vez su corazón, porque de esa forma quedará hermanado con el que escucha, lee o ve. ¿Será cierto?.

Todos estamos de acuerdo en que el futbol siempre fue amor a primera vista. En el caso nuestro, la puerta abierta de San Isidro nos hizo descubrir un mundo diferente al imaginado, porque los estilos de los primeros años en segunda eran broncos, con privilegio al poder físico, al desgaste y al sobrado impulso que esos hombres tenían por sus colores. Trotaban en la querida canchita como corceles pura sangre.

Estaba el goleador Agustín Fernández, valiente como él solo, rápido, elusivo, habilidoso. Borrego, Castro, Esteban, Simón Gómez, Saucedo aportaban fuelle y lucha ardorosa. La clase quedaba para Ramón Romero, que jugaba de puntas. O los Yassín, tan queridos.

Después todo llega de verdad como agua de río y van pasando por la mente, corriendo siempre, Villalpando, Gato, Mercado, Salinas, Rudy, Garcidueñas, Pato, Coyota, Acapulco y Lupercio, goleador dotado de inteligencia y astucia, que aparecía de pronto, no podía ser detectado con retrovisores. Después de ellos Pantalla, Gato Chávez, Vaquera, los Ibarra, Chino Cruz, Franco, Elizalde y muchos más, hasta el tiempo de los campeonatos y los notables jugadores en cada etapa.

Futbol en todos, fórmula ideal de los hombres para ser libres.

Pero también vemos que el futbol igual es una medida de confusión, porque hoy el decaimiento se nota en los rostros de todos, porque las metas santistas están lejanas de cumplirse y eso que solo ha perdido un partido pero en los demás ha entrado en baches que le roban los puntos que lo tendrían en el liderato porque el idealismo de hoy ha quedado a la idea de supervivencia, porque no se trata ahora mismo de ser artistas en extrañar a los viejos héroes, sino de impulsar a la gente que viste los gloriosos colores verde y blanco de nuestra representatividad, de lo que somos y de lo que tenemos, no podemos poner las alarmas en rojo sino acelerar el amor real.

De la Torre no puede entrar a cabecear, aunque quisiera. Tampoco Galindo entrará a encontrarse con la pelota como bailarín con su pareja. Entonces esa gente precisa de un gran apoyo popular, que no tenga resentimientos, ni que encuentra fantasmas sobre la cancha, solamente viviendo la actualidad, porque nuestra identificación está en la institución, en esos colores gloriosos. Nuestros colores.

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