Ayer fue totalmente desarmado el monumento histórico del Torreón, edificado desde hace 43 años -1972- en lo que fue la antigua represa donde iniciaba el canal del Coyote, lugar hoy conocido como Plaza Cívica.
El proyecto el Metrobús que recorrerá desde Matamoros hasta la propia plaza, contempla la edificación de dos terminales principales, una de ellas justo se contempló en donde está la dichosa Plaza Cívica, primera vista de todos aquellos que cruzan el Puente Plateado de Gómez Palacio a Torreón.
Debido al proyecto socializado desde el año pasado, hubo la necesidad de destruir por completo toda la instalación del espacio donde por más de cuatro décadas ha estado el hoy desmontado monumento del Torreón.
No deja de ser muy notoria y trascendente la obra en lo que respecta a la Plaza Cívica. Ciertamente que el Torreón de más de 13 metros ha sido desde hace muchos años símbolo inequívoco de nuestra ciudad. Miles de logotipos alusivos a eventos que se realizan aquí mismo se han inspirado en el hoy desarmado monumento. Indiscutiblemente es un símbolo que nos pertenece a todos.
Sin embargo, una acción que no debería causar mayor ámpula, ha generado una oleada de protestas enardecidas de decenas de personas que han sido encabezadas, entre otras, por el presidente del Colegio de Arquitectos Aldo Villarreal, el activista Javier Quintero y hasta el historiador Carlos Castañón Cuadros.
Es un hecho que en el caso de Villarreal y de los propios expresidentes de esa agrupación, quienes han sido acérrimos críticos de que se haya desarmado el dichoso monumento, les acompaña cierta autoridad para hablar de tema. Al final de cuentas su profesión de arquitectura les da una preparación para hablar con bases profesionales.
Llama la atención de Javier Quintero, quien por años ha realizado una altruista obra en pos de todos aquellos necesitados de un trasplante de órganos que les permita permanecer con vida, ha sido un luchador incansable, apoyando y respaldando a cientos de personas de condición humilde que han enfrentado padecimientos físicos que sólo con la asistencia de personas y organizaciones como las que él encabeza, les ha permitido salvar la vida o acceder a mejores condiciones de salud, aunque otras veces ni siquiera eso ha impedido la muerte de los pacientes, y Javier ha seguido ahí hasta el final. Su trabajo lo ha consignado en las redes sociales.
En esa tesitura, Javier Quintero ha estado muy activo en seguir con su presencia las condiciones en las que ha operado el nuevo Hospital General de Torreón, que tiene apenas más de un año que abrió sus puertas y que lejos ha estado de poder prestar un servicio digno. Las condiciones precarias de las finanzas de Coahuila han impedido que el nosocomio tenga los medicamentos y el personal suficiente para atender la demanda, por lo que don Javier desde entonces, además de hacer una labor altruista, ha sido un crítico del gobierno, muchas veces con toda la razón.
Carlos Castañón Cuadros es otro personaje que ha sido un ácido crítico del movimiento temporal del monumento del Torreón; su argumento es que las autoridades no han tenido la sensibilidad para respetar este principal símbolo. Podría ser.
El problema es que es difícil criticar el movimiento temporal del monumento si las autoridades han insistido que dentro de nueve meses volverá a su lugar de origen. Tal cual.
Pero no se puede dejar de señalar que estamos en tiempos electorales y lo visible que ha resultado toda esta maniobra, de organizar una protesta y utilizar los reflectores para atacar al partido en el poder quizá le reste legitimidad, porque es un hecho que con razón o sin ella, las simpatías de algunos de los líderes de las protestas están claramente con el PAN, ya sea por convicción o lazos profesionales.
