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¿Bienestar o felicidad?

Diálogo

YAMIL DARWICH

Cuando consultamos el Índice Mundial de Felicidad -www.wikihappiness.com- confirmamos que los países más desarrollados son menos felices que los del tercer mundo, encontrando a algunos ricos -EUA- casi a la par con pobres -Costa Rica o Puerto Rico-.

Actualmente, los países altamente calificados por su PIB no coinciden con la definición de felicidad, pudiéndose concluir que no es lo mismo hablar de desarrollo que calidad de vida.

El concepto de felicidad incluye el sentimiento anímico y físico de satisfacción; el bienestar lo medimos en ingresos de cada persona y su capacidad de comprar calidad de servicios públicos, lo que no necesariamente nos hace felices, aunque ciertamente contribuyen a alcanzarla.

De nuevo se confirma lo escrito: el producto interno bruto de EUA y el de Costa Rica -casos tomados como ejemplo- son enormemente dispares y si comparamos el ingreso de sus ciudadanos, de nuevo marcan grandes diferencias.

Desde la antigua Grecia, la felicidad era estudiada por los filósofos; así, Epicuro, la describía como "el único propósito de vida"; después, otros muchos pensadores insistieron en definirla y encontrar un método para alcanzarla, caso de Jeremy Bentham que aseveraba que "el bien supremo es encontrar la mayor felicidad para el mayor número".

Los fundadores de los Estados Unidos lo confirmaban y definían tres grandes propósitos del país: la felicidad de sus ciudadanos, el derecho a la vida y el derecho a la libertad. Desde luego que el pobre riquillo Trump no conoce los propósitos definidos por los padres de su patria como derechos inalienables, mucho menos los fundamentos de la filosofía.

Entonces: felicidad no se limita únicamente a alcanzar el bienestar económico personal y familiar y seguramente disfruta más su vida aquel que encuentra más momentos felices, contra ese que vive permanentemente preocupado y ansioso por mantener sus bienes materiales, incluyendo el dinero.

Describe la verdad el refrán que dice "el amor se sale por la ventana cuando entra el hambre por la puerta", pero igualmente es cierto que "la felicidad sale por la puerta cuando entra la avaricia y egoísmo por la ventana". ¿Qué le parece?

Sin duda que el motor que debe mover al mundo es el amor, que no tiene un costo calculado en dinero; en contrario, el temor y/ odio requiere cubrir costos que generan los sentimientos.

Erich Fromm lo definía de forma por demás erudita haciendo la pregunta: ¿te amo porque te necesito o te necesito porque te amo? ¿Cuál es su caso?

Analicemos el sentido y propuesta del presente Diálogo: actualmente, los líderes se preocupan más por alcanzar el bienestar material cuidando el de algunos ciudadanos que pudieran protestar y competir por el poder contraponiéndose a sus intereses y partidos, descuidando la felicidad de sus votantes.

Los administradores del poder en los estados, buscan como sosegar a sus gobernados ofreciéndoles bienestar y distracción, no para cumplir con su función, que es servirnos, sino para mantenernos lo más sosegados posible.

En la Antigua Roma, los césares ofrecían espectáculos sanguinarios para divertir a sus ciudadanos: "pan y circo"; para nosotros, los habitantes del mundo del siglo XXI, a la diversión le agregaron un nuevo ingrediente: el miedo o el temor a perder nuestro bienestar.

A los "clase-medieros" nos alimentan el temor a perder nuestra relativa calidad de vida de confort, entre tanto, por incapacidad o voracidad, ellos incumplen funciones públicas; con los pobres, les bastan unos kilos de varilla o costales de cemento para consolarlos y mantenerlos sometidos. Para los muy ricos -cada vez menos- la oportunidad de recibir alguna "translúcida rebanada del pastel" con contratos, descuentos o francamente condonación de impuestos y el favor de las leyes. Así: todos contentos.

Tal vez nuestros politiqueros regionales no conozcan tales principios para la provocación, pero sus asesores centrales sí están enterados y les orientan en los mensajes a utilizar para generar aparente bienestar y falsa felicidad apoyándose en el temor.

A eso nos estamos enfrentando en el proceso electoral en Coahuila y son pocos quienes alcanzan a comprender que los "nuevos conquistadores pretenden volver a vendernos espejitos".

Hoy, la felicidad nos la han confundido maliciosamente con promesas de bienestar, sabedores que al final de cuentas nos entregaremos con los estímulos físicos -neurofisiológicos-.

Agregue a la falsa felicidad el pingüe negocio del narcotráfico, que ofrece sensaciones de bienestar a los consumidores; sustancias como la cocaína o las anfetaminas dan estímulos a nuestras neuronas para que ellas, a su vez, produzcan hormonas como la dopamina o la oxitocina, ambas estimulantes que desencadenan sensaciones físicas de placer, aunque puedan llevarles a estados patológicos de eufórica y hasta paranoia.

Busquemos la verdadera felicidad a través del cambio social, con bienestar para la mayoría; nos queda la gravedad responsabilidad de decidir, no sólo por quien votar, sino también orientar a los cercanos. ¿Acepta el reto?

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