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Al Larguero

ASOMANDO AL VICÍO

ALEJANDRO TOVAR

Está claro que los temores repentinos alarman hasta al hombre más valiente, así que el campeonato mexicano, cuando de pronto sale de su monotonía hace que todas las alarmas se pongan en rojo, porque brotan los viejos fantasmas de las dudas y se establecen, como un nuevo período imperial, todas aquellas consecuencias de tantos aspectos que se han dejado al descubierto o no han sido tratados con la celeridad y justicia necesarios. Hay demasiados brotes de estiércol que se dan por temporadas y se meten a la taza de café.

En un mundo de jugadores extranjeros, con la profusión de medios que procuran auditorio con estilos no siempre éticos, con una competencia periodística que exige notas destacadas, aún en detrimento de la calidad, en perjuicio de la verdad y a veces prostituyendo sus viejos niveles de aptitud en pro de una loca carrera por la notoriedad, los que leen o los que escuchan van quedando en mares de confusión porque hay un proceso que viaja hacia un futbol de arcaica inviolabilidad de sus esquemas mentales.

Lozano estará fuera tres o cuatro semanas, Brizuela, por meses, al igual que el velocista Renato. El primero fue herido por Orozco de Xolos, un experto depredador de trayectoria. El segundo por Sambueza que llegó por atrás a triturarle el tobillo con un pisotón. El tercero murió por una barrida "a la pelota" como dicen huidizos los agresores, pero fuerte y temeraria. Lo que luego sorprende son las reacciones. "No tuve intención de lastimarlo, pido una disculpa" (Orozco). "Reconozco que llegué tarde y le pegué al Conejo pero era la primera falta que hacía y me echan. Estoy harto, es una persecución arbitral" (Sambueza). "Pido una disculpa a Renato" (Andrade).

El futbol, para quienes lo seguimos desde niños siempre nos pareció, al menos en aquella época tan lejana, la forma más bella inventada por los hombres para sentirse libres, porque en ese medio, entonces desprovisto de mercenarios, abundaban los atletas que luchaban con denuedo por su casaca, con verdadero fervor por ella. Era como un amor a primera vista, porque los fans se hermanaban con los jugadores al conjuro del partido, como si todo mundo estuviese inmerso en una verdadera cruzada con pelota de por medio.

Pasados los años, con la revolución comercial, el futbol se convirtió en una floreciente industria, una máquina de producir dinero, con sus jugadores que de tanta publicidad encima parecen arbolitos de navidad, con medios de comunicación por doquiera pero no siempre con periodistas capaces y dotados, quizá también porque las armas son muchas y los operarios, no siempre competentes. En el juego, igual; sobran los extranjeros y no siempre aparece la calidad que es obligatoria, porque deben ser solución y no problema.

A la FMF se le vino todo encima. Tiene una grave crisis arbitral. No impone los castigos que son necesarios. Deja pasar demasiado tiempo para tomar decisiones y se muestra débil y complaciente, exhibe un espantoso ejercicio de insensibilidad y mira al precipicio.

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