Amalia Hernández (1917-2000), excepcional mujer que supo encauzar sus relevantes dotes de bailarina, con el esfuerzo, tenacidad y la capacidad para fundar un extraordinario ballet folklórico que le ha dado fama y distinción a México, y en este año, al cumplirse el centenario del nacimiento de la eminente artista, su aniversario adquiere relevancia especial, debido a que la inmensa trayectoria artística desplegada por su compañía en más de seis décadas de presentaciones nacionales e internacionales, será reconocida en múltiples acontecimientos y en los mejores foros del mundo, dando ocasión para recordar su triunfal carrera iniciada a los ocho años de edad, tomando clases con personalidades tan famosas como Madame Silvine, bailarina principal de la Compañía de la Pavlova; Madame Dambre, de la Compañía de París; la destacada bailarina española "La Argentinita" y la danzarina moderna Waldeen Von Falkenstein, de nacionalidad norteamericana.
A pesar de todos sus estudios, dedicación y que el amplio bagaje de conocimientos recibidos del ballet clásico y del moderno, fue extenso y muy satisfactorio su aprendizaje, Amalia, en sus más apasionados sentimientos, sentía una intensa atracción por las cantos y las manifestaciones autóctonas que veía en su entorno, en los campos y las tierras mexicanas, que le hablaban de un rico pasado histórico mostrándole el fantástico colorido de sus fiestas y tradiciones, mismas, que le revelaban con gran claridad un tesoro insospechado de vivencias, con una vitalidad y un atractivo tan grandes, que no podía ignorar.
Sus actividades como profesora y coreógrafa de baile moderno en el Instituto Nacional de Bellas Artes, le otorgaban una posición muy valorada en la institución, pero no le permitían seguir con sus anhelos y proyectos, por lo que decidió renunciar a los privilegios y la distinción de ese empleo, para formar su propia compañía de baile folklórico mexicano, iniciando en 1952, con un pequeño grupo de ocho estudiantes, que con un denodado trabajo e innovadoras coreografías, se presentaron exitosamente en los medios televisivos, con programas semanales que llamaron la atención del Departamento de Turismo de México, quien le otorgó a la joven compañía un reducido patrocinio oficial, comenzando sus giras como representantes culturales en algunos países. Fue así que por la triunfal actuación de esos artistas en los Juegos Deportivos Panamericanos realizados en Chicago, Illinois en 1959, motivó al Presidente de la República, Lic. Adolfo López Mateos a brindar al Ballet Folklórico de Amalia Hernández, el apoyo necesario para que México tuviera uno de los mejores ballets del mundo.
La confianza y el respaldo otorgado, se vio recompensado en 1961, cuando en el Festival de las Naciones en París, el Ballet Folklórico de México de Amalia Hernández obtuvo el codiciado primer premio y el reconocimiento de la crítica mundial. Siguieron a esta primera presentación en Europa, giras por Rusia y Polonia, y posteriormente, por Austria, Nueva Zelanda, Canadá, Estados Unidos y América Latina. Las vitrinas del Ballet Folklórico se enriquecieron, al conseguir en 1969 el Premio Roma en el Festival Internacional del Espectáculo y, en 1992, el Premio Tiffany, de la ciudad de Nueva York. Debido a toda esa importante carga de trabajo, Amalia, se había visto precisada a dejar de bailar para hacerse cargo totalmente de las coreografías, la dirección, la organización y la administración de la compañía, que cada vez más requería todo el tiempo de su atención.
Esa decisión fue fundamental para que el ballet se convirtiera en el alma cultural de nuestra nación e hiciera vibrar con intensidad los sentimientos nacionalistas y los transmitiera con la mayor de las fidelidades a los públicos propios y extranjeros, dando a conocer nuestras tradiciones culturales prehispánicas y contemporáneas, que se manifiestan en las diferentes regiones de nuestra patria. Para hacer todo eso posible la maestra Hernández instaló escuelas para la preparación de los aspirantes que regularmente son alumnos de las diferentes compañías de danza y los seleccionados se integran a un grupo experimental, hasta que ya cuentan con la capacitación necesaria para ingresar a las filas del ballet, después de una exhaustiva y exigente preparación.
Ese difícil camino, tuvo que seguir un joven gomezpalatino de nombre Eduardo Velázquez Alcázar, quien se aficionó a esa actividad artística, comenzando su preparación en la Academia de Danza LANI con las maestras Norma Irene Castellanos Esparza y Lupita Aquino Busquéts, continuando luego, en el Centro de Seguridad Social para el Bienestar Familiar del IMSS en Gómez Palacio, inscrito en el taller de danza regional bajo la dirección de la doctora Zeida Cisneros de Chaurand. Por ese tiempo ya se empezaban a conocer los triunfos del Ballet Folklórico de México de Amalia Hernández, y por fortuna, en un ensayo se contó con la presencia del destacado maestro Armando Medina, en esos momentos primera figura del Ballet de Amalia Hernández, quien al observar el desempeño de Eduardo y analizar su vocación y sus aptitudes, le hizo una invitación para formar parte de su grupo de danzas folclóricas, en el taller que funcionaba en el Centro de Iniciación Artística de Torreón.
Ya recibiendo preparación a nivel más avanzado y con el desarrollo sustancial del aprendizaje, que advertía las cualidades del alumno, el maestro Medina lo invitó a convertirse en bailarín profesional acompañándolo a la ciudad de México para inscribirlo en la escuela del Ballet Folklórico que dirigía la maestra Amalia Hernández. En las pruebas de técnica moderna y zapateado recibió la aprobación inmediata de la directora y a tres meses de su inicio como profesional, bajo la supervisión directa de los coordinadores: Guillermo y Kys Arenas, José Villanueva, Rosa Reyna y Roseyra Marenko inició su preparación de los mejores números de solistas, con tanto acierto, que gradualmente su actuación lo llevó a ocupar la plaza de primer bailarín del Ballet Folklórico de México de Amalia Hernández.
En su incorporación a las giras nacionales e internacionales se demostró el gran empeño y profesionalismo que Eduardo Velázquez imprimía a cada una de sus actuaciones, lo que le valió ser considerado como uno de los máximos exponentes del zapateado en el baile folclórico, ya que las crónicas de prestigiados diario del mundo como: New York Times, Washington Post, Chicago Tribune y Los Ángeles Post, así lo manifestaban, comentando sus actuaciones y triunfos en todas las presentaciones del ballet, resaltando la calidad interpretativa del gomezpalatino, la elegancia y gracia que imprimía en cada bailable, por difícil que fuera.
Fueron días de grandiosas giras en Europa, donde participó en los grandes teatros de España, Austria, Holanda, Génova, Suiza, Inglaterra, Francia e Italia. También presente en los mejores escenarios del Medio Oriente con presentaciones en: Líbano, Baalbeck, Israel, Egipto, Grecia y Siria. En el Continente Australiano; en Brisbane; Canberra; Melbourne y Sidney, incluyendo algunas ciudades menores de todos estos países, a donde se llevó el mensaje cultural de México con evidentes muestras de admiración de esos públicos, que pudieron conocer nuestras manifestaciones y costumbres regionales, en una espléndida presentación de vestuarios y coreografías selectas, con la gran actuación de los bailarines de ese distinguido conjunto emblemático de nuestra patria.
Tras cumplir cinco años de participación esforzada y exitosa en la compañía del Ballet Folklórico de México, la señora Amalia Hernández distinguió a Eduardo Velázquez Alcázar, otorgándole la Medalla de Oro al Mérito, por ser el bailarín más destacado de la compañía en un lustro. Ésta celebración se realizó en el Instituto Nacional de Bellas Artes y fue un gran estímulo para continuar la carrera profesional de Eduardo, que se prolongó hasta cumplir 10 años de servicios artísticos en el Ballet, y dar por terminada su actividad en ese bellísimo espectáculo.
De regreso en Gómez Palacio, reanudó su actividad artística como maestro de danzas y raíces tradicionales de México en la Casa de la Cultura, invitado por su directora doña Ernestina Gamboa Almeida, formando el primer ballet folclórico "Coyolxauhqui", de gran trayectoria regional. Después de un tiempo emigró a los Estados Unidos de Norteamérica, formando grupos de danza en Los Ángeles, Chicago y Atlanta, y como maestro de Campton Community College, con los cuales logró grandes triunfos, hasta que tomó la decisión de retirarse de su carrera artística y regresar a su tierra natal donde ahora se desempeña, laborando con la responsabilidad y seriedad que lo caracteriza.
La gran señora Amalia Hernández Navarro, quien en 1992 había sido laureada con el Premio Nacional de las Artes, falleció en la capital del país, el 5 de noviembre del año 2000, dejando con su Ballet una herencia que cada día se extiende, abarcando una exitosa trayectoria de más de 100 giras internacionales en 60 países, con actuaciones en 300 ciudades del mundo y que en este año en que se celebra el centenario de su nacimiento, recibirá merecidos homenajes en su patria, en Inglaterra, Estados Unidos y Sudamérica.
NOTA LUCTUOSA.- El pasado miércoles 1/o de marzo, falleció, lamentablemente, el reconocido Cronista Vitalicio de Torreón, Doctor Sergio Antonio Corona Páez, investigador destacado, con un acervo editorial importante y valioso, que le mereció obtener reconocimientos nacionales e internacionales. Fue miembro de la corresponsalía del Seminario de Cultura Mexicana en Torreón y académico en otras instituciones. Sus aportaciones relativas al tema de identidad y sentido de pertenencia en nuestro terruño, son fundamentales para confirmar una definición de idiosincrasia regional. Su dirección por casi dos décadas en el Centro de Investigaciones Históricas de la Universidad Iberoamericana de Torreón, fue notable y productiva. Descanse en paz.
