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Las incertidumbres, acicates de superación

JULIO FAESLER

Se ha debilitado la economía nacional. La Secretaría de Hacienda y el Banco de México acaban de decirlo reduciendo su previsión del PIB para 2017 entre 1.3% y 2.3%.

Se dice que una de las razones de lo anterior puede ser el efecto de la incertidumbre que se siente en el país, al igual que en todo el mundo.

Puede empezarse el análisis de la incertidumbre por la cuestión económica. La caída de la actividad que ahora se registra refleja la saturación de los mercados de bienes de consumo excesivamente apoyadas por facilidades crediticias y bancarias y particularmente vía tarjetas de crédito. El sistema bancario, pese a sus notables ganancias, se encuentra vulnerable. Los adelantos tecnológicos se yerguen contra el empleo. La desocupación es creciente amenaza, y la incertidumbre cunde.

La reducción en ritmos de producción se explica por las fluctuaciones en la demanda extranjera. A la intensa competencia por conquistar mercados internacionales los países exportadores desacreditan con declaraciones la tendencia hacia medidas protectoras que los gobiernos están requeridos a introducir para proteger el empleo. Las integraciones regionales que se multiplican en todos los continentes buscan neutralizar protecciones nacionales pero su misma proliferación acaba por anular su propósito. Los empresarios no pueden estar seguros de su futuro, tampoco sus gobiernos.

La inseguridad en el comercio exterior anterior se repite en otros ámbitos como el de la crisis de las migraciones que huyen de zonas de conflicto en el medio oriente o bien de países latinoamericanos. Así, desestabilizados los países receptores introducen elementos de rechazo que violan sacrosantos derechos humanos.

El clima anterior añadido a las interrogantes sobre el ritmo de la economía internacional en su conjunto genera sensaciones de incertidumbre que invaden a los tomadores de decisión y consecuentemente se traducen directamente a los públicos de todo el mundo. El momento es de crisis.

El fenómeno de la incertidumbre no se limita a dudas sobre las decisiones hay que tomar para saber usar los instrumentos de los que los países disponen para restablecer la confianza en el pueblo y reemprender el camino. Lo más grave, sin embargo, es la duda que va directamente contra la fe que en la eficacia del conjunto de los mismos instrumentos políticos, económicos y administrativos de la sociedad que, por esa razón está cada vez menos capaz para proteger al ciudadano de las injusticias socioeconómicas que a diario sufre.

Al cuestionado sistema no le queda más recurso que luchar por prolongar su vigencia incluso declarando su propósito de reformarse para legitimar su permanencia. Faltan, empero, por doquier propuestas viables y atractivas.

La latente insatisfacción es donde nacen y proliferan los gérmenes de rechazo social, primero contra el gobierno y luego contra la estructura sociopolítica que lo sostiene y está obligado a defenderlo. La búsqueda de líderes capaces de realizar los cambios urgentes acaba siendo el tópico político de nuestros días.

Todos los países están en transición, ni los más estables nórdicos, se salvan. En todo el mundo hay ansiedad por mejorar fórmulas de convivencia reponiendo paradigmas ya gastadas.

En este estado de ánimo se encuentra México. Las causas abundan: la inicua distribución del PIB, la patente ineptitud del gobierno para enfrentar retos, la violencia y crueldad originadas tanto en grupos como individuos por causa de las drogas en todas sus nuevas variantes. La inseguridad se ve hasta en el gobierno y en las organizaciones sociales que han brotado.

La debilidad de la respuesta mexicana al reto actual puede estar en el desgaste que acumuló el sistema sociopolítico instalado por la Revolución que estalló hace 107 años y que continuó más allá de su utilidad y cuyos parámetros básicos, duele decirlo, no hemos superado.

Los nuevos tiempos exigen nuevas fórmulas de convivencia interna. La ironía está en que Estados Unidos, esta vez, por razón del púgil retador que ahora los gobierna, resulte ser el detonador que nos obligue a realizar la evolución política y económica que necesitamos.

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