Hay un detalle historiográfico que tal vez une la ciudad de Torreón, donde nací, y la ciudad de Buenos Aires, Argentina, donde vivo actualmente: un relato en que la inmigración extranjera es la base de su formación y su cultura. En el caso porteño, podemos agregar que pasó a ser prácticamente un relato nacional. El chiste del argentino "que bajó de los barcos", pasó a convertirse, como todo chiste que se repite hasta el cansancio, en mito. En el caso de Torreón, el tren podría sustituir al barco: Extranjeros que bajaron del vagón de ferrocarril a construir, en la nada, una ciudad próspera en pleno Porfiriato.
Hace tiempo, en Torreón, había una obsesión por las "etnias". Este término, sociológicamente hablando, es complejo, pero en el caso regional, pasó a ser sinónimo de colectividades extranjeras. Durante un tiempo, existió un festival "de grupos étnicos", y se inauguró un parque llamado "Las Etnias". Tampoco hay que olvidar que en la entrada del Parque Fundadores ondeaban banderas de España, Estados Unidos, Inglaterra, Holanda, Francia, Alemania, Líbano, China y Palestina. La historia hegemónica de Torreón pasó, entonces, a ser una historia de extranjeros. "Fue referida desde la alteridad étnica (extranjeridad), social (elitismo) o económica (dueños de los bienes de producción)".
La obra de Sergio Corona Páez es una búsqueda por cuestionar este relato, por ahondar en las raíces virreinales de eso que podemos llamar "lo lagunero", ya que antes de la llegada del ferrocarril a este rincón del Nazas, ya existían poblaciones de origen colonial que habían tendido un fuerte lazo identitario. Y por cuestionar el peso de la inmigración extranjera en el gran desarrollo de Torreón, ya que ésta fue acompañada por una importante inmigración local de clase trabajadora (sobre todo, zacatecanos) que aportaron elementos indispensables en la cultura popular torreonense.
"El país de la Laguna. Impacto hispano-tlaxcalteca en la forja de la Comarca Lagunera" (publicado originalmente por la Universidad Iberoamericana en 2006) es una obra esencial para entender nuestra región, nuestro pasado y nuestro presente. Corresponde a las próximas generaciones de historiadores dialogar con este texto, cuestionarlo, diseccionarlo. Y muchos de esos historiadores seguramente habrán pasado por el aula de Sergio Corona o por el Centro de Investigaciones Históricas que dirigió en la UIA por tantos años. Por ahora, sólo podemos celebrar su legado de la mejor manera: leyéndolo.
