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La rama cruje

JULIO FAESLER

El que el presidente de la República haya recibido ayer a los dos secretarios de gabinete de Donald Trump es otro exceso que sólo se explicaría por la tradicional cortesía que es parte del modo de ser del mexicano.

Intentar otra justificación nos adentra a los muchos argumentos que hemos leído y escuchado sobre esta más reciente prueba de la suavidad, otros dicen debilidad, con que nuestro primer mandatario ha tratado a Donald Trump desde el primer insulto que el burdo inquilino de la Casa Blanca nos lanzó.

Pero el desprecio y hasta hostilidad de Estados Unidos hacia México no son nuevos, son seculares. Se habrán moderado con programas oficiales como aquella Política del Buen Vecino. Pero perdura la innata arrogancia de los puritanos que fundaron las primeras colonias británicas. Así son las cosas.

El mexicano, empero, es heredero de blasones más antiguos como los que se enraízan en la poesía de los reyes indios o los que luego aportó España, el país más poderoso y culto de Europa. De poco sirve poner a los estadounidenses en su lugar; el mundo actual es otro y los americanos operan en él sin miramientos ni delicadezas.

Y precisamente porque los escenarios cambian a inusitada velocidad a esos nuevos ritmos es que tenemos, nosotros los mexicanos junto a toda América Latina, debemos incorporarnos a ellos.

Antier, Sean Spicer, vocero presidencial, siguiendo la retórica de su jefe y declara que las relaciones con México son fenomenales, ¡nunca han estado tan bien! Hoy en México, el secretario de Seguridad Interior, Kelly, insistió reiteradamente que no habrá deportaciones masivas ni en ellas se va a usar fuerza militar. Los derechos humanos serán respetados.

Estas declaraciones contrastan diametralmente con las del propio Trump quien, ante empresarios, ayer mismo se felicitó por las operaciones militares que en su país se despliegan para acabar con mafias y "hombres malos" que están ilegalmente en el país. Esta patente discrepancia con lo que se decía en México preocupa a los funcionarios. ¿A quién habrá que creer?

De hecho proliferan noticias sobre detenciones arbitrarias y centenares de aprehensiones en lugares públicos como mercados y restaurantes; centros de detención insuficientes, albergues al tope que no pueden aceptar más rechazados ni darles de comer a más.

Se perfilan acciones en nuestra Secretaría de Relaciones para defender a nuestra gente en Estados Unidos. Las instrucciones del Senado a Gerónimo Gutiérrez, el nuevo embajador, son de estar cerca de la gente. En lo económico, esperemos que no se actúe solo por temor a que se pierdan las ventajas comerciales que ya tenemos dentro del TLCAN y que por ello Moodys bajara su calificación.

Hay que repetir con firmeza el tono con que desafiamos las amenazas. Las alas del ave están bien puestas y listas ahora que la rama cruje.

Despertado por fin del fácil letargo de la vida sin políticas ni de estado ni económicas, industriales o agrícolas, toca al gobierno rápidamente fincar pedidos de alimentos básicos como maíz, frijol y sorgo a los proveedores que conocemos en otras latitudes.

A los empresarios corresponde salir desde ya a crear asociaciones industriales y tecnológicas con colegas latinoamericanos, asiáticos y europeos. Es la hora de retomar programas que por preferir el mercado americano se abandonaron.

Sobre todo, es primordial corregir la colonizada mentalidad fundamentada en el dogma de perseguir ente todo el éxito monetario que las instituciones educativas y la voraz publicidad difunden y promueven sin instilar valores ni patrios ni morales.

Lo que presenciamos en Estados Unidos: deportaciones, cacerías humanas, migrantes desprotegidos es el resultado de reducir los inmensos problemas sociales norteamericanos a un deshumanizado criterio monetario. Pero este es en realidad el paradigma que domina en las escuelas superiores de México. Seguir esta dirección es recetarle a nuestro país el desordenado futuro que ya acampó en nuestro vecino. del pretérito.

No hay que dolernos por no haber establecido políticas de desarrollo. Se abren nuevos horizontes… si los queremos ver.

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