Columnas la Laguna

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Don Apoteco, farmacéutico, fue al banco y dejó la farmacia a cargo de su hijo mayor, Apotequito. Le recomendó que atendiera solamente los pedidos acompañados de receta; los otros ya los vería él a su regreso. Mas sucedió que un hombre llegó poseído por gana irrefrenable de rendir un tributo mayor a la Naturaleza, y le pidió al jovenzuelo algo que lo ayudara a contener tal pujo. El muchacho se resistía a darle algún medicamento, pero el señor insistió con deprecativo afán: si no le daba algún remedio, dijo, ahí mismo sucedería un desaguisado. Nervioso, el muchacho le dio unas pastillas. El apurado tipo las consumió en el acto, tras de lo cual se retiró. Poco después llegó don Apoteco, y su hijo le contó lo sucedido. "¡Por Avicena, Banting, Bernard, Carrel, Esculapio, Fleming, Galeno, Hahnemann, Hipócrates, Jenner, Koch, Lister, Paracelso, Paré, Pasteur, Pauling, Salk y Wassermann! -juró el de la farmacia invocando el nombre de médicos famosos. Y añadió: "Perdón si omití a alguno". Le recordó el muchacho: "Don Santiago Ramón y Cajal". "Ah, sí -reconoció el farmacéutico-. Pido disculpas a los tres". Le preguntó en seguida a su hijo: "¿Qué le diste a ese hombre?". "Pastillas de Passiflora" -respondió el mozo. "¡Imprudente! -clamó el apotecario-. ¡Eso no es para contener los amagos de diarrea, carrerilla o pringapiés! ¡Es un calmante! ¡Iré a buscar al cliente!". Salió, presuroso, y preguntó a los vecinos si lo habían visto. Le dijo uno: "Yo vi a un sujeto que iba en dirección del parque". Allá fue el de la botica y, en efecto, vio al hombre sentado en una banca. Se dirigió a él y le preguntó, cauteloso: "¿Cómo está usted, señor?". "Muy bien, gracias -respondió el otro cortésmente-. Hecho de todo, pero muy tranquilo"... Doña Macalota le comentó a su vecina: "A mi marido le digo 'El oso'". "¿Por lo fuerte?" -se admiró la vecina. "No, -precisa doña Macalota-. Le digo 'El oso' porque después de cumplir el acto de la reproducción tiene que invernar seis meses"... Acertada fue la nominación que el PAN hizo de Josefina Vázquez Mota como su abanderada en el estado de México. Talentosa, batalladora, carismática, quien fuera candidata a la Presidencia -y que habría tenido mayores posibilidades de triunfo de no haber sido villanamente abandonada en los momentos cruciales por la cúpula de su partido, y por otra cúpula aún más alta- puede dar la batalla al candidato oficial. La empresa, desde luego, no será sencilla. Para el PRI el estado mexiquense es la joya de la corona, y echará toda la carne al asador para ganarlo, pues los priistas saben bien que una derrota ahí los pondría en el camino de perder la elección presidencial en el 2018. Con la morenista Delfina Gómez, otra buena carta, en la contienda, la cosa promete estar muy interesante. Doña Pacata, mujer célibe y beata, sentía inexplicable rabia al ver las cópulas caninas. Cuando un perro y una perra se ayuntaban cerca de su casa, y quedaban pegados, ella salía con una tina de agua hirviendo y arrojaba su ardiente contenido sobre los caniches, con lo cual cada uno salía a toda carrera por su lado lanzado aullidos que la cruel mujer creía de dolor, pero que eran en verdad terribles maldiciones lanzadas por los canes contra ella. Cierto día el vecino estaba ayudando a su esposa a cerrar el zipper trasero de su falda. Tanto se le acercó que el cierre de su pantalón quedó trabado con el de su mujer. En vano intentaron separarse: no pudieron. Dijo el hombre: "Necesito unas pinzas. En el taller de la esquina tienen; vamos a pedirlas". Así pegados salieron a la calle, con la parte delantera de él pegada a la trasera parte de ella. Los vio pasar Pacata y le gritó a su criada: "¡Famulina! ¡El agua caliente, rápido!"... FIN.

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