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Virar y participar

Sobreaviso

RENÉ DELGADO

Inoperante la oposición como vigía del partido en el poder y opción de participación ciudadana. Nulo el Congreso para legislar lo urgente e importante, abrir el parlamento y ser contrapeso del Ejecutivo. Torcida la recta impartición de justicia, cuando implica a miembros o cuates del poder. Ausente el gobierno y, por lo mismo, el liderazgo y la autoridad para encarar la crisis al interior y al exterior. Contante la corrupción de los Poderes de la Unión. Manifiesto el violento reacomodo del crimen, donde hubo alternancia. Frustrada la unidad sin sacrificio de la diversidad.

Tal es el cuadro de la situación nacional. En particular de la clase dirigente, necia en ignorar, agotar o sabotear la energía social que propone corregir el curso ante la tempestad que amenaza acallar y encallar al país.

En esa circunstancia y visto el azolve de los canales institucionales de participación, es menester que el activismo ciudadano no pierda el tono, ensaye otros recursos y use otras vías -distintas a las oficiales, pero ajenas a la violencia- para hacerse sentir y conjurar el peligro de ir de mal en peor hasta recalar en la ruptura. Es hora de prestar aún más atención y actuar ante cuanto está ocurriendo.

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Cuando un Presidente titubea, decide y después pregunta ¿Qué hubieran hecho ustedes?; cuando premia con nuevos puestos a quienes fallaron en su función original -Luis Videgaray y Virgilio Andrade, por ejemplo- y mantiene en su lugar a quienes no dejan de fallar; cuando confunde crisis con desafío; cuando, al interior, rechaza negociar bajo presión, pero, al exterior, cede ante el primer capricho... es hora de prestarle atención.

Cuando los ministros de Justicia de un país injusto declinan tener el gesto solidario de reducir su exorbitante sueldo porque irían contra la ley. Cuando los consejeros de la Judicatura pierden el asombro ante los jueces que hacen de la ley, escudo de impunidad del funcionario influyente o amigo. Cuando los magistrados electorales entienden el privilegio como derecho al despilfarro. Cuando en la cajuela de un vehículo oficial de la Judicatura aparecen cuatro millones de pesos en efectivo con tufo a billetes sucios... es hora de prestar atención.

Cuando los legisladores postergan o congelan reformas en beneficio del país. Cuando esos parlamentarios cierran la puerta al debate y acuerdan en privado canjear posturas por posiciones o leyes por prebendas. Cuando diputados y senadores administran como botín al Congreso de la Unión y se desentienden de la representación popular... es hora de prestarles atención.

Cuando la integración de los colegios de los nuevos órganos autónomos es asunto de cuotas partidistas, es hora de prestar atención.

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En suma, cuando el conjunto de la clase dirigente -salvo contadas excepciones- practica, lubrica y perdona la corrupción como fórmula de arreglo entre ella; cuando juega a la ruleta rusa con la seguridad pública y le resta importancia a una sangría prolongada por más de diez años; cuando le es indiferente crear una policía profesional y le pide al Ejército ni pensar en regresar a los cuarteles; cuando dice contar con doce tratados de comercio y cuarenta acuerdos vinculados a la materia, pero olvida que concentra el 83 por ciento de las exportaciones sólo con Estados Unidos; cuando omite reconocer que la gallina de los huevos de oro "se secó" porque la desplumó y se guardó los huevos; cuando pregunta por qué el mal humor social... es hora de prestarle atención.

Cuando la divisa de la acción de esa élite es la pusilanimidad, la complicidad y la impunidad, es hora de prestarle atención.

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Hace poco más de dos años, distintos sectores sociales aceleraron el paso y combinaron la acción del activismo comprometido, la herramienta del conocimiento especializado y la prestancia de algunos cuadros o representantes leales al Estado para impulsar alternativas al malestar social y, sobre todo, a la descompostura del país.

Esa acción y combinación logró ciertos avances, lentos y no del todo asegurados, en el ámbito de la mejora de la educación, el combate a la corrupción, la impartición de justicia, la rendición de cuentas y la contención del crimen criminal -valga la aparente redundancia- y del crimen oficial. Sin embargo, tal avance se ha frenado o al menos se ha acoplado a la velocidad de los representantes o mandatarios que hacen del ejercicio de arrastrar los pies, el ritmo indicado para corregir el estado que guarda la nación sin perder sus beneficios.

Ese freno o lentitud ha llevado a algunos activistas a trasladar la perspectiva de su actuación a la próxima elección presidencial, siendo que el grado de deterioro y descomposición nacional no garantiza llegar en paz y estabilidad a ese otro gran momento, donde se elige al relevo en el Ejecutivo y el Legislativo.

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De ahí la urgencia, por un lado, de dejar la arena donde la élite dirigente domina la acción social y, por el otro, de ensayar otros recursos y ocupar otros espacios para que esa élite vea que el reclamo ciudadano tiene otros derroteros por recorrer.

Esos otros recursos pueden ser la creación de un gabinete de sombra que, contrario a la costumbre, vigile y califique no la entrada, sino la salida de la administración que renunció a ser gobierno. Un consejo que vigile y califique la actuación de aquellos jueces de cuyas manos depende el rescate de la justicia. Un grupo de coordinadores parlamentarios extraoficiales que vigile y califique la conducta de los capitostes del Congreso. Y un consejo ciudadano de Estado que vigile y califique la defensa de México frente al exterior.

Es hora de darle la vuelta a la participación y prestar mucha más atención a cuanto está ocurriendo.

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