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Tiempo de pagar errores

Actitudes

JOSÉ SANTIAGO HEALY

Carlos Salinas, Ernesto Zedillo y Vicente Fox hicieron creer a México que llegar al primer mundo era cuestión de tiempo.

Todavía más, nos convencieron de que estábamos al nivel de Estados Unidos y Canadá para lo cual se estableció y promovió el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, ahora en peligro de disolución.

Efectivamente México creció en los 23 años que lleva el TLC de una manera impresionante en materia de exportaciones, importaciones e inversión extranjera.

Nos convertimos en socios estratégicos de los norteamericanos y los canadienses, pero a diferencia de ellos descuidamos sectores claves que hoy son nuestro talón de Aquiles.

Mientras en los países vecinos del norte mantuvieron bajo férreo control la seguridad interna, el sistema legal y la eficiencia del sector público, en México vivimos ahogados por la violencia, la impunidad y la corrupción oficial.

Al mismo tiempo los gobiernos mexicanos se entusiasmaron demasiado por las inversiones del extranjero en maquiladores, turismo y comercio, pero dejaron al garete el desarrollo del campo en el centro y sur del país.

Esta pésima política provocó un éxodo masivo de mexicanos a los Estados Unidos durante finales de la década de los 90 y la primera década del siglo XXI. El boom económico de los vecinos acogió a una mano de obra barata y eficiente, pero su crecimiento avasallador hoy les incomoda.

¿A qué horas y cómo fue que en unos cuantos años el número de indocumentados en Norteamérica llegó a los doce millones de personas de los cuales más de seis son mexicanos?

Pues evidentemente se trató de un fracaso en las políticas públicas de México que promovieron empleos en las frontera y en las grandes ciudades, pero ignoraron alegremente al campo.

Basta recordar años atrás como llegaban a Hermosillo, Tijuana y Ciudad Juárez, entre otras ciudades, aviones repletos de campesinos para ser trasladados a la frontera y ser cruzados ilegalmente a Estados Unidos para enrolarse en actividades agrícolas, ganaderas y comerciales.

En ese entonces nadie se preocupaba por los miles y miles de paisanos que dejaban el país ante la ausencia de oportunidades. Tampoco nuestros políticos se percataron en los últimos años de la deportación diaria y masiva de mexicanos a nuestras fronteras.

En ocho años del gobierno de Obama fueron expulsadas cerca de tres millones de personas lo que representa más de 350,000 al año. ¿Dónde estaban esos políticos que hoy en vísperas del año electoral acuden a saludar a los migrantes deportados y a ofrecerles el auxilio que les negaron cuando más lo necesitaban?

Las acciones y amenazas de Donald Trump en contra de nuestros paisanos y el comercio serían motivo de risa de no ser por la enorme dependencia que hoy tenemos de los Estados Unidos.

En un foro de intelectuales y periodistas mexicanos, celebrado en Phoenix, se llegó a la "sabia" conclusión de que los indocumentados no quieren regresar a México. ¿Acaso alguien desea volver a un lugar donde les negaron oportunidades y en donde nadie les tendió la mano?

Hoy en México tendremos que afrontar las consecuencias de tan compleja situación, pero por favor sin lloriqueos ni dramatismos, sino con acciones inteligentes y efectivas parar recibir a los deportados y para reintegrarlos a la vida nacional.

Por fortuna Trump se ha metido en demasiados líos y es probable que pronto aligere su hostilidad contra México y su población. Los mexicanos podríamos además pagarle con la misma moneda si el año entrante asume al poder el impredecible Andrés Manuel López Obrador.

Por ahora será muy importante que los sectores de opinión del país vigilen y orienten al presidente Peña Nieto y al canciller Luis Videgaray. El primero sigue extraviado y el segundo se juega el todo por el todo para llegar con vida a la contienda presidencial. Vaya hasta nos ha hecho creer que ya acuerda con Trump y con su yerno Jared Kushner.

NOTICIA FINAL…

La renuncia esta semana del consejero de Seguridad Nacional, Mike Flynn, abrió la puerta al presidente Donald Trump para inaugurar en su gobierno su política de despidos fulminantes que lo hiciera famoso en la serie de televisión The Apprentice. Más que un fracaso fue una oportunidad dorada para sembrar miedo entre sus colaboradores.

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