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Divididos frente al orate, estamos derrotados

Mirando a fondo

VÍCTOR GONZÁLEZ AVELAR

ENTRADA.- Son tiempos de desconfianza, de desilusiones y de un estado generalizado de enojo de todos contra todos y contra todo. Para nuestra desgracia ese mal humor se ha anclado en el imaginario colectivo de nuestra sociedad precisamente cuando al norte aparecen peligrosas nubarrones de tormenta que amenazan trastornar nuestra ya de por sí difícil vida como nación.

SOPA.- Para las generaciones mexicanas que vivieron en los siglos XIX y XX los conflictos con los vecinos del norte eran cosa común y de todos los días. Desde nuestra lucha por lograr la independencia del imperio español el largo brazo de Washington siempre se movió como peligrosa sombra sobre las áridas regiones del norte de México, conocidas entonces como las provincias internas. Refiérome a la Alta California, Nuevo México, Arizona, parte de Oregón, de Colorado y Texas la joya de la corona.

A lo largo de nuestra historia muy especialmente por nuestras divisiones internas y las rebatingas por el poder de muchos inútiles y estúpidos gobernantes que hemos padecido, casi se acabó este país.

En aquellas divisiones y ambiciones internas participaron grupos conservadores, centralistas, republicanos, monárquicos y muy especialmente el clero (igual actúan hoy los partidos políticos y las facciones). Todo esto facilitó las múltiples invasiones extranjeras que sufrió México. Una de ellas nos hizo perder dos millones de kilómetros cuadrados en manos de los Estados Unidos de Norteamérica.

PLATO FUERTE.- Recién independizados ya sufrimos una primera intentona del imperio español para recuperar las tierras perdidas invadiendo Tampico. Tiempo después de la cruenta guerra perdida frente a Norteamérica (1847) aparecieron frente a Veracruz los buques guerreros de las tres potencias europeas más poderosas del mundo: España, Francia e Inglaterra amenazándonos con invadirnos si no les pagábamos de inmediato los créditos que adeudábamos. Para nuestra fortuna España e Inglaterra finalmente se retiraron; pero la Francia más ambiciosa nos impuso el Imperio de Maximiliano vía Napoleón III.

Durante el porfiriato las amenazas de Inglaterra y de Norteamérica continuaron para apoderarse de nuestra minería, los ferrocarriles y las concesiones petroleras. Es más, hasta en pleno siglo XX el general John J. Pershing (durante la llamada expedición punitiva) invadió el país con 10 mil soldados en busca de Pancho Villa y como pilón, los gringos desembarcaron en el Puerto de Veracruz que tomaron a base de cañonazos. Como se podrá advertir, por invasiones y agresiones extranjeras y de los vecinos no ha quedado.

Todo esto viene a tema con motivo de la desairada manifestación de protesta en la ciudad de México a que convocaron diversas organizaciones autollamadas sociales y que realmente no representaban a nadie. Lo que debió ser una enérgica protesta pública en contra de la política del orate, terminó en una guerrilla interna entre los diversos grupos manifestantes con el único fin de llevar agua a su molino. Hasta la señora Wallace de "Alto al secuestro" fue agredida y amenazada. Otros anarcolocos más vivos usaron la marcha para pedir la salida de Peña Nieto, no la de Trump ¡hágame usted el favor!

Ahora bien, jamás sería nuestra intención defender al discutido personaje, pero guardando las debidas proporciones cito como antecedente aquella guerra con Texas. Los momentos que vivimos ahora son muy similares a los vividos por Antonio López de Santa Anna cuando en 1836 marcha con su ejército a San Antonio de Bexar en Texas, para someter a los levantiscos texanos de Sam Houston que querían independizarse de México.

 POSTRE.- Cuenta la historia que un ejército casi descalzo, desarmado y harapiento cruzó el desierto (1,600 kilómetros) con recursos económicos del propio Santa Anna, producto de un préstamo hipotecario sobre su hacienda Manga de Clavo, mientras tanto en la capital del país se fraguaban intrigas y divisiones para derrocarlo.

Por eso me parece tonto salir a las calles protestando en contra del orate, y por otra parte pidiendo la salida de Peña Nieto. Nos guste o no, actualmente no tenemos otro camino que la unidad monolítica en torno, no de Peña Nieto si ustedes quieren, pero sí en torno de la institución y del país que él representa.

 DIGESTIVO.- Nada sería mejor para Trump y nada peor para México, que un presidente Peña Nieto débil y gobernando a un país dividido.

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