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Unidad y antagonismo

Con/sinsentido

MIGUEL FRANCISCO CRESPO ALVARADO

Nada convoca más a la unidad que un antagonismo; aunque esas unidades suelen ser las más frágiles. Es relativamente fácil reunir a quienes se sienten indignados ante, por ejemplo, el desempeño inmoral e ineficiente de un gobernante; pero, es en extremo difícil que esas personas mantengan la cohesión una vez caído el gobierno al que repudiaban. La unidad por oposición carece de cimientos, es superficial y, por tanto, altamente vulnerable.

En México la pésima gestión de Peña Nieto o la de algunos gobernadores en las entidades del país, y de manera más reciente, la llegada de Trump a la Casa Blanca, se han convertido en factor de unidad. Algunas de estas reuniones por antagonismo están siendo orquestadas por los partidos políticos o sus dirigencias; mientras que otras son organizadas por agrupaciones de la sociedad civil, ambas posibilidades son legales y propias de una democracia.

No obstante, esa realidad causa mucho escozor entre quienes aspiran a unidades más sólidas, que parten de ser la tesis y no la antítesis. Por tal motivo, valdría la pena preguntarnos si, en el México contemporáneo, el de aquí y ahora, las unidades no antagónicas son posibles.

Los resultados electorales más recientes y los muchos estudios y sondeos que se realizan en el país, demuestran con contundencia que somos una nación de minorías. Ningún partido político cuenta realmente con una mayoría firme, como tampoco lo hacen las distintas posturas ideológicas. Lo que tenemos es una amplia diversidad que sólo encuentra mayorías en cuestiones como la pobreza o la carencia de bases educativas sólidas.

En un escenario así, las probabilidades de construir una unidad desde sus cimientos son escasas, máxime, si los gobiernos no quieren o no pueden provocar una auténtica reforma educativa fundamentada en un proyecto de nación. Por tanto, lo que nos queda a la mano es tomar nuestros antagonismos como factor de unidad y ponernos a trabajar juntos, aunque en principio no compartamos nada más.

El peligro aquí es que nos conformemos con eso. Todo lo contrario, debemos estar conscientes de lo altamente frágil que son las unidades por oposición y, por tanto, es nuestro deber cuidar la que ahora tenemos. En ese sentido, no hay mayor descuido que el irrespeto por las razones del otro. Suponerse poseedor de la verdad absoluta para, desde allí, cuestionar las motivaciones de los demás, es hacerle la labor al enemigo.

Actualmente, en este México tan dolido, hay quienes se sienten con la "autoridad intelectual" suficiente como para suprimir los derechos políticos a los demás: nadie puede elegir un partido político diferente al de ellos; está prohibido manifestarse si no se piensa lo mismo que ellos y si alguien opina o actúa de manera distinta a lo que ellos creen, le aplican un juicio sumario. Diferente, para ellos, es sinónimo de equivocado.

Si en México vamos a tardar más en generar una unidad sólida, no sólo es por culpa del gobierno que nos quiere divididos. Es, sobre todo, porque algunos se siguen asumiendo de la manera más soberbia posible, como el único factor de unidad que tiene validez. Se sienten inteligencias superiores; pero, en el fondo, son los más ignorantes y, por tanto, los más dañinos.

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