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No es guerrilla, va en serio

JULIO FAESLER CARLISLE

Las noticias que nos llegan son preocupantes, pero como suele suceder, más por lo que nos imaginamos que lo que es la realidad. A ésta siempre podremos tener respuestas. Preparar éstas es lo que nos debe preocupar.

El inédito fenómeno político que se desarrolla ante nuestros ojos en los Estados Unidos no es el primero ni el único. Tampoco las repercusiones que puedan llegarnos son las peores que hayamos sufrido en nuestra historia. Si las comparamos con lo que está aconteciendo en otras partes del mundo podemos tomar lecciones de como, con inteligencia y valentía, se puede responder a la adversidad… con estrategias.

En Asia, particularmente en sus regiones occidentales, el choque de intereses, es tanto o más dramático que lo que se ha visto en muchas décadas. En África la violencia no tiene fin. Europa, que desde el fin de la Segunda Guerra Mundial ha pretendido servir de árbitro y ofrecer socorro a los pueblos necesitados se halla a su vez ahogada en sus propias dificultades económicas y políticas que le frenan posibilidades de actuar.

Los programas de desarrollo tanto de los gobiernos como de las instituciones y organizaciones privadas internacionales están en actividad más intensa que nunca. Hacia ellos hay un constante empeño por sumar la acción de los sectores económicos empresariales.

El crecimiento inusitado de la población, es un factor que no ha sido posible articular dentro de los programas sociales. Este elemento ha agravado los retos a que se encuentra el desarrollo que se traducen en hondos atrasos socioeconómicos en la mayor parte del mundo, aletargando y haciendo casi imposible el elevar el nivel de vida de miles de millones de seres humanos que esperan redención social.

El panorama demográfico mundial no tiene visos de aliviarse en varias décadas. La población mundial ahora de 7,200 millones de seres podrá llegar a los 9,000 u 11,000 dentro de poco tiempo. Los pronósticos sitúan estas últimas cifras como un posible tope. Entre tanto, la manifestación más cruda de este exceso de población respecto a su propia capacidad de autoabastecerse de alimento y artículos de primera necesidad, servicios médicos, es la violencia que estalla sola.

El crecimiento de nuestra población en los últimos años la ha llevado de unos 25 millones a los actuales 120. Las consecuencias, innecesarias de haberse establecido políticas de educación combinadas con las que promoviesen nuevos centros de aprovechamiento racional de nuestros vastos recursos, las vivimos en términos de vastas extensiones de jóvenes y adolescentes sin adecuada educación y mucho menos capacitación para realizar sus potenciales.

Los programas escolares en nuestro país han sido patentemente insuficientes tanto por la falta de recursos financieros y más aún, de personal preparado para impartir enseñanza a todo nivel.

Es en este escenario de preocupantes insuficiencias socioeconómicas que amanece el año 2017 con los desplantes inusitados del nuevo presidente de los Estados Unidos. Las reacciones en todos los medios mexicanos han sido rápidas y con pretensiones de espectacularidad. Se supone que, con marchas, el nuevo jefe de gobierno en Washington, temblando, detendrá su programa.

No será así. Por nuestra parte, y la de otros países que se sientan afectados, hay que decidir e instrumentar con seriedad lo necesario para aislar al país de los impactos que son claramente previsibles y proceder acciones concretas. Es evidente que no estamos preparados para ellas, y aquí, no en los ataques, es donde debe estar nuestra verdadera preocupación.

Actuar con presteza, como en batalla, y montar lo que requerimos para ganar. En lo económico, reforzando con apoyos administrativos y financieros las unidades de producción de artículos cuya producción debemos aumentar e incluso iniciar, ahorrar con sustitución de compras innecesarias, las divisas que requerimos para intensificar los programas de infraestructuras atrasadas. En lo social, aumentar programas de capacitación laboral, ampliando con industriales programas escuela-empresa, reclutando profesores externos y en reserva, ampliando servicios médicos y asistenciales.

Todo ello se debe implementar sin más espera.

La respuesta al nuevo escenario que el presidente Trump quiere instalar, no sólo en México sino en su propio asorado país, requiere prontitud y eficiencia. México ha tenido mucha experiencia en desparramar guerrillas. Esta es otra cosa. Se trata de una guerra multiestratégica. No se ganará con marchas, por vistosas que quieran ser.

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