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Intimidator

En tres patadas

DIEGO PETERSEN FARAH

Acostúmbrense a los gritos y malos tratos, ha dicho Donald Trump, pues ese será el tono para doblegar a los adversarios. "Cuando escuchen algo sobre las duras llamadas telefónicas que estoy haciendo no se preocupen, simplemente no se preocupen. Son duras. Tenemos que ser duros. Es hora de que seamos un poquito duro, amigos… se están aprovechando de nosotros virtualmente todas las naciones del mundo".

Con semejante declaración es imposible no pensar en Durito, el escarabajo zapatista, aunque dicho sea de una vez, no tiene nada que ver el personaje creado por Marcos con el hombre color Cheto que quiere gobernar con amenazas salvo ese deseo de ser el Duro.

Cuando en una relación, la que sea, una de las partes tiene que recurrir a la amenaza es porque se han agotado los argumentos. Amenaza aquel que tiene una posición de fuerza, pero también aquel que ya no tiene otra manera de defender su punto de vista. ¿Estados Unidos no tiene ya más argumentos que su fuerza para relacionarse con el mundo?

Durante todo el siglo XX y los primeros años del XXI la fuerza de Estados Unidos se basó en su potencial militar y sobre todo en su expansión económica y cultural. Nos puede gustar o no la cultura gringa, pero finalmente terminaron imponiendo el American way of life, con sus pocas virtudes y todos sus defectos, en prácticamente todo el occidente y buena parte del oriente. Es cierto, una cultura que tiene como buques insignia a Coca Cola y Mc Donald's deja mucho que desear, pero detrás de ellas lo que se creó fue una potencia cultural que, desde el cine y el arte, dominó primero el mercado y luego el discurso (hace 50 años se decía el cine gringo era basura comercial y al Arte Pop se le veía como menor; hoy el mejor cine sale de Hollywood y la meca del arte de Nueva York).

Subir el tono de las llamadas y amenazas a otros países del mundo harán que una personalidad egocéntrica como la del presidente Trump se sienta cada día mejor, pero no va a mejorar la posición de Estados Unidos en el mundo. Gritarle al presidente de Australia no acabará con el déficit comercial que tiene con China ni hablarle fuerte a Peña Nieto va a cambiar la situación de la frontera, mucho menos hará que los gringos se dejen de meter la cantidad de drogas que se meten (que es al parecer la principal preocupación expresada por Trump en la llamada).

La intimidación tiene un límite y es el paso a la acción. En la medida que Intimidator abra más frentes (el mundo árabe, Europa y ahora Australia) la presión sobre México irá bajando y los acuerdos aterrizando.

Cada nuevo berrinche de Durito es una buena noticia para nuestro país.

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