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El silencio roto

Sin lugar a dudas

PATRICIO DE LA FUENTE

"Cuando hables, procura que tus palabras sean mejores que el silencio".

En política existe una regla no escrita que, con sus asegunes, se observa tanto en México como en Estados Unidos. Al salir de Los Pinos o La Casa Blanca según el caso, los exmandatarios evitan pronunciarse sobre el gobierno y acciones de su sucesor, por lo menos durante un tiempo razonable al que se conoce como "período de gracia" o "luna de miel".

Ejemplos sobran. Al concluir ocho años como presidente, George W. Bush se avocó a actividades de recaudación de fondos para su biblioteca y evitó referencia alguna a la nueva administración de Barack Obama. Bush regresó a la escena mediática únicamente para efectos de promocionar su libro autobiográfico "Decision Points", en cuyas páginas trata de justificar decisiones polémicas como la invasión a Afganistán e Irak, entre otras.

En diversas entrevistas, el expresidente Bush recalcó que no tenía intenciones de criticar a Obama y que era esencial ayudarlo. "No voy a gastar mi tiempo criticándolo, merece mi silencio. Hay bastantes críticos en la arena", dijo. A la fecha, Bush mantiene un perfil bastante discreto y divide sus días entre Houston y el rancho en Crawford, Texas.

En México, las cosas son más o menos similares. Al abandonar Los Pinos, perseguido por el desgaste que implicó la guerra contra el narcotráfico, Felipe Calderón pasó un año como profesor emérito de la Universidad de Harvard y sus apariciones fueron primordialmente en foros de discusión de energía sustentable.

El regreso de Calderón a México coincidió con dos escándalos que minaron irreversiblemente la popularidad de Peña Nieto: Ayotzinapa y la Casa Blanca. Pese a ello, Calderón ha sido muy cauto y no habla gran cosa del actual mandatario. Es previsible que en los siguientes meses, ya en campaña y con Margarita Zavala como precandidata, Calderón se anime a criticar a la actual administración.

Días antes de dejar el cargo, Barack Obama amagó con pronunciarse en cualquier momento si consideraba que las libertades y ciertos valores de sus conciudadanos se encontraban bajo amenaza. Han sido tantas las pifias, errores y graves los efectos colaterales de Donald Trump en su primera semana como presidente que Obama, quien se encuentra en un muy merecida vacación, ya hizo declaraciones a través de un portavoz.

Sobre la política de veto a la entrada de ciudadanos de siete países de fe mayoritariamente musulmana, Barack Obama expresó estar "fundamentalmente en desacuerdo con la noción de discriminar a los individuos por su fe o religión", y dijo sentirse alentado por el nivel de participación que han tenido las protestas en contra de esta medida. "Todos los estadounidenses tienen la responsabilidad de ser los guardianes de nuestra democracia, no sólo durante las elecciones, sino todos los días", ahondó.

Estoy convencido que ante un gobierno arrogante, de fuerte retórica nacionalista e intenciones cuasi totalitarias como será el de Donald Trump, hoy más que nunca se precisa de contrapesos y voces críticas acreditadas en la escena mundial que no solamente vigilen las acciones de Trump, sino que propongan vías alternas para solucionar conflictos.

A un hombre como Donald Trump sencillamente no se le puede dejar solo, libre y con todas las llaves del castillo. Equivaldría casi, a poner a la Iglesia Católica en manos de Lutero. De ahí la importancia de que personajes tan poderosos como Barack Obama, un hombre al que transcurridos doce días del actual gobierno muchos comienzan a extrañar, no se queden callados.

Inevitables las comparaciones y paralelismos, regímenes como el de Adolfo Hilter en Alemania o el de Benito Mussolini en Italia, florecieron en gran medida pues el silencio de la comunidad internacional se convirtió en gritos de auxilio cuando desgraciadamente era ya muy tarde para frenarlos.

Donald Trump es un fenónemo al que hay que vigilar aunque termine con nuestra energía. No es una cuestión inherente sólo a los norteamericanos, todos estamos en la obligación de participar.

Bien por Barack Obama. Algo me dice que no será la primera ni la última vez que, ya como expresidente, se vea en la penosa necesidad de criticar a su sucesor.

Nos leemos en Twitter y nos vemos por Periscope,

sin lugar a dudas: @patoloquasto

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