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AGUA MALA

"La vida es lo que ocurre a tus hijos mientras revisas tu Facebook".

Una de las grandes notas de esta semana es lo acontecido en un colegio particular de la ciudad de Monterrey, una dolorosa tragedia que nunca debió ocurrir. Por tal razón me permito echar mano del título del libro de la argentina Josefina Licitra para esbozar mi idea sobre lo que puede haber detrás de estos hechos.

Un jovencito, un arma, un posible anuncio en redes sociales, un aparente no dar importancia al anuncio y los hechos de sangre. Rondan mil cosas en derredor, que si había acoso escolar, que si estaba deprimido, o medicado, que si pertenecía a un grupo de troleadores en la red, que de quién era el arma y que quién lo entrenó… Y así de este modo cada cual baraja la información y arma su propia historia, difícil saber qué tan verídica, y muchas veces tan carente de humanismo.

"Agua mala" haciendo alusión a la novela de Licitra, no para referirme a un maremoto arrasador como fue el caso de la aldea argentina desaparecida que da pie a la novela. Más bien de esas humedades que van infiltrando lentamente las estructuras, y con el paso del tiempo terminan minando todo hasta provocar destrucción. Esa humedad simbólica que nosotros como sociedad no tomamos muy en cuenta, o desestimamos, esa humedad que comienza a propiciar la proliferación de parásitos, mismos que hacemos por limpiar pero al rato vuelven a pulular, puesto que el problema de fondo -la humedad- ahí sigue y avanza. Así es como imagino la situación de muchos chicos, que puede ser o no ser el caso del alumno de Monterrey, nosotros como padres atendiendo lo estrictamente necesario; desconociendo las potencialidades de los hijos; pasando por alto o racionalizando aquellos primeros signos de alarma. Y la humedad avanza, infiltra, hasta que en un momento dado la solidez del muro queda hecha polvo a nuestros pies.

Imposible medir la cantidad de comentarios en redes sociales a raíz del incidente en Monterrey, todos nos erigimos en jueces, profundos conocedores, opinamos y satanizamos; nos vamos contra los padres, o contra los maestros, pontificamos y agredimos, por desgracia algo tan común en la red.

Para resolver los problemas sociales de México necesitamos una plataforma de la cual partir, y por desgracia nuestras instituciones no la proveen puesto que no están profesionalizadas. Mientras los mandos estén en manos de políticos y no de especialistas del ramo, vamos a seguir emproblemados. Con relación a casos de violencia en adolescentes la Dra. Feggy Ostrosky, reconocida neuropsicóloga de la UNAM, y apasionada estudiosa de este fenómeno reconoce tres elementos clave: Depresión, un gran enojo y un profundo sentido de venganza, que tal vez el chico no verbalice, pero de alguna manera se manifiestan, y pueden ser detectadas por personas del entorno, siempre y cuando existan canales de comunicación, tanto en la familia como en la escuela.

En buena medida los padres jóvenes de hoy tienen grandes demandas laborales que roban mucho de su tiempo real frente a los hijos, lo que genera poca comunicación además de culpa, y tal vez se tienda a llenar esos huecos afectivos con regalos materiales, cuando el chico lo que está pidiendo es que lo miren a los ojos, lo escuchen sin juzgarlo de entrada, y ser tomado en cuenta y reconocido.

Señala la Dra. Ostrosky que no existe un gen de la maldad, pero sí neuronas-espejo que determinan la empatía hacia los demás, y estas se van apagando con la exposición continua a la violencia, así se trate de videojuegos; son hechos probados científicamente, así que habrá que revisar los contenidos temáticos que dejamos entrar a casa. Por desgracia como sociedad nos hemos acostumbrado a manejarnos en el entendido que nada es malo, y para muestra ahí tenemos a los grandes ladrones de cuello blanco a los que en ratos hasta celebramos. Es en esa confusión donde urge nuestra participación como orientadores.

En el caso de Monterrey nunca vamos a conocer la verdad última de lo ocurrido, pero sí a partir de ello estamos obligados a revisar nuestra actuación frente a los chicos, como padres, como maestros, como médicos, como ciudadanos. Ellos están pidiendo acercamiento, ser escuchados y valorados, no criminalizados. Fomentemos en ellos una identidad que les proporcione raíces; un sentido de pertenencia que les provea de seguridad, y un reconocimiento que les permita extender las alas y volar sin riesgo de venirse a pique.

Un chico es el síntoma pibote de lo que ocurre dentro de la familia, eso no es gratuito. Como sociedad civil y como instituciones profesionales estamos obligados a detectarlo. La operación mochila inicia en casa revisando en tiempo y forma mochilas de viaje, la propia y la que cargan nuestros hijos.

  Por: María del Carmen Maqueo Garza

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