SOLIDARIDAD ES EL NUEVO NOMBRE DEL AMOR
Los obispos de México han dado un comunicado a sus fieles, a las autoridades, a los sectores productivos y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, en el que piden ser sensibles a cada persona que sufre, a sus familias, comunidades y barrios, e invitan a fomentar acciones concretas de economía solidaria, en medio de las contrariedades de este inicio de año por el enojo, el descontento y el hartazgo de los ciudadanos, ante el incremento de los precios y servicios, y el agudizarse de la situación precaria en la que, ya de por sí, viven millones de mexicanos; intensificado por las consecuencias en la economía nacional a causa de la llegada al poder del nuevo presidente norteamericano.
La caridad se ha entendido muchas veces como dar limosna solamente, pero el concepto rebasa las fronteras de una ayuda asistencial y mucho menos asistencialista, que rebaja a la persona en su dignidad, la hace dependiente de dádivas y la esclaviza impidiéndole ser artífices de su propia realización. Ahora, con este llamada que hacen los obispos mexicanos, se ataca directamente las consecuencias de un sistema consumista neoliberal, basado en la ambición desmedida, la competencia y el individualismo, y se motiva a una solidaridad que no sólo da el pescado ni sólo enseña a pescar, sino que produce pescados, es decir, llama a verdaderos cambios estructurales basados en una economía solidaria, que no busca el dinero como fin último, sino la satisfacción de las necesidades (lo que originalmente define a la economía y que ahora se ha complicado tanto).
La falta de paz en nuestro País se debe a que la sociedad se siente vejada por la ausencia del Estado de derecho, el desempleo al que se enfrenta, la pobreza y la desigualdad social que padece y, sobre todo, por nuestra fría indiferencia. Los obispos llaman a realizar acciones concretas de desarrollo y solidaridad como la base para sanar el rostro sufriente de nuestro país, lo cual implica que entendamos que todos somos responsables de todos. Depende de cada uno la decisión de comprometernos a ser solidarios, a promover el desarrollo, o bien seguir asumir una posición de indiferencia, cómoda y frívola.
Las iniciativas más o menos buenas de protestas, manifestaciones, boicots, consumo de lo nacional, producción artesanal, proyectos productivos, etc., están surgiendo por muchos lados con insuficiente coordinación y con mucha falta de liderazgos auténticos y libres de intereses. El hecho que la Iglesia entre en estas propuestas está ofreciendo a los promotores de las iniciativas antes mencionadas, toda una infraestructura, motivación, creatividad, espacios, participación y organización, con la esperanza de incidir en un verdadero desarrollo, que dé la oportunidad a todos, de insertarse en el mundo laboral, vivir una vida digna y tener una realización en su existencia, no restringiéndose al aspecto material.
Durante décadas ha continuado el crecimiento de la pobreza, la corrupción, y la dependencia de las decisiones por parte de los grandes mercados internacionales. Es por ello que la acción solidaria es una necesidad inaplazable a fin de "que cada persona tenga Techo, Tierra y Trabajo dignos" (Papa Francisco en el penal de Juárez, México).
Los obispos se interrogan retóricamente, cuestionando las explicaciones de las autoridades, sobre la necesidad de disminuir el impuesto en IEPS, sobre quien absorberá el impacto del aumento a las gasolinas si no son los más pobres, sobre si no habrá exceso de corrupción y robo, "por una serie de personajes que permanentemente dejan vacías las cuentas a nivel municipal, estatal y federal". Con ello alzan la voz denunciando directamente errores en la administración y, por tanto, dejando fuera de duda su compromiso con el que sufre; reclama al sistema, la falta de distribución solidaria de los recursos y las grandes diferencias entre los pocos que tienen todo "frente a los millones que empobrecidos por un sistema que nos ha hecho perder la capacidad de mirarnos con confianza y que nos invita permanentemente a competir".
No falta tampoco la alusión a la situación migratoria: "los productos tienen acceso entre fronteras pero las personas son rechazadas y expulsadas sistemáticamente" y reclama al país vecino que seamos tomados en cuenta. Explica el cansancio de la gente en México a "la imposibilidad de acceder al desarrollo humano, integral y solidario rechazando la economía que excluye y mata y hace un llamado a humanizarla, haciendo eco al Papa Francisco.
Pero tal vez lo más importante es las estrategias creativas y transformadoras que proponen los obispos de la pastoral social que aquí sólo se mencionan brevemente:
1. Fortalecimiento del mercado local.
2. Implementación de proyectos de economía solidaria, que pone al ser humano y su trabajo sobre el dinero.
3. Globalizar la cultura, la educación, la tecnología, la solidaridad y la paz para ser menos dependientes en economía.
Anima este breve documento a todos los cristianos al compromiso, a la participación, al diálogo pacífico con las diversas instancias y a la superación de la brecha entre ricos y pobres; fundamenta en la fe auténtica el compromiso social y la búsqueda del bien común y concretiza en las parroquias la aplicación de la pastoral social, "que evolucione del asistencialismo a la transformación social", a la organización y a la liberación de dependencias de programas sociales que incluso bloquean el verdadero crecimiento; "los individuos deben ser sujetos de su propio desarrollo".
¿Podremos hacer eco a este llamado? ¿seguiremos creyendo en una caridad que sólo distrae nuestras conciencias del verdadero compromiso de amor cuyo nuevo nombre es la solidaridad? ¿aprovecharemos las estructuras eclesiales para dar un testimonio creíble de un amor efectivo y organizado? ¿seremos capaces de cambiar el tradicional estilo asistencial que sólo le sigue el juego al consumismo tratando de consolar un poco a unos cuantos de los millones de pobres que produce?
