EDITORIAL Sergio Sarmiento Caricatura Editorial Columna editoriales

Trompadas

Diálogo

YAMIL DARWICH

Mañana, Donald Trump, tomará las riendas del país más poderoso del mundo; ese personaje de apariencia y actitudes de antihéroe americano, que fuera descalificado al presentarse como candidato a la presidencia de EUA, luego le negaron las posibilidades de vencer a Hilary Clinton y quien finalmente ganó exhibiendo a los "expertos".

Donald, dedicó su campaña a infundir dos sensaciones importantes; a unos, el repudio contra aquellos que les representan competencia laboral, promoviendo el odio a todo extranjerismo; en otros, sintiéndose agraviados, estimulándolos para que votaran a su favor, haciéndoles creer que los recién arribados y los que pudieran inmigrar, les afectarían su nivel de vida.

A todos les prometió recuperar la grandiosidad económica de los años sesenta a ochenta, consecuencia de las ventajas adquiridas con la bonanza económica generada por la Guerra Mundial de la segunda parte del siglo anterior, riqueza material que poco a poco ha mermando.

Sus estrategas utilizaron el recurso que siempre ha generado buenos dividendos: el temor, despertando preocupación, ansiedad y hasta angustia entre los votantes y otros ciudadanos del mundo, sobreponiéndolo a la cordura y a las partes positivas de la psique humana.

Ese Donald Trump ha sido acusado de poseer muchos antivalores: trascendentes, como mentir para alcanzar sus fines; sociales, anteponiendo el bien de los pocos ante el malestar de los muchos; y personales, mostrando egoísmo extremo en muchas de sus actitudes de pobreza humana.

Es ese que se mostró insensible ante los extranjeros -de todo el mundo-, racista, particularmente contra los latinos; machista, agrediendo a las mujeres y ofendiéndolas gravemente; impulsivo, por sus respuestas insensatas para luego desmentirse y dar marcha atrás; y otros epítetos en demérito de su persona, consecuentemente desagradables.

Ese miedo ha logrado sus efectos en otros mandatarios y en el nuestro tenemos un triste caso, pero también ha logrado la retracción de empresas, como la automotriz, con el único argumento -desgraciadamente posible- de hacerles perder dinero.

Es evidente que su principal motor es el egoísmo acumulativo: tener para poseer, dominar y llenar los deseos de confirmar su superioridad humana.

De fondo, a tales humanos, la subestima -no declarada y que requiere de permanente nutrimiento psicológico- les lleva a actuar egoísta y hasta desenfrenadamente cuando ejercen poder; pueden ser inmisericordes -les genera placer de logro-, que se refuerzan al no tener sentimientos profundos de culpa; en psiquiatría, los incluyen en el grupo de las patologías conocidas como sociopatías.

Preocupante encontrar similitudes en el caso.

Si usted piensa que los mexicanos somos su único blanco, se equivoca: ya mostró sus intenciones contra China y Corea del Norte, este último país con un loco peligroso ejerciendo el poder total y contando con armamento nuclear.

Él ha preparado un equipo de personajes afines a su pensamiento, el "Tridente", como lo llamó Leo Zuckermann: John F. Kelly, secretario de Seguridad Territorial, conocido por su xenofobia; Scott Pruitt para la Agencia de Protección Ambiental, que ha sido acusado de violar la Constitución con el único propósito de alcanzar sus fines en temas ambientalistas; y James Mattis, con su apodo de "Perro Loco", que define sus actitudes ante el uso de la violencia militar.

Hay otros de la misma especie; todos ultraderechistas, materialistas, algunos empresarios y otros altamente relacionados con temas monetarios; comúnmente poco sensibles al humanismo; comprometidos con la idea de dominio por los medios que sean necesarios, incluso el sometimiento por la fuerza, ideario que comparten con Donald.

Para los mexicanos, la presencia del antihéroe representa un verdadero reto a nuestra economía, pero también la oportunidad de lograr el cambio de actitud hacia la vida laboral y social.

El camino es difícil, aunque la solución se defina sencillamente: trabajar con todas nuestras capacidades y aprender a ejercer la honestidad en cada acto; en lo laboral: dando lo mejor sin escatimar esfuerzo; en lo social: comprometiéndonos con el bien común y dejar de pensar en el "¿cómo hacerle para no cumplir mi parte?"; y en lo familiar, simplemente siendo mejores seres humanos.

De los politiqueros no guardo muchas esperanzas de cambio, por dos sencillas razones: no quieren y no pueden cambiar, aunque sí espero mucho de los pocos políticos que aún tenemos y ellos, con su actuar honesto, cuenten con nuestro apoyo para despegar, empezando por combatir la "parasitosis político-social" que nos tiene gravemente enfermos.

Sobre las "trompadas" de Trump, ocupémonos más que preocuparnos y estemos atentos a que los líderes verdaderos nos orienten y compartan sus planes de contraofensiva, para brindarles nuestro seguimiento y total apoyo; en tanto, pongámonos a trabajar en las áreas de oportunidad personal, tratando de contagiar a los demás -particularmente a los indolentes- porque más vale que ahora sí cambiemos.

Comprendemos que "ya nos acabaron -no nos acabamos, como nos quisieron involucrar- a la gallina de los huevos de oro".

Leer más de EDITORIAL

Escrito en: Diálogo

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

TE PUEDE INTERESAR

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 1303947

YouTube Facebook Twitter Instagram TikTok

elsiglo.mx