¿Dónde estamos cuando se nos convoca a manifestar, de manera pacífica, nuestra inconformidad, nuestros reclamos?
El reto que tenemos que afrontar hoy nos pide una renovación del espíritu de colaboración. La complejidad, la gravedad y la urgencia del desafío que se nos presenta son llamadas a sacar nuestros talentos y el coraje para impedir que nuestro gobierno nos ahogue.
Ahora es cuando debemos participar, comprometernos y luchar unidos por un cambio, construir una nación libre de los ultrajes y abusos que han perpetrado nuestros gobiernos. No debemos permitir que otros cambien nuestras vidas.
¿Acaso esto es lo que queremos para nuestros hijos y nietos?, ¿No nos duele lo que estamos viviendo, las condiciones en que se encuentran tantas personas?Aumento a la gasolina, gas, luz, y por consecuencia, a la canasta básica.
Y mientras tanto, obras por demás obsoletas, el cinismo, el descaro, las mentiras y las deudas millonarias continúan mermando nuestra economía.
¿Y nosotros dónde estamos?, en la comodidad, en la apatía, en una total ceguera, que no salimos a luchar a manifestar nuestra inconformidad.
Tenemos que reorientar el rumbo para evitar las grandes consecuencias que surgirán de nuestra indiferencia.
Estoy convencida de que podemos marcar la diferencia poniendo un límite; es el tiempo de acciones y estrategias valientes para impedir que sigan hundiendo al país, a nuestro estado, con megadeudas millonarias, empresas fantasmas, con la permanencia del Moreirato.
A nuestro gobierno, a nuestro alcalde, no les interesa el diálogo, pues sabemos que un buen político es aquel que teniendo en mente los intereses de todos, toma el momento con un espíritu abierto. Un buen político opta siempre por generar procesos más que por ocupar espacios (encíclica gaudium 222-223), al contrario de lo que los nuestros han venido demostrando.
Una nación es considerada grande cuando defiende sus derechos, cuando genera una cultura que permite a sus hombres soñar, como Martin Luther King intentó hacerlo.
¿Y nosotros soñamos? Ya ni eso nos atrevemos a hacer, pues implica luchar, cambiar, comprometerse para alcanzar nuestros objetivos.
En su libro “Ensayo sobre la Ceguera”, José Saramago nos narra sobre una pandemia que se extiende a toda la sociedad del mundo llamada la ceguera blanca: el gran temor de los que aún no se habían contagiado era quedar ciegos. Y Saramago dice: no cambiaremos de vida si no cambiamos la vida.
Y cambiar de vida significa esfuerzo, sacrificio, compromiso y claro que se puede. ¿Acaso no nos damos cuenta de lo que sucede? Por supuesto que sí, ya que es indigno seguir viviendo así. Unos gobiernos que día a día hacen lo que quieren, pues al fin saben que no haremos nada, absolutamente nada. Nos indignamos, nos enojamos, vociferamos y luego, ¿qué? ¿Por qué no levantamos la voz y actuamos con valor, con derecho, con un “ya basta”? ¿O ya estamos contagiados de la ceguera blanca?
Es obvio que nuestros gobiernos no han cumplido, no podemos ni debemos estar satisfechos con lo que nos han hecho, por eso es necesario estar conscientes y exigir la justicia que merecemos, ejercer nuestros derechos y una de las maneras más eficaces de hacerlo es salir a votar, ¡hagámoslo! pues sólo así México, nuestra amada nación, saldrá del pozo de la corrupción y la ignominia.
Sí podemos lograr un cambio, ¿de qué manera? apoyando las causas a las que nos convocan.
Despertemos, vayamos en busca de nuestros sueños.
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