Llegó sin anunciarse y se presentó él mismo:
-Soy el número uno.
Le pregunté:
-¿Cuál de todos? Porque hay muchos que dicen ser el número uno.
Respondió:
-Yo soy el número uno número uno. Los otros son el número uno número dos; el número uno número tres, y así sucesivamente.
Le dije:
-¿Tiene usted alguna credencial que acredite que es usted el número uno número uno?
-No la necesito -me contestó, soberbio-. Con sólo verme cualquiera sabe que lo soy.
No acostumbro desconfiar de los demás, pero en estos tiempos debe uno tomar precauciones. Le respondí:
-Mire usted: yo soy el número uno número 135.280.757.023, y, sin embargo, siempre traigo mi credencial, por lo que pueda ofrecerse. Traiga usted la suya y le creeré.
Muy disgustado se fue el número uno número uno. Desde entonces ya no lo he vuelto a ver.
¡Hasta mañana!...