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¿Qué tanto les importan los jóvenes?

Periférico

ARTURO GONZÁLEZ GONZÁLEZ

Movilidad urbana y suburbana, acceso al conocimiento y oportunidad de crecimiento son condiciones básicas para facilitar que un joven pueda convertirse en un ciudadano de beneficio para sí mismo, su familia y la sociedad. La marcada desigualdad socioeconómica que existe en países como México impide que los jóvenes cubran dichas condiciones en niveles similares siquiera. Mientras existe una élite que tiene las posibilidades de contar con un vehículo propio, Internet de paga las 24 horas del día y los suficientes recursos económicos para no sólo subsistir sino también hacerse de bienes materiales e intelectuales e, incluso, invertir en la creación de una empresa, la gran mayoría debe vérselas con el infortunio de vivir lejos de esos satisfactores.

En ciudades de países desarrollados, esa desigualdad suele ser compensada por una fuerte inversión pública en los tres ámbitos de referencia. Cualquiera que haya visitado algunas de esas ciudades seguramente se ha percatado de que el transporte público urbano y suburbano no sólo es funcional, sino que además es integral, regional, rápido y económico; y que las áreas de Internet libre (o wifi abierto) cada vez son más amplias. Y algo que tal vez no sea tan evidente, pero que no por ello es menos real, son las facilidades y apoyos que se les brindan a los jóvenes para emplearse o autoemplearse.

Si un gobierno local está en verdad interesado por el futuro de su ciudad o región, lo mínimo que debe hacer es apostarle al desarrollo de la población joven. Y esto implica más que velar porque desde niños y adolescentes cuenten con la alimentación básica y el acceso a la educación, derechos humanos fundamentales. De lo que se trata es de que cualquier joven tenga la misma oportunidad de ingresar de forma medianamente exitosa a la población económicamente activa. Es decir, que cuente con la posibilidad de valerse por sí mismo y de sostener incluso a una familia, en vez de vivir ligado a las redes clientelares que los partidos en el gobierno tejen para no perder el poder y que en lugar de resolver su dependencia, la perpetúan.

Para que esa igualdad de oportunidades se dé, es necesario que los gobiernos le apuesten a la movilidad, la conexión y los incentivos. Con todo y los esfuerzos que las administraciones municipales y estatales presumen en sus informes de gobierno, Torreón y La Laguna están aún lejos de hacer realidad tal apuesta. Es cierto que en materia de transporte se están dando los pasos más importantes en décadas con la construcción del sistema de Autobuses de Tránsito Rápido (BRT, por sus siglas en inglés) que consiste en una ruta troncal que conectará a la zona metropolitana desde Matamoros, Coahuila, hasta Lerdo, Durango, pasando por Torreón y Gómez Palacio. No obstante, los alcances parecen insuficientes.

Más allá de los problemas de coordinación que han impedido un avance parejo en ambos lados de la región, y la oposición obvia de los concesionarios que ven amenazados sus intereses, el proyecto en marcha presenta problemas insoslayables. En primer lugar, hasta el momento no se ha garantizado que la tarifa a pagar por los usuarios sea integral y económica. ¿Qué quiere decir integral? Que con un solo boleto el usuario pueda moverse las veces que lo necesite por toda la mancha urbana a bordo de las unidades, sean las de la ruta troncal o de las rutas alimentadoras. Y esto representa de por sí un ahorro al bolsillo. Otro problema es que este sistema no es regional, ya que excluye a los demás municipios que componen la Comarca Lagunera.

Actualmente un joven de escasos recursos que debe trasladarse de una colonia periférica o un poblado suburbano a su centro de trabajo o de estudio se encuentra en una gran desventaja en comparación con un joven de una colonia residencial que cuenta con vehículo propio o, en su defecto, usa el de sus padres. Mientras el segundo podrá llegar en minutos a cualquier destino dentro de la zona conurbada, el primero tardará incluso más de una hora en cada trayecto y bajo condiciones más hostiles debido a la mala calidad de las unidades y a los riesgos que hay en el transporte regional.

En cuanto a la conexión a Internet, basta decir que hasta ahora ninguna ciudad de la región cuenta con el servicio. En Torreón, desde hace tres administraciones, incluida la actual, se ha intentado habilitar wifi abierto en plazas públicas, para lo cual se han destinado millones de pesos. No obstante, los proyectos han sido abandonados sin que haya una explicación clara hasta ahora. Esta realidad convierte en privilegiado al joven que tiene Internet en su casa o en su teléfono todo el día porque él o sus padres lo pueden pagar. Quien no cuenta con esta posibilidad, debe trasladarse a un negocio especializado o conformarse con utilizar el equipo y conexión de su universidad, en el caso de que sea estudiante. Sobra decir que el acceso a Internet hoy es una necesidad para cualquiera que busque mejorar sus capacidades y oportunidades.

Por último están los incentivos para que los jóvenes puedan emplearse o autoemplearse. La precarización del trabajo que ha provocado la globalización capitalista ha alejado a muchos jóvenes de la idea de buscar un empleo para hacer carrera en una gran compañía. La alta competencia, los bajos salarios y la disminución de prestaciones se han convertido en razones para que busquen mejor constituir su propia micro, pequeña o mediana empresa. El problema es que en ciudades como las nuestras los aparatos burocráticos parecen más ocupados en obstaculizar que en facilitar el surgimiento de las llamadas "mipymes", además de que los apoyos económicos o en especie son escasos.

Contrario a lo que ocurre en ciudades de Estados Unidos o Europa, la tramitología en México es engorrosa y costosa, además de que no existen programas eficientes de arranque como los microcréditos, que suelen entregarse, nuevamente, con fines clientelares y sin seguimiento, cuando no son usados para fines ajenos a su objetivo. Llama la atención que mientras los gobiernos se desviven en dar estímulos a las grandes empresas transnacionales para que se instalen en la región con bajos salarios, olvidan a los jóvenes emprendedores que buscan ser sus propios patrones y generar fuentes de trabajo con capital regional.

En medio de este panorama adverso para la juventud lagunera tiene sentido hacer a los gobiernos la pregunta que da título a este artículo: ¿Qué tanto les importan los jóvenes? Parece que muy poco, o sólo cuando les interesa su voto.

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