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Ansiedad y disfunciones sexuales

¿Afecta la ansiedad la sexualidad femenina?

Foto: Archivo Siglo Nuevo

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REDACCIÓN S. N.

Una de las aseveraciones que más se repiten en diversos medios de comunicación sobre sexualidad es que el sexo es un gran aliado a la hora de vencer problemas de ansiedad y estrés, sin embargo, para la comunidad científica la correlación entre estas variables no están del todo claro, e incluso según algunos estudios la ansiedad puede afectar la vida sexual al grado de imposibilitarla al ocasionar disfunciones, sobre todo en las mujeres.

Masters y Johnson (1966), con el objetivo de establecer un panorama más preciso de la reacción fisiológica ante los estímulos sexuales, dividieron las respuestas sexuales masculina y femenina en cuatro fases progresivas: excitación, meseta, orgasmo y resolución.

Posteriormente, el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-IV, 2004) consideró las siguientes fases: deseo, excitación, orgasmo y resolución. Cuando los procesos característicos de la respuesta sexual se alteran o cuando se presenta dolor asociado con el acto sexual, se considera que existe una disfunción o trastorno sexual.

Las disfunciones que pueden presentarse en la mujer son deseo sexual hipoactivo, aversión al sexo, trastorno de la excitación, trastorno orgásmico femenino, dispareunia y vaginismo.

Según plantean los investigadores Claudia Sánchez Bravo, Jorge Carreño Meléndez, José Gabriel Espíndola Hernández y Andrea Anzures Torres en su estudio Las Distintas Disfunciones Sexuales Femeninas y la Relación con Ansiedad Rasgo-Estado, los resultados de diversas investigaciones sugieren que la sexualidad femenina tiene un carácter holístico, emocional e interpersonal, de tal forma que se puede decir que los dos factores más importantes para que no exista el estrés sexual son la intimidad en la relación emocional con la pareja durante la actividad sexual y el bienestar emocional general. Además, hay circunstancias que pueden disminuir la excitación, como sentir temores sobre la seguridad (por ejemplo, miedo a un embarazo no deseado o infección de transmisión sexual o preocupaciones acerca de la seguridad física o emocional), lo apropiado de la situación o la privacidad; que la situación no sea lo suficientemente erótica, sea muy apresurada o muy tarde en el día; así como los distractores de la vida diaria o relacionados con la sexualidad (preocupación por: no excitarse lo suficiente, alcanzar el orgasmo, la eyaculación precoz o retardada de la pareja, etcétera).

UN TEMA DE DEBATE

Masters y Johnson postularon que la ansiedad era el más grande obstáculo de la excitación sexual, y en 1972 Spielberger la conceptualizó como un conjunto de reacciones emocionales que se presenta cuando los individuos interpretan una situación como amenazante. En la misma línea, Kaplan (1979) la identificó como un mecanismo crítico que interfiere con el funcionamiento del sistema nervioso autónomo y evita la excitación sexual fisiológica.

En 1997, los investigadores Elliott y O’Donohue refirieron que no obstante dichas aseveraciones, aún no se habían demostrado resultados sobre los efectos psicológicos y físicos producidos en ambos sexos a causa de la ansiedad y estrés, de tal forma que realizaron un estudio en el que las mujeres en condiciones de ansiedad reportaron datos significativamente más altos de deseo sexual subjetivo con respecto a las mujeres en condiciones de no-ansiedad. Sin embargo, esto no respalda que la ansiedad disminuya el deseo sexual, como lo asumían Masters y Johnson.

Otra tentativa por explicar la relación entre ansiedad y respuesta sexual fue aportada por Van Minnen y Kampman (2000), quienes, en vez de provocar un estado de ansiedad mediante procedimientos experimentales, analizaron el funcionamiento sexual en sujetos con altos niveles de ansiedad, como son las personas que padecen algún trastorno de ansiedad.

Diversos estudios proponen que si bien no hay una alta compatibilidad entre ansiedad y disfunciones sexuales, la actitud de las pacientes ansiosas con respecto a la actividad sexual y el cuerpo humano es más negativa que aquella de mujeres con niveles moderados de ansiedad.

PANORAMA MEXICANO

En el caso de México, se estima que la prevalencia de disfunciones sexuales femeninas es alta, pues corresponde al 52.2 por ciento de la población, con un promedio de 2.25 disfunciones sexuales por mujer. En 2005 este mismo grupo de investigadores mexicanos (Sánchez, Carreño, Martínez, Gómez) realizó un estudio que permitió reconocer las disfunciones sexuales femeninas más comunes en el país. Los analistas encontraron las de mayor prevalencia son disritmia y deseo sexual hipoactivo (19 por ciento), seguidas por trastorno del orgasmo (18 por ciento) y dispareunia (16 por ciento).

En esta investigación se eligió la ansiedad como variable a comparar porque es una circunstancia muy común, pero, a largo plazo, si su intensidad y duración no se moderan, puede causar diversas complicaciones.

Si bien en un principio se reconocía la ansiedad como un fenómeno unitario, ahora se sabe que se trata de una construcción multifacético-cognitiva, conductual, psicológica y con componentes afectivos. Por lo tanto es necesario investigar los diversos tipos de ansiedad para poder identificar cuáles son los que causan excitación o mayor deseo sexual y cuáles inhiben la respuesta sexual humana.

A LA LUZ DE LAS INVESTIGACIONES

Los resultados de las investigaciones más recientes muestran que, en general, la tendencia a responder ante situaciones percibidas como amenazantes con un aumento en ansiedad es un factor relevante en la presencia de disfunciones sexuales.

Asimismo sugieren que las mujeres que presentan disfunción sexual presentan también un mayor grado de ansiedad como estado transitorio, caracterizado por sentimientos de tensión y de aprensión subjetivos.

La mayoría de los estudios coinciden con el planteamiento de que la sexualidad femenina está fuertemente vinculada a las emociones, ya sea positivas, como la cercanía romántica y el amor, o negativas como la ansiedad, la culpa con respecto a la sexualidad, la autocrítica o autoconsciencia en relación con lo sexual; y confrontan los resultados obtenidos por diversas investigaciones, de acuerdo con los cuales la ansiedad puede intensificar la respuesta sexual, o bien, afectarla.

Por otra parte, resulta evidente que extraer y diferenciar el papel que juega la ansiedad en cada una de las disfunciones contribuye a una comprensión más clara de los factores que ejercen influencia en la instauración, mantenimiento y curación de las disfunciones sexuales.

Finalmente la importancia de todos estos análisis es que permiten ver que independientemente de que la disfunción sexual en una mujer tenga su origen en causas remotas o recientes, dentro del plan de tratamiento debe incluirse el manejo de la ansiedad en sus diferentes expresiones.

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