Es natural que la noticia del triunfo de Donald Trump cayera como atole caliente en las espaldas de nuestros nacionales. Muchas expectativas desaparecieron con su inesperado triunfo.
Siempre he pensado que la eventual llegada de Trump a la oficina ovalada de la Casa Blanca se acompañaría de la moderación de sus espectaculares desplantes de campaña. El formidable peso del aparato administrativo del Poder Ejecutivo que ha de encabezar no virará obedientemente a su imperio.
Un inmenso equipo que opera, profesional y experimentado, en cada secretaría y órgano de gobierno, se encargará de ponerle coto a sus grotescas decisiones. En el Legislativo, los senadores y diputados, que ningún presidente norteamericano ha podido controlar, se ufanan de su vida propia, dada a discutir, cuestionar e incluso a anular los deseos del Ejecutivo.
Fuera de la independencia con que se manejan muchas entidades de gobierno federal está la autonomía de cada uno de los 51 estados, con sus congresos, que componen la federación de Estados Unidos. Las decisiones oficiales a cualquier nivel, definen el rumbo del país tanto como las del presidente en Washington.
Lo que es más problemático que lo anterior es el comportamiento de una población sembrada de prejuicios racistas, políticos y religiosos amasados de rencor contra el sistema económico que traicionó el interés nacional.
Buena parte del rechazo del ciudadano estadounidense al comportamiento de su gobierno se refiere a la pérdida de su nivel de vida que atribuye a las políticas económicas desviadas hacia intereses de la clase privilegiada. Es fácil culpar al extranjero. La inmigración latina ofrece pretextos para las fobias que el candidato Trump exacerbó a lo largo de toda su campaña desde la acusación de robar trabajo al obrero americano con cada nueva planta montada en México hasta el rechazo a todo producto de origen mexicano.
Un nuevo capítulo marca una profunda distancia a los dos países. En el terreno comercial hay que denunciar el TLCAN, retirar inversiones norteamericanas en México, elevar tarifas a artículos mexicanos y asegurar las fronteras para impedir la llegada de mexicanos tras de expulsar los que puedan estar en los Estados Unidos sin papeles apropiados. En el incesante machaqueo anti México durante toda la campaña presidencial se empeñó en levantar su famoso muro.
Ese programa antimexicano fue sustento fundamental para el éxito de Trump. No caben ni disimulos ni pretextos diplomáticos. Ya circulan justificable a reacciones mexicanas por las redes ciudadanas. Llueven cartas que ponen las cosas en su lugar apropiado, difundiendo propuestas con soluciones válidas de evidente sentido común y proponiendo qué hay que hacer.
Una carta dice: qué tal si en lugar de sentirnos derrotados y tristes por lo de Trump, salimos a trabajar con más ganas y esmero. Los invito ser más mexicanos. Apoya a negocios locales.
No compres fruta, carne o lácteos importados de E.U. consume lo nacional. ¡Exijamos a los supermercados productos nacionales!
Ya no vayas de "shopping". Mejor apoya a los bazares locales.
Sé menos prepotente, sé más tolerante, sé más atento con propios y extraños. Fomenta la honestidad y el respeto.
Hay que cambiar para bien....ya no somos víctimas... tenemos el poder de la elección...y yo elijo apoyar más a mi gente a mis agricultores, a mis indígenas. ¿Y tu? ¿Qué estás eligiendo?
Otra carta: Señores, si tanto miedo le tienen a Trump y a la subida del dólar, consuman bienes y servicios mexicanos. Cómprenle al carnicero de la esquina, vayan a alguna rosticería local. En lugar de comprar pantalones de importación, compren pantalones mexicanos que son de más calidad que en el extranjero se venden carísimos.
Dejen de pensar que la fruta de un supermercado extranjero es mejor. Todas las frutas son naturales; todas las fruterías de la ciudad las venden.
En lugar de comprar un traje de marca extranjera, cómprenle a una sastrería local. Sintiéndose "fresas" o "nice" se vuelven malinchistas. Le damos en la torre a la economía local, echamos para abajo al Peso y todo se encarece.
Ya vimos que Estados Unidos es más racista y xenofóbico de lo que imaginábamos, y así ¿le vamos a seguir mandando nuestro dinero que con tanto esfuerzo y sacrificio nos ganamos? Mejor es dejárselo a los emprendedores de nuestras colonias, estados y nación.
Utilizamos a diario las poderosas redes sociales actuales, pero sólo para diversión o para mandar bromas y memes. Es hora de tomar cartas en el asunto y comenzar una campaña a favor del consumo local. ¡No tenemos nada que perder y todo que ganar!
Hasta aquí la selección de cartas.
Hay, dentro de estas explosiones de indignación un importante elemento que convierte la turbulenta coyuntura actual de Donald Trump en la Presidencia de Estados Unidos en resultado positivo, constructivo. Este momento puede ser el quicio que abra la puerta al ajuste de la relación económica y comercial entre los dos países que, pese a las estadísticas difundidas no certifican que los resultados en términos humanos hayan sido satisfactorios.
Los niveles de vida en México no han aumentado al ritmo de los intercambios. El poder de compra del trabajador ha sufrido serio deterioro y hay que remodelar el TLCAN para hacerlo instrumento de progreso para todos y no sólo para las empresas extranjeras que se han instalado entre nosotros frenando a su conveniencia el contenido mexicano de las manufacturas que aquí fabrican y exportan.
La llamada cívica a dirigir nuestras compras a productos nacionales no es vengativa ni aislacionista. Se trata de rescatar la capacidad de producción del mexicano y con ello el nivel de vida secuestrada por las mismas políticas económicas que también han afectado a los trabajadores norteamericanos.
